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Shock, Gradualismo o Acuerdos: la verdadera elección

"Sin acuerdos federales y previsibles que pongan al sujeto productivo en el centro, seguiremos atrapados en el péndulo de las crisi.”

Emiliano G. Tutau

“Debemos salir de la polarización: el sujeto productivo tiene que volver al centro. La política se perdió en la grieta y olvidó a su verdadero protagonista: el trabajador, el productor y el empresario. Sin acuerdos federales y previsibles que pongan al sujeto productivo en el centro, seguiremos atrapados en el péndulo de las crisis.”

Tenemos un oficialismo que habla de consenso pero se inclina por la polarización. Una política que nos aleja de las soluciones para nuestros vecinos. El resultado bonaerense mostró la debilidad política del gobierno nacional y su falta de construcción de acuerdos, lo que terminó exponiendo la volatilidad cambiaria de un modelo económico y político con enormes fragilidades. Más que un problema técnico, la raíz es política: sin acuerdos duraderos no hay previsibilidad, y sin previsibilidad no hay confianza en el rumbo económico.

Los mayores beneficiados de esta coyuntura son los gobernadores de las provincias federales. A medida que el poder central se desgasta, ellos emergen como los verdaderos garantes de la gobernabilidad. Pero esa ventaja coyuntural se traduce en un dilema: los aliados de Milei, como Frigerio en Entre Ríos, deben explicar por qué van juntos con un proyecto que hace inviables nuestras economías regionales, paraliza la obra pública y recorta recursos esenciales. No alcanza con la excusa de la polarización; deben ofrecer resultados concretos a sus sociedades. La búsqueda de una salida política obliga hoy a los gobernadores a dar señales claras a sus economías reales, de lo contrario seguirán la suerte del gobierno nacional.

La paradoja se expresa con claridad en Entre Ríos. Mientras los empresarios reclaman un plan nacional de infraestructura, el gobernador impulsa una ley provincial para suplir la ausencia de Nación. La contradicción es evidente: a nivel nacional se acompaña un modelo de ajuste que vacía de recursos a las provincias; a nivel provincial se legisla para compensar ese vacío. Este doble juego desnuda la inconsistencia del sistema y la necesidad de un acuerdo federal verdadero, no de parches aislados.

Para salir de la estrategia del “emparche y siga” es necesario discutir la composición política que hoy domina nuestras sociedades. La Argentina atraviesa desde 2001 un proceso de disolución del tronco histórico del bipartidismo (PJ–UCR). De la fórmula Alfonsín–Martínez y Luder–Bittel hasta Macri–Pichetto y Fernández–Fernández, transitamos del bipartidismo clásico a coaliciones opositoras, hasta desembocar en un exceso de personalismo. Hoy hay tantos partidos como dirigentes, y el fenómeno

Milei–Villarruel es la expresión más cruda de esa crisis: una política fragmentada, sin estructuras sólidas, que reemplaza los acuerdos programáticos por liderazgos emocionales e individuales. Esa lógica impide pensar un horizonte común y profundiza tensiones históricas que nos conducen, una y otra vez, a crisis cíclicas: Gobernabilidad vs Estado eficiente, Estabilidad macroeconómica vs Crecimiento, Integración social vs Desarrollo productivo.

Más de cuarenta años de democracia no alcanzaron para estabilizar al país en el plano económico. Y en ese camino hemos dejado de atender al verdadero sujeto de la política: el trabajador, el productor, el empresario. El sujeto productivo. La dinámica centralista agravó los problemas en las provincias, sin una visión federal de las soluciones. Superar estas tensiones exige un sistema de acuerdos que garantice previsibilidad para los actores productivos, en lugar de reproducir el péndulo de crisis y falsas estabilizaciones.

La experiencia internacional muestra que la polarización neoliberal, basada en la división entre incluidos y excluidos, debilita la acción colectiva en sociedades heterogéneas. En la Argentina, un 3% de la población concentra ingresos y condiciona el sentido común de la mitad restante, fragmentando y debilitando a nuestras comunidades. Frente a eso, los movimientos nacionales, populares, federales y democráticos tienen la responsabilidad de construir consensos que conduzcan esa heterogeneidad hacia un rumbo de desarrollo productivo. La clave está en integrar al sujeto productivo (especialmente a los sectores más vulnerables, con baja capitalización y alto riesgo climático) en una estrategia de crecimiento.

No se trata de elegir entre shock o gradualismo, ni de volver a viejas polarizaciones. Se trata de recuperar la política como ámbito de acuerdos: construir un sistema federal que brinde tranquilidad y previsibilidad, que reconozca las nuevas formas de trabajo, garantice registración y acceso al crédito, sostenga la obra pública y promueva la producción en todas sus formas. Hay que sacarnos de la cabeza la idea de consultor de marketing político: la Argentina no se resuelve con slogans ni con campañas, sino con consensos reales, con un sistema de acuerdos que dé estabilidad, desarrollo y futuro. Ese es el camino para que la democracia argentina no quede atrapada en el péndulo de las crisis, sino que se proyecte hacia un futuro estable, productivo y federal.

(*) Concejal de Paraná por el PJ

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