El Frente de Frentes, las reacciones y las encrucijadas a las que se enfrenta

Por Coni Cherep (*)

Y entonces, ocurrió: Los viejos integrantes del FCYS de Santa Fe, que gobernó durante doce años la provincia, sumarán fuerzas electorales con todos los integrantes de JXC y serán, sin duda alguna, la expresión opositora más fuerte y con serias chances de imponer al sucesor de Perotti en septiembre.

Las reacciones a la foto y la decisión de elaborar un documento conjunto entre todas las expresiones partidarias fueron las que el sentido común dictaba: Desde el peronismo, con resignación, rompieron con frases poco felices. El presidente del partido que gobierna Santa Fe desde 2019 y que sostiene a Omar Perotti en el gobierno, a pesar de las incontables denuncias de corrupción y las medidas que han generado un ajuste sin antecedentes en las políticas de Seguridad, Educación y Salud, desde el retorno a la democracia, afirma sin ponerse colorado «no me imagino a los socialistas votando por los candidatos de Cambiemos». La «izquierda» del peronismo, que representan los Kirchneristas Kiko Busatto y la diputada Matilde Bruera, acusan a la nueva fuerza opositora de «representar los valores de la derecha neoliberal». Lo dicen dos diputados que acompañaron a Perotti en la lista, y que no tuvieron complejos en formar parte de ella, ni pusieron reparos en el comprobado pasado privatista de Perotti. Ninguno de los dos se auto objetó, que iban a ser diputados del hombre que entregó a lavadores de dinero el centenario banco provincial, ni parecían acordarse de que antes de su venta, fue el propio Perotti el que perfeccionó el vaciamiento.

Desde los sectores «progresistas no peronistas», entre los que se pueden identificar al radical Palo Oliver, al ex socialista Rubén Giustiniani y a algunos sectores del propio socialismo, vencidos en una interna, hace menos de dos años, más algunos sectores «progresistas no tan peronistas», como Carlos del Frade, insisten en reprocharles a radicales y socialistas, haber traicionado los valores fundacionales de sus partidos. Estos sectores se enfrentarán, también, a la discusión nada sencilla de elegir a sus candidatos a diputados, un asunto en el que ninguno de los integrantes parece decidido a resignar.

La situación no es cómoda, ni pacífica. Las redes sociales son cajas de resonancia micro climática de las expresiones de todos los dirigentes y militantes, y aunque generen «sensación» de masividad, no dejan de representar sólo a ellos y a los seguidores que, en general, leen lo que prefieren leer y son leídos, casi siempre, por quienes piensan como ellos.

Pero la realidad es mucho más difícil y ancha. Y los debates que se empiezan a dar, no son otros que los que las fuerzas partidarias santafesinas se debían desde hace varios años, especialmente desde la derrota que los alejó del poder en junio de 2019.

Declamaciones, negociaciones y real politik

Todos fuimos adolescentes con febriles ideales imposibles. Eso se interrumpe, generalmente, cuando lo que toca es administrar. Y cuando lo que se administra, impacta directamente sobre la vida de la gente. Fuera de esas responsabilidades, todos los militantes prefieren ser Rosa Luxemburgo ó

Las declamaciones ideológicas, pierden sentido cuando las soluciones a los conflictos de la realidad no se adaptan a ellas.

«Hay que construir poder» dicen todos, a la hora de ponerle una zanahoria al camino que se elige. Y en ese camino, la zanahoria se llena de mística y promesas libertarias, a las que sólo se llegan, cuando se llega, formando parte de fuerzas representativas que aspiren concretamente a administrar el Estado. La zanahoria, al final, es esa: ocupar los espacios de poder concrecto, acceder a las herramientas que te permitan formular e intentar los cambios que se pretendían al comienzo del camino.

Todos – o la mayoría de la gente de buena fe- aspiramos a una sociedad más justa. Todos queremos que la riqueza se redistribuya, todos anhelamos una sociedad pacífica, que los ricos paguen más impuestos que los pobres, que la actividad productiva le gane a la timba financiera y especialmente, que quienes acceden a los gobiernos sean personas capaces y honestas.

En la provincia de Santa Fe, la experiencia demostró que es posible. Con carencias, claro. Con pruebas fallidas, seguro. Y especialmente, con todos los factores exógenos que obstaculizan la buena voluntad.

Al Frente Progresista, hay que decirlo, lo sacó del gobierno la gente. Por vía democrática y bajo motivos – entonces- comprensibles: Subsistían, después de 12 años ininterrumpidos, problemas estructurales en pobreza y seguridad, que la sociedad prefirió transferir a quienes prometían resolverlo.

La derrota no tuvo esa sola razón. Contribuyeron, especialmente, las divisiones de quienes habían accedido al poder de la mano del FPCYS y salieron a restar votos, y las serias internas palaciegas que ocuparon más energías en limitar al otro, que en enfrentar a quienes venían por los espacios que se habían ganado.

La prematura muerte de Miguel Lifschitz fue un mazazo humano, claro, pero sobre todo un Tsunami político. Al socialismo, que administrando el poder podía generar reemplazos y consolidarlos desde la gestión, se le produjo un quiebre interno, del que nunca se habla en público, pero que suele ser casi el único tema de conversación en las mesas de café.

Al radicalismo se le presentó la oportunidad que no esperaban, al menos hasta 2027. Por primera vez, desde Aldo Tessio, pueden poner en el sillón de López a un correligionario y por fin, tomar el comando del gobierno. ¿Alguien puede discutirles legitimidad, después de haber acompañado – en su inmensa mayoría- hasta el último día de gestión a los tres gobernadores socialistas?

Como notarán, los últimos dos párrafos ya o hablan de ideologías o posiciones, sino de circunstancias que modificaron las estrategias para acceder al poder, y de las razones por las que el FPCY perdió la elección en la provincia.

A los dos partidos, se les debe sumar el PRO, claro, que, con la excepción de los resultados obtenidos por una sola persona, muy popular como Miguel Del Sel, y los «arrastres» con los que fueron beneficiados por las elecciones nacionales, nunca tuvo aspiraciones reales y genuinas de gobernar la provincia. ¿Acaso alguien se acuerda de quien encabezó la lista de diputados en la elección de 2015? Un hombre que hoy, después de haber perdido por casi 30 puntos en la elección a intendente de 2019, siendo el candidato del intendente, volvió- suponemos- a la vida universitaria: Albor Cantard.

Los ideales sirven como objetivos, y todos persiguen, a su manera, más o menos los mismos. La diferencia, claro, son las prioridades y esas prioridades, no se debaten en las elecciones, sino en el poder. Y de poder hablamos, no de un campeonato de buenas intenciones y valientes alocuciones.

Al poder, en democracia, se llega reuniendo voluntades, apuntando a las mayorías, generando condiciones de acuerdo con los que piensan diferente, con los que tienen miradas distintas. Los que piensan de la misma manera, están juntos. Salvo, que alguno de ellos, haya comprendido lo único que se debe entender a la hora de hacer política: Que el objetivo es cambiarles la vida a los ciudadanos, y que eso se hace, exclusivamente, desde la administración del Estado y nunca, jamás, desde la comodidad de la tribuna. A los partidos los ganan los jugadores, nunca la barra brava. En general, ellos sirven sólo para que las cosas se pongan peores.

Para ganarle el partido a todas las inequidades que enumeramos en nuestras bonitas alocuciones, hay que jugar el partido. Hay que estar entre los 11 titulares, o los 7 suplentes. Desde afuera, nadie ganó nunca nada.

La grieta nacional ineludible, las demandas sociales y el peligro outsider

«Yo no puedo votar a Bullrich» dice un militante socialista en redes sociales. Y está bien. Nadie está obligado a votar a nadie, ni a militarlo. Pero esa renuncia, implica desentenderse de la responsabilidad que todos, especialmente los militantes, tenemos a la hora de definir la suerte del país.

Del mismo modo que a los radicales de JXC en Santa Fe se les reprocha la división de votos en la elección a gobernador en 2019, muy funcional al triunfo de Perotti; los militantes de JXC les reprochan a los socialistas, haber construido una alternativa junto a Lavagna, que dividió votos en las PASO y que sin tener influencias finales en generales y en el Ballotage, jugó a favor del triunfo de Alberto Fernández.

Con el diario de tres años después, todos entienden lo ocurrido. Lo que nadie hace, y es lo que este debate requiere, es hacerse cargo de los errores cometidos y afrontar la realidad desde un lugar de menor soberbia y de mayor comprensión de los límites de cada uno.

Ni el Socialismo puede volver a gobernar Santa Fe, si no es de la mano del radicalismo y el resto de los partidos que componen el «Nuevo Frente», ni los radicales tienen asegurado el triunfo con un esquema dividido, ni el resto de las fuerzas puede aspirar a ganar una banca, solos.

Se trata, sin vueltas, de un acuerdo que le permita a cualquiera de ellos volver a Casa Gris. Y No solo eso, necesitarán, además, un respaldo legislativo que les permita gobernar. Todo eso, bajo un programa común, donde haya apenas diez puntos en los que se coincidan. Las prioridades de ese gobierno, las dispondrá el que gane. Y ese, a siete meses de las elecciones, puede ser radical, socialista o del PRO.

No faltarán lo que digan que finalmente, se trata de un típico acuerdo antiperonista, un «armado gorila» y aquí la respuesta parece tan sencilla, que debería llamar a silencio a quienes la cuestionan: El que gobierna la provincia desde el 11 de diciembre de 2019, es el peronismo. Con todas sus vertientes: En el gabinete de Perotti hay massistas, cristinistas, miembros de las organizaciones sociales peronistas, dirigentes gremiales tradicionales y los denominados «progresistas». Todos ellos, no tuvieron vergüenzas en amontonarse con un sólo objetivo: desplazar del gobierno a los integrantes del FPCYS. Y lo hicieron, demostrando después que al final, era lo único que les importaba.

Lo penoso, o aún más penoso, es el proceso paralelo de la sociedad: Mientras algunos se rasgan las vestiduras por los complejos y los artificiales limites ideológicos, lo único que crece en la sociedad son las expresiones de extrema derecha antidemocrática. Y no es casualidad. Es, entre otras cosas, a consecuencia del fracaso de la clase política tradicional que sigue eligiendo agendas ajenas a las urgencias sociales.

El ejemplo palmario es el de Perotti: ganó las elecciones prometiendo soluciones al más complejo asunto que sufre la población, pero nunca las tuvo. Y la estafa, no sólo impacta en él y su gestión, sino en toda la política tradicional, porque el peronismo nunca duda en desentenderse de sus responsabilidades y elige, siempre, decir que la culpa de todos los males es de los otros.

Elegir hoy entre JXC o el FDT es un mal menor, porque lo que está enfrente y en silencioso pero sostenido crecimiento, no es una «alternativa democrática»- como lo intentaron ser Binner, Lavagna o más alejados en el tiempo, Chacho Alvarez y Bordón. No, lo único que crece es Milei, amparado en ese creciente desprecio por la política.

No se trata de votar a Bullrich, a Macri, a Larreta o incluso a Massa o Alberto Fernandez (donde, a su pesar, se ponen quienes rechazan al Frente de Frentes santafesinos). Se trata de formar parte de una coalición democrática, que demuestre que la política sigue siendo el camino adecuado para resolver los conflictos y las necesidades.

Cuanto más fuerte sea el respaldo de esa coalición, más ciertas serán las chances de formular promesas y concretar, al menos, algunos cambios.

Lo demás, es poesía. Linda, claro. Pero sin ningún efecto concreto sobre la vida de la gente.

Es la hora de ponerse colorados y aceptar que se está en una encrucijada de la que al menos hoy, no se puede salir.

No hay una sociedad exigiendo una tercera fuerza tradicional, hay una sociedad empujando hacia la anti política.

Y cada uno sabrá, finalmente, funcional a quien terminó siendo.

Que no pasen tres años, para reconocer que estaban equivocados. En ese tiempo, Perotti lo demostró, el daño puede ser aún mayor.

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