
El Tribunal Oral Federal de Paraná, a cargo de la jueza Noemí Berros, condenó a tres años de prisión condicional a Alberto Nelson Barnada, de 77 años, por tenencia ilegal de explosivos, tras haber sido sorprendido el año pasado en el puesto caminero de Cerrito con 500 kilos de Gelamon V.F. 65% ocultos en la caja de una Toyota Hilux.
Según supo ANÁLISIS, a pedido del fiscal general José Ignacio Candioti, la magistrada también dispuso el decomiso de la camioneta y del material explosivo; y que el juzgado federal continúe investigando el destino final del cargamento ilegal. En el juicio, el acusado fue defendido por Andrés Bacigalupo y Ladislao Uzin Olleros.
El ahora condenado es nacido en Chajarí pero desarrolló su vida en Posadas, Misiones. Se dedica al comercio de equipos viales y mineros y tiene el título terciario de piloto comercial de avión.
El procedimiento ocurrió el 12 de junio de 2024, cuando policías del control de Santa María detuvieron la camioneta para un control de rutina. Al ser consultado, Barnada dijo que transportaba agroquímicos, pero al revisar hallaron 20 cajas con panes de explosivo de alto poder, en total medio tonelada. La carga había sido adquirida en Córdoba, cerca de Alta Gracia, a la firma FATMAN, abastecida por Fabricaciones Militares, aunque el comerciante no contaba con ninguna autorización, permiso o habilitación para la compra ni para el traslado.
El caso tuvo fuerte repercusión nacional y fue seguido de cerca por el entonces ministro de Seguridad y Justicia, Néstor Roncaglia; además, los policías que descubrieron la carga recibieron un reconocimiento del gobernador Rogelio Frigerio.
El fiscal general Juan Ignacio Candioti llevó adelante la acusación.
Como contó ANÁLISIS, en el juicio, Barnada dijo que realizó el viaje en esas condiciones para ahorrarse el costo de un transporte, explicó que carecía de documentación porque su cliente, una importante empresa constructora, no tenía el permiso para la compra del material, y sobre todo desestimó el peligro ocasionado con esa carga con la que atravesó el túnel subfluvial.
Al declarar, el 26 de agosto, Barnada habló inicialmente sobre “el origen del viaje” porque “se tejieron muchas suposiciones y hay algunas cosas que es importante destacar”. “No es una decisión de llevar una carga como estaba esto y sobre todo en la que no estaba al tanto el chofer como la camioneta”, comenzó, en referencia a él mismo, y continuó: “No es una cosa común. Sucede que al llegar al polvorín de San Agustín de FATMAN (empresa proveedora), cerca de Alta Gracia (provincia de Córdoba), antes de llegar al destino recibo la noticia de que la gente que estábamos inscribiendo desde hacía meses para ser usuario que recibe el servicio de voladura, que tiene una obra con un tendido de media tensión entre San Vicente y San Pedro, Misiones, la firma Proobra, no les había salido el certificado, se estaban reinscribiendo. Eso complicaba el tema porque los remitos y la papelería estaba en poder de ellos. Lo de Proobra podía salir cuando yo llegara y de no ser así hay otros inscriptos a los cuales podía recurrir para dirigirles el material y salir de la situación incómoda”.
“Soy un proveedor de Pro Obra hace casi 40 años y tengo amistad con su dueño, y los asesoro en excavación en rocas”, recordó. Entonces, tomó la decisión de avanzar con el negocio igual: “Ahí decido de qué manera continuar con el viaje y el resto ya lo conocemos porque todo el mundo estuvo hablando de eso. Yo no tenía conmigo el bolso de chapitas para el auto, los réflex hubieran sido lo de menos porque se compraba en cualquier parte, y tampoco un remito porque FATMAN parece el aeropuerto de Posadas, una vez que se va con la carga desaparecen todos. Me cuesta quedarme dos días más si tengo que hacerlo, necesitaba además hacer viajar esa carga por la moneda que iba a arrojar ese viaje. Un viaje de camión, de 6.000 kilos, por ejemplo, o de 100, porque se cobra el viaje, es alrededor de 3.500 dólares, y llevarlo en camioneta cuesta 300, ahí tenía un ahorro importantísimo. Me venía bien. El otro tema es que iba a tener, según para quién fuera el material, una ganancia mayor o menor, pero siempre una ganancia”.
Barnada también contó su vínculo con la empresa FATMAN: “Tengo una relación con un poder que tiene más de 10 años. Manejaba un montón de cosas, cobro su plata en mi zona, por ejemplo, hay una confianza y amistad de años. Me sentí desde el principio obligado a cuidarlos, porque no me habían hecho nada fuera de lugar. Se puso espeso el asunto cuando decido llevarme lo que había ahí”.
“¿Por qué lo lleva en esas condiciones?”, le preguntó en el juicio el fiscal Candioti: “No tenía otra oportunidad, pensé que me exponía a un delito administrativo porque me estaban faltando chapas para el vehículo, documentos específicos, y para el conductor. Lo del riesgo y lo demás se ha manejado bastante pólvora, no es tan así, no hay antecedente de explosiones de camionetas ni nada por el estilo, se decía que era peligrosa por el contacto del material con el piso de la caja. La Toyota era una SRX, que tiene un diseño con una caja que viene con un cobertor de serie, es de plástico, o sea que no hay contacto con metal de ninguna clase, y hay una limitación de no llevar más de seis cajas (apiladas), pero por un tema de resistencia del cartón, no por el vehículo. Pero en toda camioneta tiene una limitación natural de no exceder el alto de la caja”, respondió.