Javier Milei, en el pico de la euforia

Por Carlos Pagni (*)

El mundo entero está pendiente del resultado de una elección misteriosa en Estados Unidos, que tendrá lugar este martes. Es una elección que llama la atención por su aparente empate en las encuestas, aunque las apuestas se inclinan ligeramente a favor de Donald Trump. También existen otras teorías, que rozan lo conspiranoico, sobre apostadores que podrían estar impulsando a Kamala Harris como sorpresa para beneficiarse en caso de un triunfo inesperado de Trump. Pocas veces se ha visto un escenario tan parejo en una elección estadounidense. Pocas veces se bifurcaron tanto los senderos delante de este país, y por lo tanto, del mundo, como en este escenario. Es un momento en el que, por la proyección global de su política, Estados Unidos define también el rumbo de otros países.

Este contexto muestra un quiebre en el consenso clásico en Estados Unidos sobre temas previamente indiscutibles, algo que se manifiesta especialmente en esta elección y proyecta múltiples incógnitas sobre la política exterior y los conflictos actuales a nivel global, incluyendo los que afectan a nuestro país.

La noticia de último momento es la publicación de un editorial de The New York Times, que se pronuncia en contra de Donald Trump. Allí el equipo editorial pide el voto en su contra, más que en favor de Kamala Harris, y lo fundamenta en razones institucionales, señalando corrupción e ilegalidad en la presidencia y política de Trump. Este editorial incluye, además, un botón de “compartir” en su versión web, incentivando a los lectores a viralizar la convocatoria.

La gran incógnita sigue siendo un mundo a la sombra de una nueva presidencia de Trump. No hay indicios de cuáles serían las grandes novedades de Harris, quien se percibe como una continuidad matizada de la administración Biden, aunque algunos analistas sostienen que Harris podría representar una ruptura con la inercia de la política estadounidense. Hace seis meses era impensable que Harris estuviera en esta posición con posibilidades reales de ganar, lo que introduce un factor de cambio novedoso que algunos ven como una oportunidad frente a lo que podría ser un resultado menos predecible y más obvio.

Trump propone un regreso al proteccionismo económico más radical. En la red X, el economista argentino Ricardo Carciofi advirtió que un triunfo de Trump no beneficiaría necesariamente a la Argentina, ni siquiera en el contexto de una presidencia de Milei, que se ve identificada con esa posible conquista. Carciofi señala que Trump promete -veremos si después lo cumple o es solo un discurso de campaña- un aumento del 60% en los aranceles de todas las importaciones chinas. Durante su paso por la presidencia, él ya había impulsado una política de este estilo y, en medio de la guerra comercial con China, produjo un incremento en los precios de la economía norteamericana de 0,3%. Economistas de JP Morgan calculan que esta nueva medida también podría elevar los precios en Estados Unidos. Esta vez, en un 1,1% de inflación. Además, Trump plantea un arancel universal para todas las importaciones de un 10%, lo cual añadiría un 1,5% a la inflación estadounidense. Esto llevaría a un aumento en la inflación del país de más de dos puntos porcentuales, lo que dificultaría que la Reserva Federal baje las tasas de interés con la velocidad con la que lo viene haciendo. Una tasa más alta impulsaría un flujo de capital hacia los bonos estadounidenses, resultando en un cimbronazo -le pasó a Mauricio Macri en 2018- en las economías emergentes. Los que tienen inversiones en esas economías prefieren ir a los bonos del Tesoro. Ello deriva en la devaluación de otras monedas.

Este posible fortalecimiento del dólar afectaría el dólar libre en la Argentina y podría abrir aún más la brecha que el Gobierno intenta cerrar para levantar el cepo. Estos son efectos no previstos para el país, derivados de las promesas de Trump hacia el trabajador estadounidense, a quien busca asegurarle el empleo mediante políticas proteccionistas.

Desde la Argentina, Javier Milei espera con optimismo la posible llegada de Trump, con quien se identifica en varios aspectos. Milei ha apoyado abiertamente a Trump, lo que ha generado malestar en el gobierno demócrata de Estados Unidos y probablemente en su embajador en Buenos Aires, Marc Stanley. Sin embargo, la ayuda que Milei espera de Trump, que se daría a través de canales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), podría verse equilibrada o compensada por las consecuencias inflacionarias de sus políticas, que afectan los flujos de capital y la valoración de las monedas frente al dólar.

El Gobierno y el equipo económico de la Argentina están atentos a este escenario. La semana pasada, en el marco de la reunión del FMI en Washington, miembros del equipo económico, encabezados por Luis Caputo, llegaron con anticipación al lugar -arribaron el lunes cuando el encuentro era el miércoles- para negociar un posible programa de apoyo financiero, condicionado a la liberalización cambiaria en el país. Luego participaron con mucho éxito en la reunión del Fondo, donde la Argentina es uno de los grandes atractivos internacionales hoy, sobre todo para el mercado financiero.

Si se produce un triunfo de Trump, podría tener un efecto de convalidación para aquellos que se identifican con él en Europa y en América Latina. Trump tiene dos amigos en América Latina: Jair Bolsonaro, que no está en el poder, y Javier Milei. Si Trump gana, ambos podrían pensar, como Giorgia Meloni en Italia o Viktor Orbán en Hungría, que esta “receta” funciona. Lo que le importa a cualquier político es que su fórmula genere votos; por eso los líderes afines a Trump podrían reforzar sus tesis y abrazarse más a su credo y su extremismo. Esta radicalización es un efecto general que podría tener el triunfo de Trump sobre quienes se identifican con su política.

Este fenómeno ya se está observando en el Gobierno. No porque Trump haya ganado, sino porque hay una euforia, precisamente, por el atractivo que tiene la gestión de Milei y de Luis Caputo para el mercado financiero. Además, en las encuestas al Gobierno le está yendo mejor que en los últimos meses. Algo que podría ser especialmente atractivo para Milei en una eventual victoria de Trump es la propia radicalización de Trump. Hace una semana, el expresidente declaró que si llega al poder habrá “unos días de dictadura” en Estados Unidos. ¿En la república ejemplar, donde se han mirado todas las repúblicas del mundo en los últimos 300 años? Sí. Promete una gran concentración de poder para tomar medidas radicales contra el FBI, la CIA y otras entidades con las que tiene cuentas pendientes por sus problemas judiciales y penales. Probablemente también se espera un fallo de la Corte de Estados Unidos —una corte conservadora y pro-Trump— que le otorgue inmunidad al presidente mientras esté en el poder. Es decir, una gran concentración de poder a la que los estadounidenses no están tan acostumbrados.

Cuando Milei vea esto, probablemente pensará “bueno, esto valida, en otra escala, lo que yo estoy haciendo acá”, que es una política liberal para el mercado y una política hegemónica, podríamos decir populista, para las instituciones. Implica una radicalización del gobierno de Milei en muchos planos, fenómeno que puede verse reflejado en las últimas encuestas. Un trabajo reciente de Mora Jozami para Casa 3 muestra que hoy Milei tiene un 49% de aprobación frente a un 47% de desaprobación. Experimentó además un repunte en su imagen positiva, que subió de 42% a 49% y una caída de la imagen negativa del 53% al 47%. Al ver esto, el Gobierno dice: “Aceleremos”.

En la economía, se baja la tasa de interés en cinco puntos para promover la actividad. El Gobierno sabe que tuvo una gran victoria contra la inflación, pero que este triunfo implicó un costo enorme: una fuerte contracción del producto, como pocas veces se ha visto. La economía argentina se achicó seis puntos porcentuales en tres trimestres, algo tan inusual como la baja en la inflación. Entonces, comienza a haber una política de relajamiento de la tasa de interés, aprovechando el aumento de crédito y consumo. Los bancos empiezan a otorgar crédito para la producción de bienes durables como autos, heladeras, motos, etc., y el Gobierno intenta reanimar la economía por esta vía.

Al bajar la tasa de interés, Caputo y Milei probablemente piensen que la inflación seguirá bajando, lo cual les permitiría relajar la política monetaria. Economistas clásicos como Nicolás Dujovne y Miguel Kiguel señalan que este es un programa raro: muy ortodoxo, contractivo y austero en lo fiscal, con un ajuste del que Milei no para de vanagloriarse, como se vio este domingo en su diálogo con Amalia “Yuyito” González. Pero es un programa heterodoxo y expansivo en lo monetario. Kiguel comenta que es lo opuesto al programa de Macri, que fue muy contractivo en lo monetario, pero no lo suficientemente ortodoxo en lo fiscal.

Surge una pregunta entre los economistas: ¿Esta baja en la tasa de interés, acompañada de una baja en la inflación, implicará que el Gobierno disminuya también el ritmo de devaluación? ¿Es posible que, en lugar de devaluar el 2% mensual, lo haga, por ejemplo, al 1% mensual? Este es un interrogante hasta fin de año. Al fondo de estas preguntas subyace el enigma sobre el momento en que el mercado de cambios se libere, al menos parcialmente. El Gobierno sigue sin responder.

Se advierte otra radicalización, en la política exterior: despidieron a Diana Mondino, porque le impidió a Milei una foto clave. ¿Cuál era la foto? En una votación ideológica como la de Cuba, aparecer solo junto al gobierno de Biden y el gobierno israelí. Milei ha declarado desde la campaña que esos dos países son sus aliados. Esta era la oportunidad única de que la Argentina votara junto a Estados Unidos e Israel en la ONU contra el resto del mundo en un tema ideológico muy atractivo para un gobierno de derecha radical como el de Milei: Cuba.

No se dio, ya que la Argentina votó con el resto de los países en contra del embargo a Cuba, con un razonamiento diplomático: si Argentina no acompañaba ese voto, el resto de la región no respaldaría su pedido anual en Naciones Unidas para reivindicar la soberanía sobre Malvinas. Sería visto como una falta en la política argentina respecto de Malvinas, en un momento en que la Cancillería de Mondino ya cometió un error al referirse al territorio como “Falklands” y no “Malvinas” en un comunicado. Entonces, para evitar dos errores en 15 días, optaron por votar a favor de Cuba. Milei, en respuesta, despidió a Mondino, quien comentó: “Pero yo tenía una autorización”. ¿De quién? Todavía no lo pudo decir. “Hablé con la Casa de Gobierno”. Pero la Casa de Gobierno no habla. ¿Habrá hablado con Caputo, el mago del Kremlin? Difícil que hable con Karina Milei, porque no se llevan o no se llevaban bien. Karina Milei le intervino la Cancillería a Mondino y el final de esa intervención es esta despedida.

Pero hay algo interesante que apareció en el diálogo con Yuyito González por parte del Presidente. No es un problema solo de conflicto entre Milei y la Cancillería por la cuestión cubana o por la discusión sobre Malvinas. En esa entrevista se plantó en frente del multilateralismo. Dijo algo más conceptual, ideológico y general que ahí sí lo asemeja mucho a Trump y a otras manifestaciones de la derecha internacional: “A mí no me parece bien que un organismo multilateral como Naciones Unidas intervenga en la libertad de las personas”. Ya no es un reproche a que intervenga el Estado en la vida individual de las personas. Ahora no quiere que intervengan los Estados bajo el nombre de una organización multinacional como Naciones Unidas y prefiere apartarse de esa política que “contamina la cabeza de los diplomáticos”, a los que trató prácticamente de holgazanes y gente desconectada de los intereses concretos que debe manejar un gobierno. “Si quieren esa política, que ganen las elecciones; si no, que obedezcan”, dijo.

Para obedecer, nombró a Gerardo Werthein. Un hombre que viene justamente de ser el embajador en Estados Unidos y está muy ligado a Israel. Toda su familia es muy controvertida desde el punto de vista de su comportamiento empresarial. Llega a la Cancillería esta posición radical de Milei en materia de alineamiento internacional, y él tiene que dar una pelea contra la diplomacia. No solo echando parte del personal, que es lo que le pidió el Presidente. Va a haber algo dramático si es que lo hacen: desenganchar sus sueldos de los judiciales. Hay una asociación entre los salarios diplomáticos y los del poder judicial. Se desacoplarían. Lo mismo con el de los jubilados diplomáticos. Esto es un golpe mortal para los profesionales de una Cancillería que ya tienen problemas por la aplicación del impuesto a las Ganancias. Hay un clima exacerbado en contra de este Gobierno, que ahora se va a radicalizar.

El problema ya empezó porque desde la Cancillería anónimamente empiezan a recordar estos tuits de Gerardo Werthein. “Impresionante elección de Scioli y Cristina Kirchner”, decía el nuevo canciller el 14 de agosto del 2011, cuando, junto con su primo Adrián, era ultra kirchnerista porque venían de querer quedarse con la parte de los italianos en Telecom, en una maniobra combinada con Néstor Kirchner del año 2010, que frenó, en alguna medida, Cristina Kirchner, porque no quiso dar fondos de la ANSES para completarla. Entonces es una de las paradojas de este momento histórico: la fanática adhesión de Gerardo Werthein a Milei, tan fervorosa y ferviente como la que tenía con Cristina Kirchner, en aquel momento en que hacían negocios con el kirchnerismo.

En otro tuit del 24 de octubre de 2011, escribió: “Felicitaciones, Cristina, por la extraordinaria elección. Que siga apoyando al deporte siempre”. Él forma parte del Comité Olímpico Internacional (COI). “Vamos, Argentina”, dijo ese Werthein que ahora es canciller de Milei. Vaya uno a saber qué pensará Cristina al mirar todo esto.

Y ahora lo otro que emerge de los sótanos de esta Cancillería a la que llega Werthein es un video en el que le preguntan: “Si las elecciones fueran hoy, ¿quién cree usted que ganaría o sería el mejor candidato a presidente de nuestro país?”. Y Werthein contesta: “Para mí, la mejor candidata es Cristina Kirchner porque creo que es quien está llevando las riendas del país. Lo está haciendo muy bien en este contexto político y económico del mundo. La Argentina está bien parada, tiene números duros que son muy buenos, y tenemos, además, una presidenta que tiene una virtud. Me ha tocado interactuar con ella en diversas facetas, en el deporte, y como empresario, y me encontré con una persona que escucha, que es entusiasta, que cuando ve buenos proyectos, motiva”. El argumento que uno imagina que podría emplear Werthein para justificarse ahora es: el mundo de aquel momento era otro que el actual. Por lo tanto, se entiende que él cambie. ¿Cómo no va a cambiar? ¿Quién puede reprochar que alguien cambie 180 grados?

Como decía el primer tuit, le dio una felicitación a Daniel Scioli, en aquel triunfo de Cristina por la reelección de 2011, por la reelección como candidato a gobernador. Y ahora, 13 años más tarde, Scioli contestó en una entrevista que le hizo Gonzalo Asís el domingo por en Radio Mitre. Cuando le preguntaron por su ubicación en este nuevo mapa de la política exterior, el secretario se tiró de cabeza a candidatearse de manera casi cómica, no porque sea ridículo que él se candidatee al cargo, sino por la forma en que lo hizo. “Estoy agradecido al Presidente y al jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Werthein, que es mi amigo de toda la vida, sabe que no solamente cuenta con mi experiencia y mis contactos, sino la necesidad también de trabajar con la Cancillería en promover la Argentina en el mundo”, dijo y dejó entrever su interés en cubrir la vacante que deja Werthein en Washington. Le preguntaron si se ve trabajando en inglés en los próximos tiempos y respondió: “Sí, todo el tiempo. Me toca, por ejemplo, cuando voy a ferias de turismo, o cuando los inversores hablan en inglés, el idioma que sea.”

Ahí está Daniel Scioli, el políglota, promoviéndose obviamente para suceder a su amigo Gerardo Werthein. En este gobierno se reencuentran, digamos, porque los dos eran kirchneristas en el gobierno de Cristina. Vamos a ver si el Presidente escucha ese mensaje y lo designa en Washington como embajador.

Esta radicalización que vemos en la política exterior de un gobierno que gira hacia lo que proponía hacer en la campaña, muy auspiciado por las encuestas y por una economía que es vista con ojos positivos, sobre todo por el mercado financiero, también se da en la estrategia judicial. Es cierto que el Gobierno tiene dificultades para lograr una operación que fue costosísima a lo largo de todo el año, que es colocar en la Corte a Manuel García-Mansilla, que no sería el problema, sino a Ariel Lijo, por su desprestigio y toda la oleada de objeciones que levantó. Hay mil especulaciones. Una es que podrían designar a Lijo y a García-Mansilla en comisión. Tendría que estar en receso el Congreso, del mismo modo que Macri designó a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. No vale la comparación porque Macri contaba con que después el peronismo de Miguel Pichetto los aprobaría. En cambio, es muy difícil pensar que van a desafiar a Cristina Kirchner designándolos en comisión y que después ella se allanará a convalidar esa designación, dándole los votos del kirchnerismo en el Senado. Por eso están los que piensan que el Gobierno podría sacrificar a García-Mansilla y pactar con Cristina el nombre de una mujer, aunque también es difícil porque vienen diciendo que no. El esfuerzo sigue estando por parte no tanto de García-Mansilla, que se comporta con mucha sobriedad en todo esto, sino de Lijo, tanto que ha convocado, aparentemente en una versión que circula de manera muy fuerte, a Federico Di Benedetto como encargado de hacerle campaña para llegar a la Corte. Es curioso porque indicaría que Di Benedetto, que fue el engranaje fundamental de la campaña de Horacio Rodríguez Larreta, se apartó de Larreta. Porque el exjefe de Gobierno porteño está abiertamente en contra de la llegada de Lijo a la Corte por las mismas razones institucionales que ha planteado muchísima gente sensibilizada por la cuestión judicial. Pero ahí está Di Benedetto haciendo campaña.

Las llegada de Lijo y la llegada de García-Mansilla sería parte de una jugada mucho más amplia que incluye la designación del procurador general de la Nación, es decir, del jefe de los fiscales, un cargo importantísimo, en la medida en que todo el sistema penal se va transformando en un sistema donde la acción penal la dirige el fiscal. Hay distintos candidatos. Uno de ellos es alguien muy ligado al binguero Daniel Angelici: Juan Bautista Mahiques. Hay una versión también muy firme de que, gracias a su íntimo amigo de Mercedes, Wado de Pedro, que navega por todos los ríos, Mahiques tuvo una reunión con Cristina Kirchner. El kirchnerismo no la confirma. Da lo mismo, porque en esa reunión, Juan Bautista Maiques, que hoy es funcionario macrista en la Ciudad, habría sido rechazado por por distintas razones: el comportamiento de Carlos Mahiques, el padre de Juan Bautista, en la Cámara de Casación, y sobre todo el comportamiento de su hermano Ignacio Mahiques, que fue muy severo contra la expresidenta como fiscal. Si uno quiere saber qué pasa entre el kirchnerismo y Juan Bautista Mahiques como candidato a procurador hay que ir al Consejo de la Magistratura y escuchar el discurso de Rodolfo Tailhade, del corazón de Cristina, hablando de él en la última reunión del Consejo de la Magistratura, donde lo destrozó.

El otro candidato es Mariano Borinsky, juez de la Cámara de Casación, también con problemas con el kirchnerismo. Hay que recordar que se necesitan dos tercios para designar al procurador, o sea, también hay que pasar por Cristina. Y ella lo tiene marcado a Borinsky por dos razones: primero, por cómo se supone que va a votar en la causa de Santa Cruz, cuyo fallo tiene fecha para el 13 de noviembre, la semana que viene. Es raro que le pongan fecha a un fallo. Es raro que un tribunal diga “nos vamos a pronunciar dentro de un mes, en tal fecha”. Es como si llamaran a conversar sobre algo. Bueno, puede ser esto de la Procuración. Tampoco Borinsky tiene el apoyo de Cristina, porque además le reprochan reuniones con Macri en la época de su gobierno, antes de que salieran algunos fallos que afectaban al kirchnerismo.

Milei, envalentonado y en un pico de euforia, puede pensar en alguien propio. En Sebastián Amerio, el “otro yo” del mago del Kremlin, Santiago Caputo, en el mundo judicial, y segundo del Ministerio de Justicia. Pero están los que dicen que no se va a ir, entre otras especulaciones, porque antes de fin de año lo echan a Mariano Cúneo Libarona y Amerio va a ser el ministro de Justicia. Entonces, acá viene la pregunta: ¿hay un tapado? Puede haberlo, que inclusive junte piezas difíciles de juntar. Un hombre de bajísimo perfil, de mucha calidad y prestigio como funcionario en la provincia de Buenos Aires, que es Julio Conte Grand, jefe de los fiscales bonaerense. Si él fuera promovido a la Procuración Nacional, quedaría vacante la Procuración en la provincia, y eso el kirchnerismo lo puede ver con algún interés. Así que hay que ponerle la lupa a Julio Conte Grand.

Negociaciones políticas poco coordinadas, porque aparece otra en la Cámara de Diputados, donde el kirchnerismo, con sectores independientes, sobre todo ligados a Miguel Pichetto, y con un sector del radicalismo, empieza a especular con sacarle la presidencia a Martín Menem y promover un candidato por lo menos independiente. El Gobierno no sabemos si está enterado de esta jugada, pero ya empezaron a moverse las piezas para arrebatarle al oficialismo la presidencia de la Cámara de Diputados, que está en la línea de sucesión. Ahí hay que mirar qué pasa porque, si todo el radicalismo se pliega a esta jugada, sería complicado para Milei. También hay que mirar qué pasa con la Coalición Cívica de Juan Manuel López. ¿Por qué el radicalismo? Porque no se sabe si fue una jugada astuta por parte del Presidente insultar a Alfonsín. Más allá del disparate de decir que fue golpista, es dudosa la picardía para la ecuación parlamentaria del Gobierno: insultar a Alfonsín es alejar a los radicales, y, por esa vía, subirle el precio a Macri, de quien Milei dependerá más que antes. Porque, en la medida en que los radicales se alejan, el PRO es mucho más necesario. Habrá que ver si toda esta discusión no termina en un empate, y por el medio cruza el que siempre quiso ser presidente de la Cámara, el entrañable “Pucho”, Cristian Ritondo. Para él podría ser un final feliz. Es una de las discusiones que se está dando secretamente en materia institucional.

Hay otra, todavía más importante, con este aviso: “Boleta única de papel, ¿reforma electoral o cosmética?”. El que promueve esa presentación es Sebastián Galmarini, cuñado de Massa. ¿Quién invita? Rubén Eslaiman, el corazón de Massa en la Legislatura bonaerense. Es el padrino de “Chocolate” Rigau, el que repartía plata que cobraba en el cajero de la calle 7. Eslaiman ahora convoca a esta discusión para implantar la boleta única de papel en la provincia de Buenos Aires, como rige en la Nación. Pero hay una picardía, como siempre la hay detrás de toda jugada de Massa: amplían la Legislatura, llevan a 100 el número de diputados, llevan de 46 a 50 el número de senadores, agregando dos senadores en la tercera sección y dos en la primera, en el conurbano. Pero la picardía está en que esta reforma incluye declarar a la provincia distrito único para la elección de diputados provinciales. Quiere decir que ya no se elegirían diputados por cada una de las ocho secciones bonaerenses, sino que sería una boleta para toda la provincia. ¿Y esto qué quiere decir? Que el que controle el conurbano se queda con la Legislatura, o por lo menos se queda con la Cámara de Diputados. ¿Y quién controla el conurbano? Normalmente el peronismo. Iríamos a una Legislatura en la Cámara de Diputados de partido único porque la oposición, sobre todo los radicales, en general, están en el interior, que tiene menos votos en términos cuantitativos. Es una jugada estructural, técnica, cifrada, pero importantísima desde el punto de vista de la estructura de poder del país, porque determina la estructura del poder de la provincia de Buenos Aires y le termina de dar el poder al conurbano y al peronismo.

Respecto a los radicales habrá que ver si a los intendentes no los compensan con otra ley eliminando la prohibición de que se reelijan después de dos períodos. En las elecciones del año que viene caen 80 intendentes que no se pueden reelegir por segunda vez y muchos están queriendo revisar esta legislación. ¿Le pagarán con esto a los radicales del interior para que admitan esta reforma? ¿Qué opina Kicillof? No sabemos. Lo que sabemos es que tuvo una reunión con Massa. Lo que es increíble es el título de este medio pequeño de la provincia de Buenos Aires: “Axel Kicillof visitó a Sergio Massa”. ¿Quién habrá gestionado este título? ¿Quién se habrá interesado en que se sepa que el gobernador visitó a Massa y no al revés?

Bueno, Massa tiene un sueño: presidir y encabezar la boleta de diputados del peronismo en la provincia de Buenos Aires el año que viene. Si miramos los números de Mora Jozami en relación al liderazgo opositor, surgen estos datos: ¿Quién representa hoy mejor a la oposición? Cristina Kirchner está en 32%. El 25% de la gente dice que no hay quien represente a la oposición. Y 15% apoya a Axel Kicillof. ¿Y dónde queda Massa? Con solo un 2%. Que Massa pretenda alcanzar los niveles de Cristina es muy ambicioso. ¿Puede ser que amenace con ir por afuera para generarle un problema a Cristina? Puede ser.

Si nos centramos en Cristina, hay un detalle que llama la atención. En la medida en que se lanzó como candidata a la presidencia del partido, hubo una recuperación en el voto opositor muy importante para la exvicepresidenta: pasó de 14% en agosto a 32% en octubre. Y, como vemos, “nadie” cae al 25% y Kicillof baja de 21% a 15%. Este repunte de Cristina Kirchner es muy tentador para el Gobierno, que considera polarizar contra ella. Pero es también peligroso, ya que fue una jugada de Macri que salió mal en su momento. ¿Por qué? Porque Cristina volvió detrás de Alberto Fernández.

Hay una serie de preguntas que tenemos que hacernos: si Cristina fuera la candidata a diputada nacional el año que viene, con buenos números, y si Milei y Macri no logran entenderse —algo que es muy probable— ¿con quién tiene que ir el Gobierno? ¿Es suficiente con José Luis Espert para enfrentarse a Cristina, o Milei tendría que ir con Karina, su hermana? ¿Y si ganara Cristina porque el Gobierno se pelea con la oposición al insultar a Alfonsín y distanciarse de Macri? ¿Qué ocurriría con la imagen del gobierno de Milei ante la perspectiva de un regreso kirchnerista? ¿Qué sucedería con las inversiones frente a la posibilidad de un regreso kirchnerista? Eso se esconde detrás de los gráficos y es también lo que motiva toda la jugada bonaerense del Gobierno y de la oposición.

(*) Periodista, publicado en La Nación

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