Todos hijos de la misma condena

Por Hugo Remedi
(Especial para ANÁLISIS)

La Argentina es un lugar en el mundo donde se amenaza a sus representantes legisladores bajo la profecía de mequetrefes arrogantes de poder y a nadie se le mueve
una pestaña. Es decir: el fracaso histórico se paga o con indiferencia o con violencia.

Decía una amiga franca de palabras soeces: “El miércoles que viene va a haber kilombo frente al congreso nacional cuando se vaya a tratar la Ley Bases con los conventilleros de la opo en la calle y lleno de milicos del gobierno obsesionados a poner orden a las machetazos. No viajo -agregó lapidariamente- me quedo en casa y veo el festival de la gresca por TV”.

Casi una sentencia irrefutable con la gravedad de que como agravante hay golpistas que trabajan por arriba -a no sorprenderse- y otros por abajo.

Nadie como sociedad milita la razón social y la prudencia. El presidente se desquicia a cada rato y los nostálgicos abrevan fuego al incendio pavoroso que asola a nuestro país.

A no engañarse: Pablo Moyano es el ejemplar iracundo de máxima expresión que surge como ariete de una idea golpista que se viene gestando intestinalmente mostrando lo más grave de la decadencia política pero detrás suyo hay bastante más. Que país en serio del mundo tendría hoy como opción alterar el orden institucional como pasaba en nuestra América años atrás: ninguno. Es vetusto, arcaico y advierte que en Argentina como sociedad no hemos aprendido nada. Sobre todo conociendo los daños de ese tipo de aventuras.

Van por otro helicóptero.

Y al final del camino van por acción u omisión por más muertos.

La calle del hambre y de la frustración es el peligro en el “debate” que viene y el mal recuerdo de la crisis del 2.001 con De la Rúa presidente tiene como patrón esa nostalgia trágica frente a la ilusión aquella de esperar un poco más ya que tanto esfuerzo no puede ser en vano.

Ciertamente lo que sucedió en Misiones si la situación global de crisis se mantiene del modo en la que la estamos padeciendo puede replicar en otras provincias que por sus características, en principio, no se sufriría en Entre Ríos, no obstante, de mantenerse el hecho de continuar viviendo en medio de una situación desoladora.

Está claro que las provincias avanzan en sillas de ruedas al antojo del presidente de turno. Las gestiones de gobierno tienen dos objetivos: a corto plazo, la coyuntura y a largo plazo las políticas de Estado.

En Entre Ríos a 6 meses de gestión y por errores propios y ajenos todavía ni siquiera hemos salido de la coyuntura, quedando las políticas de Estado en el buzón de los deseos muy a futuro.

Curiosamente el gobierno nacional pelea por una Ley Bases que en relación a la original está totalmente descuartizada producto que fue cediendo a montones de “extorsiones” de usos y costumbres en los cuerpos deliberativos y por el otro extremo se ubican, paradójicamente, los que están en contra y pese a que el actual proyecto de ley es una cara sin el maquillaje de la anterior utilizan el mismo argumento de otro momento para atacarla.

En realidad, desde ambos bandos lo que están pujando es por ver quien tiene el poder político, el de la calle y el de los medios o de la opinión pública. Claro, en este coqueteo lamentable el que más pone cosas en riesgo es el gobierno nacional y por ende todos los que viven en esta gran aldea.

Ahora bien nuestra provincia, como las restantes, tiene tres senadores nacionales. Los dos oficialistas Alfredo De Ángeli y Stella Olalla que se supone con la mayor de las certezas de que apoyarán la ley. Y por otro lado, está el opositor Edgardo Kueider quién no obstante estampó su firma para que el proyecto siga adelante lo que motivó que lo insultaran, lo amenazaran y que pidieran su expulsión del Partido Justicialista.

No estamos lejos como consecuencia entonces de que el miércoles se vote a conciencia o bajo amenaza.

Alguien dijo alguna vez, un daño hecho a uno es una amenaza hecha a todos.
 

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