Memoria Frágil y los vuelos de la muerte en el Delta entrerriano

Delta

Memoria sobre los cuerpos que arrojaron los militares al Delta entrerriano.

De ANÁLISIS

En Entre Ríos, la dictadura y sus secuelas de muerte, dolor y oscurantismo no solamente transitaron por cárceles o centros clandestinos de detención. La muerte también pasó por el Delta entrerriano. Los vuelos de helicópteros y aviones militares, desde donde se arrojaban cuerpos de detenidos políticos, fueron una constante entre 1977 y 1978.

“Yo vivía en Río Bravo, en una quinta que se llamaba antiguamente María Luisa. Vimos helicópteros verdes, lo único es que no tenían numeración. Pasaban a distintas horas del día, por distintas partes, no siempre por la misma y arrojaban bultos al agua. Es difícil saber qué arrojaba. Luego se encontraban cuerpos maniatados. En ese río que se llama Paraná Bravo y desemboca en el Uruguay, frente a Nueva Palmira pasan barcos grandes, pesqueros y cargueros. Ahí hay semáforos y aparecían cuerpos en los semáforos que eran tipo boyas atados a columnas. Quedaban cuerpos enganchados. Los vecinos no hacían nada, estaban asustados en esa época. Si a mí me hubieran preguntado en ese tiempo, no sé si me hubiera animado a hablar. A lo mejor no. Viste que me vine de Uruguay por ese problema. Los helicópteros venían de todos lados. La poca prensa que había no trataba de alentar a la gente sino asustarla. Fue en 77 y 78, la época más brava, la del Mundial. Como estaba todo embarullado y la gente en otra cosa, eso pasaba más seguido”. Textual fueron las palabras del payador uruguayo Uberfil Concepción Regalini al periodista Fabián Magnotta en su libro y documental radial El lugar perfecto.  

El lanchero Pampero, otro habitante del Delta le contó a Magnotta que se encontró con varios cuerpos en el agua: “Toda gente joven, estaban medios podridos. Siempre estaban quebrados en la clavícula. Yo agarré una sola mujer y los policías me encajaron 40 horas adentro. Si agarro otros me encajarían dos o tres meses”.   

Magnotta, oriundo de Gualeguaychú, fue quien investigó pacientemente el tema, durante varios años y lo puso a consideración a través de su libro, tras lo cual se inició una investigación en la justicia federal de Concepción del Uruguay.

“Estamos en la zona urbana de Villa Paranacito, en el delta entrerriano, en el sur de entre ríos en el límite de lo que es el Norte de Buenos Aires. Donde ocurrían los vuelos de la muerte pertenecía en buena medida a Villa Paranacito pero no exactamente en este lugar sino en los ríos Paraná Bravo que es uno de los tres que atraviesa desde el Paraná hasta el Uruguay, porque en este Delta se encuentran el Paraná y el Uruguay y juntos al Río de La Plata, está todo muy cerca si uno lo realiza al viaje en forma aérea, son minutos. Nueva Palmira, en Uruguay, está a minutos en lancha de Villa Paranacito. Y los testigos de los vuelos no están tanto en esta ciudad donde estamos haciendo la grabación, sino más en el río Paraná Bravo. Si buscan en el mapa el Río Sauce, Arroyo Ceibo y más al Río de La Plata. Y por eso varios de los cuerpos que aparecían en el Río de la Plata eran lanzados en estos ríos de aquí y por las corrientes propias del agua  llegaban hasta el río de la Plata. Esto es un poco de introducción para ubicarnos. Y si usted quiere saber dónde queda la zona de la que estamos hablando, si va por ruta 12 desde Entre Ríos a Buenos Aires, antes de complejo Zárate Brazo-Largo, a su izquierda está Villa Paranacito y a la derecha está Ibicuy. Todo eso conforma lo que es el Delta entrerriano, departamento que creó el gobernador Montiel en 1984 porque antes era todo perteneciente a Gualeguaychú”, describió. 

Elena Gómez, otra de las testigos que aportó información en su momento a Magnotta, contó: “También recuerdo como pasaban los helicópteros con bultos colgados de una soga. Pasaban en diferentes horarios, días, volaban para el lado del puente Zárate Brazo Largo. Nosotros los veíamos pasar. En el Río Bravo se encontraban, en los albardones aparecían cuerpos. La gente iba a denunciar pero les contestaban que no, que no habían visto nada. Cuando llegan estos días, recuerdo que era chica y siendo chico uno se impresiona. Te mueve saber qué eran esos bultos. Era una época en que no se podía decir nada. Yo vi una parte de eso. Era el lugar perfecto para pasar, porque nosotros no comentábamos a nadie por miedo. Esto no se hablaba ni en la mesa, en mi casa no. Nunca hablé de esto con mis compañeros de escuela, era algo prohibido, o normal, como que tenía que pasar. En nuestra zona nunca se encontró un cuerpo, pero más allá me encontré con gente que había hallado cuerpos. Se iba a denunciar y la misma Policía decía que no habían visto nada. ¡Qué íbamos a decir nosotros, si la autoridad decía eso!”.  

El propio Magnotta contó cómo hizo la investigación. Dijo que fue sumando trocitos de información, que buscó los testimonios con muchísima paciencia. “Pasaron 17 años y no aparecían los testimonios. Se hablaba por lo bajo, no llegaba a los periodistas. Pero en 2003 apareció un policía retirado que declaró primero ante el juez de Instrucción Eduardo García Jurado y después me llamó a mí. Me citó en una plaza. Me contó que cuando estuvo acá, estuvo de novio con una chica que le contó que su padre y su tío habían encontrado un barril de 200 litros de gas oil con un cuerpo  tapado con cemento y la cabeza afuera. No sabían cómo había aparecido en zona de arroyos. Le dieron cristiana sepultura con la sencillez del Delta. La llamaron a la chica que había sido la novia pero negó todo, dijo que no se acordaba de nada. Después se supo que su marido trabajaba en Prefectura de Zárate y por ahí no era bueno de profundizar en el tema. El policía se mantuvo en los dichos. Nos preguntamos si ese era un hecho aislado. Y ahí empezó la lenta, trabajosa y con mucha paciencia búsqueda de testigos”, relató el periodista.

Fueron apareciendo algunos testimonios. Magnotta empezó a reunirlos en Word pero faltaba mucho. “Si hoy encontrar un cuerpo es como encontrar una aguja en un pajar. En ese momento hallar testigos también lo era, fue buscar agujas en el pajar”, compraró.

Durante años se ha señalado -en juicios o investigaciones- que muchos detenidos fueron lanzados al Atlántico o al Río de la Plata. La investigación de Magnotta agrega un nuevo vertedero de cuerpos, el delta del Paraná. A unos 20 minutos en vuelo desde Buenos Aires y con las características que facilitan la desaparición de cadáveres. Era sin dudas el lugar perfecto, como el título de su libro.

“En la búsqueda de testimonios de lugareños fue clave la colaboración de algunas personas y especialmente de Jorge Temporetti que es un contador y militante político que vive en Villa Paranacito que me ayudó a ganar lo más difícil que era la confianza de los lugareños para relatar historias muy duras. Cuesta imaginarse porque a uno no le pasó, qué era eso de ver caer cuerpos y no poder contarlo. Y llegamos así al primer testigo del lugar que falleció hace poco que era Marcos Keipo. Que en el libro aparece sin nombre porque él no quería dar su nombre, respetando su voluntad que era dar testimonio que era lo valioso. Él decía que era lanchero y la primera vez que encontró dos cuerpos fue a Prefectura y Policía eran las dos fuerzas con presencia Entre Ríos. Y cuando fue a Prefectura de la Armada a decir que había encontrado dos cuerpos flotando, se asombró con la respuesta y lo marcó para toda la vida: vaya derechito a su casa si no quiere que le pase lo mismo. A él le costó años poder contar esa impunidad y ese silencio al que fue sometido él como una población entera. Y lo pudo relatar una vez y después vino una cadena internacional, una vez que apareció el libro y los recibió en su casa y dio su cara y su nombre  y yo decía un poco en broma: tiene que venir una productora de minifalda don Keipo para que usted acepte salir en televisión. Pero fuera de eso, el lugareño por ser isleño por características geográficas es muy cerrado y tiene todo como un recelo a quien no es del lugar. Y mucho más si se trata de contar historias que quedaron guardadas como un dolor en el alma y no se hablaron más ni siquiera en la mesa”, relató Magnotta.

Adolfo Pérez Esquivel contó en su momento que los militares lo pasearon por arriba del Delta: “El avión toma vuelo y como yo soy navegante y conocía muy bien toda la zona del Delta, conocía todo el sistema de Islas, incluso había navegado muchas veces a la barra de San Juan, veía también a la Isla Martín García. Y el avión comenzó a dar vueltas por ahí y se iba para el lado de Montevideo. Preguntaba qué pasa y nadie me contestaba. Íbamos el jefe de operativo, él, tres suboficiales el piloto, copiloto y yo. Era todo silencioso”.

“Para dar un ejemplo de lo difícil y valioso que era sumar de a uno testigos, vale el relato de lo que era localizar a Charly Ferreira, Carlos Ferreira. Me enteré que en una revista que era la isla del Delta había publicado una carta de lectores donde hablaba de los vuelos. Temporetti se acordó de esa carta y le pedí que la busque. Me dijo que no sabía, que había salido hace años y hay una pila así de revistas, porque salía todas las semanas, una colección, revista de papel. Pero dijo que su vieja tenía un montón. Así que la encerramos a la vieja con Temporetti, un domingo entero hasta encontrar la carta. Yo le saqué fotos, me la llevé, pregunté, nadie sabía dónde estaba Charly Ferreira, qué se había hecho porque se había ido muy joven de acá. Entonces empecé a buscar en internet. Para mi mala suerte no tenía un apellido extraño para localizarlo, Carlos Ferreira. Localicé un Carlos Ferreira, en un club de Ingeniero Maschwitz y mandé un mail perdido y al poco tiempo me pasaron un teléfono, logré hablar con la revista la Isla del delta y me dice la mujer, sí lo conozco y así terminé entrevistándolo a Carlos Ferreira y lo interesante del relato es que él era un estudiante del colegio secundario que vivía en el río Paraná bravo y cuando volvía del colegio a la tardecita se iba para una radio grande que tenía para  FM y como quería escuchar las canciones más modernas, ponía la antena apuntando para buenos aires y escuchaba las mejores radios y escuchaba la música. Imagínense, un adolescente. Y él decía que estaba ahí y a 200 metros se posaban helicópteros en medio de la tarde y lanzaban cuerpos y dice yo creía que era normal porque preguntaba y me decían esos son los que  matan los militares, y parecía normal no conocíamos otra cosa. Es todo un título que deja Charly Ferreira. Y dice que cuando se fue a buenos aires y empezó a crecer comprendí la dimensión que tenía lo que había presenciado. Y así fue que Charly Ferreira terminó acompañándome en alguna presentación del libro en un testimonio que siempre le destaco su rol como ciudadano de contribuir a la reconstrucción de la memoria de esta dura historia”, recordó el investigador sobre su tarea. 

El obstáculo más grande: el miedo

El asesinato colectivo de prisioneros a través de los vuelos de la muerte, estuvo pensado y diseñado en la propia conducción de la ESMA, que lideraba el entrerriano Emilio Eduardo Massera -uno de los integrantes de la cúpula militar de la última dictadura-, aunque también hubo participación de algunos sectores de la Fuerza Aérea. Los prisioneros eran sacados de los centros clandestinos de detención en grupos, adormecidos, trasladados a Ezeiza o al Aeroparque, subidos a aviones y arrojados al mar. Adolfo Scilingo, ex capitán de la Armada, represor de la ESMA y piloto de esos vuelos, le confesó al periodista Horacio Verbitsky que, entre 1976 y 1977, alrededor de dos mil prisioneros fueron arrojados vivos, narcotizados y desnudos al mar. Y el Delta entrerriano fue otro de los lugares elegidos.

“Pensé que uno de los obstáculos más grandes sería el paso del tiempo y los recuerdos. Pero eso no fue así, el obstáculo más grande fue el miedo. Porque quien vio caer a una persona o lo asustaron cuando fue a denunciar, no se olvida más, recuerda todo como si fuera ayer. Empecé después del libro a dar charlas en todos lados. Los medios grandes me habían hecho creer que a la gente no le iba a interesar. Pero eso tampoco fue así. Me asombró ver el asombro de la gente cuando escuchaba. Fueron apareciendo más testigos. El libro fue un punto final de la investigación, después fue el documental. Pero siguieron apareciendo testimonios”, señaló.

Apertura del proceso judicial

Con la apertura de la causa de oficio, la justicia federal ordenó que se analizaran los libros de los cementerios del Delta entrerriano, en busca de posibles enterramientos de personas NN durante la última dictadura cívico-militar, pero la búsqueda no arrojó resultados. En el cementerio de Villa Paranacito existe un solo caso de una persona NN inhumada en 1976 y el médico policial anotó en el registro que se trataba de una muerte natural. Pero las insistentes inundaciones de la zona fueron modificando la geografía y por ende desaparecieron también posibles pruebas.

“Lo primero que tenemos para decir respecto de la causa de los vuelos de la muerte en el delta, si después de 40 años por primera vez se está llevando a cabo una investigación seria respecto del destino de los cuerpos de desaparecidos y desparecidas durante la última dictadura cívico militar, esto es posible por una política de Memoria, Verdad y Justicia. Que encarnaron en primer lugar las madres de Plaza de Mayo, los organismos de derechos Humanos, familiares, hijos e hijas durante muchísimos años, levantando primero las banderas de memoria en oposición al olvido, acompañada de memoria y verdad en contraposición a las mentiras. Poder pensar y reflexionar sobre qué fue lo que ocurrió durante el genocidio en nuestro país. Y finalmente el concepto de justicia que va en contraposición a venganza y tiene que ver con saber qué fue lo que pasó y las responsabilidades de los crímenes cometidos durante la últimas dictadura, considerados de lesa humanidad, en el marco de un genocidio desarrollado por el estado argentino en contexto de terrorismo. Memoria verdad y justicia no funcionan por separado sino que sintetizan el concepto de alrededor de 40 años de lucha por los movimientos de derechos humanos en nuestro país y que tiene una referencia grande en distintos países del mundo”, dijo Matías Ayastuy, titular de Derechos Humanos en el municipio de Gualeguaychú.

“La reconstrucción de los vuelos requirió otro tipo de investigación. Encontramos que al mes del golpe empezaron a aparecer los primeros cuerpos en aguas del Río Uruguay. Floreal Avellaneda tenía 14 años y apareció en Pocitos y lo identificaron por un tatuaje en el brazo. Ahí se produjo una queja histórica de la dictadura uruguaya a la argentina. Desde el otro país reclamaron a los dictadores argentinos que no tiren los cuerpos allá, que no sabían qué explicarle a la gente”, contó Magnotta.

“La causa de los vuelos de la muerte en el delta entrerriano además de ser posible porque se anularon las leyes de obediencia debida, punto final e indulto, porque madres y los organismos de derechos humanos trabajaron para que pueda juzgarse, es posible por dos elementos concretos y puntuales que tenemos acá para pensar. Por un lado, reivindicar el periodismo de investigación en serio, reivindicar la tarea investigativa con rigurosidad y profundidad que llevó adelante el periodista Fabián Magnotta quien además de volcar parte de los resultados de su investigación en un libro llamado el Lugar Perfecto, siguió adelante e hizo posible que la Justicia Federal escuchara estos testimonios que tienen mucho para decir. Y que hasta ahora simplemente eran palabras en un libro. El otro elemento es la Fiscalía dentro de la Justicia federal, la fiscala Josefina Minatta escucha y le transmite al juez Pablo Seró una situación que fue postergada durante muchos años donde los hechos que no hay discusión respecto si ocurrieron o no, todos en Villa Paranacito saben que durante última dictadura sobrevolaban aviones y helicópteros arrojando cuerpos sin vida en el delta. Eso fue un secreto a voces y gracias a una labora que se lleva adelante hace algunos meses y permite que se rompan silencios de personas que convivieron con esas imágenes y que por miedo a sentirse responsables se lo tuvieron que guardar. Es a carga se está canalizando gracias a la decisión de la justicia federal de abrir una causa e investigar donde están los restos que necesitan saber familias que no tienen a dónde llevarle una flor y la justicia busca esclarecer la posibilidad que algunas familias puedan dar sepultura digna a sus familiares”, agregó Ayastuy.

En los primeros días de febrero autoridades de la Justicia Federal, secretaría de Derechos Humanos de Nación e integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense realizaron una inspección ocular por las zonas de Villa Paranacito y el delta entrerriano, en el marco de la causa por vuelos de la muerte durante la última dictadura cívico militar. Fue un avance concreto para la causa. Fue la primera vez que funcionarios, representantes de la justicia, dirigentes e investigadores recorrieron varios de los rincones por donde también transitó el horror.

“Es interesante compartir la intencionalidad periodística al hacer este tipo de investigación que es tan dinámica e inconclusa que la continuamos, no es que hicimos el libro y terminó. Hablamos del triángulo, bueno, del trípode que usan los camarógrafos para tener una historia más fortalecida en aquello de memoria, verdad y justicia. La intención era cuando nos decían que en Entre Ríos no había pasado nada en la dictadura, demostrar que sí, que habían pasado cosas y muy graves y entonces apuntamos a reconstruir la memoria histórica para que las actuales y próximas generaciones conozcan la tragedia que sucedió en esta zona tan bella de la Argentina y también la verdad. La biblia dice: solo la verdad os hará libres. Y a los pueblos como el nuestro que les han omitido muchísimas verdades históricas, dramáticas como estas, bien vale intentar  desde el periodismo de investigación apuntar a esto, la memoria y la verdad. Y bienvenido ahora que se suma la tercera pata que es la justicia actuando, yo siempre digo que esto fue una botella al mar, fue una botella lanzada al agua con verdades y afortunadamente podemos decir que la investigación ha ido creciendo, nos sigue sorprendiendo e intentamos, como frase final: que todo esto sirva para que no desaparezca la historia”, valoró Magnotta. 

El trabajo del periodista fue clave para la reconstrucción de esta historia dolorosa de la última dictadura. No fue un dirigente, ni un fiscal ni un juez. Fue la tarea periodística la determinante para romper con este capítulo de poder e impunidad, a partir de valientes testimonios. La memoria no perdió la batalla, aunque todavía falten demasiados capítulos para su esclarecimiento y que de ello aparezcan condenas a tanto dolor e incertidumbre. Porque hubo responsables para tanta tragedia, con demasiadas víctimas en el Delta entrerriano, más allá de los silencios y las complicidades.  

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