Pablo Hernández: “No hay una prueba que me involucre”

Pablo Hernández

Pablo Hernández. (Foto: ANÁLISIS).

N.B. de ANÁLISIS

Parte de las últimas palabras de Pablo Hernández en el juicio conocido como “Narcomunicipio” estuvieron dedicadas a contar lo que ocurrió el domingo 25 de diciembre en la Unidad Penal N1 de Paraná, donde un grupo de internos hizo un boquete e incendió el pabellón 22, donde se encontraba alojado el ex concejal.

“En estos 572 días privados de la libertad pasé cosas muy terribles. Lo peor de todo es que no hay una prueba que me involucre con lo que se me acusa. Fui sorprendido cuando se dispuso la medida de mi prisión preventiva, ingresé muerto de miedo a la Unidad Penal. Pero recibí buen trato de los penitenciarios, lo mismo de las personas que me recibieron en pabellón 9. Son cosas que no me voy a olvidar porque no conocía ese mundo. En mi caso se equivoca la Fiscalía. La droga me parece algo repugnante”, introdujo.

Después se remontó a sus inicios y dijo que trabajó “de cadete”. “Siempre hice las cosas con honestidad. Mi padre hace tiempo se fue, era mi amigo y mi todo”, contó conmovido.

“Desmiento la noticia que dio el Servicio Penitenciario”

Hernández dijo que el 25 de diciembre llegó cerca de las 19 al penal. Había pasado todo el día con sus hijos y se sentía cansado. “Me acosté a dormir, soy un hombre de 45 años. Escuchaba gritos pero es algo común. Me desperté y vi que habían herido a un oficial del pabellón. Me pidieron que saliera afuera. Yo  era el último porque estaba dormido. Escuché ayer hablar de ponerse en los zapatos del otro. En mis zapatos nadie se va a poder poner porque hasta eso me quemaron”.

“Salí evitando chuzazos que tiraban por el agujero que hicieron. Las familias de los internos se fueron enterando por redes sociales. Mi pabellón se prendió fuego hasta el techo. No es como dijo el director del Servicio Penitenciario que fueron cuatro colchones no más. El gobernador debería tomar medida. Mis compañeros quedaron llorando. Hay 18 personas que resultamos casi quedamos, carbonizadas como pasó en Victoria porque se quemó todo. Está bien, se priorizó la integridad de cada uno de nosotros. Pero muchos perdieron todas sus pertenencias y afectos porque se quemaron fotos por ejemplo”, describió.

Luego explicó que para llegar al final del pabellón 22, donde dormía, hay que atravesar varias celdas: “5 para la derecha y una para la izquierda. Siempre tratamos de tener buena convivencia. Es un pabellón donde mayoría trabaja y estudia. Todas las mañanas el Servicio me permitía ir a la biblioteca, o enseñar a jugar ajedrez, o acceder a una PC para mandar cartas a los medios”.

Luego precisó: “El pabellón 17 (desde donde se inició el ataque) está al sur. Para ir a mi celda tengo que pasar por el pasillo. Nunca tuve problemas con ningún interno. Aunque sí había antecedentes en el pasillo con el sector 17. El 25 de diciembre traté de evitar toda pelea. Alan Viola (que se aloja en el mismo pabellón que él), siempre toma la misma postura de no pelear. Imagínense, nunca me hice el guapo con nadie, menos lo voy a hacer en la cárcel. En momento las cosas se exasperaron y agredieron a un oficial. Le pegaron chuzazo a bajo de ojo. Mis compañeros ayudaron a oficial. Después llegó el Servicio. Fui el último en salir. Tiraban agua caliente, aceite. Cuando salí estaban todos cuerpo a tierra por una cuestión de protocolo. Salí con mucho miedo. Después nos evacuaron al sum. Nos informaron que estaban prendiendo fuego y que llegaba al techo. Mis compañeros se separaron porque tenían pertenencias y afectos en fotos. Eso fue desesperante. Está bien, el Servicio no tenía por qué arriesgar la vida en el fuego. Por eso, es mentira cuando se dice que no pasó nada”, relató.

“Después no me pude bañar, ni lavar los dientes, ni desayunar. Pedí por favor que nos facilitaran un teléfono para decir que estábamos bien. El fuego se extendió, se produjeron muchos traslados. Las personas que viven conmigo, algunas condenadas y otras procesadas, perdieron todo y hasta ayer no pudieron recibir visitas. Vean que los imputados muchas veces decimos la verdad”, aseveró.

Acotó después que “hubo gente que intentó entrar gritando ‘acá está la plata’. Hernández no tiene plata. Y quiero dejarlo en claro para que a mi familia no le falte nada”, advirtió.

 

En otro tramo dijo que “a Celis lo conocí en la campaña y me pareció honesto, bueno, se hace querer”. “A Luciana Lemos siempre la respeté como mujer de Celis”, acotó, girando sobre su eje, sentado en la silla y mirando a la mujer que estaba muy cerca de él. “Pero no hay prueba que me incrimine. Pasé 572 días en cárcel, un poco menos que Lula Da Silva que pasó 580. Muchas veces pensaba sobre lo que pasaba en las causas provinciales y creía que algo habían hecho. Pero no es así”, comparó.

Después mencionó a personas reconocidas en el ámbito judicial y política. Defendió a Griselda Bordeira, Sergio Varisco, Hernán Rivero y Alan Viola. Pidió agua potable para la Unidad Penal de varones de Paraná. “Pido al gobierno provincial que hagamos algo por la salud de internos y sus familiares. Resulta que ahí no pueden hacer ni una mamadera. Mis hijos no van a la UP. Porque mi mujer respetó mi pedido. Si alguien ha sufrido todo esto es mi mujer que ha sido una leona para darle a mis hijos amor. Tengo amigos peronistas, kirchneristas, radicales, gente que llora conmigo por todo esto. Estamos en el siglo 20, en la Unidad Penal debería haber tecnología para no invadir la privacidad de los familiares que van a ver a los presos”, cerró.  

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