Por Manuel Lazo
Especial para ANALISIS DIGITAL desde Buenos Aires

En el sentimiento de millones de argentinos, la palabra Patria ha renacido para alcanzar la dimensión real de su profundo significado en el que redescubrimos nuestra propia identidad, nuestra soberanía territorial y cultural hasta sentir por ellas una orgullosa pertenencia. Argentina ha conquistado nuevamente aquellos valores que habían naufragado en la turbulencia de una “globalización” impiadosa que nos hizo perder el rumbo del ser Argentino y Latinoamericano.

El cielo del 25 en Buenos Aires amaneció cubierto y la lluvia amenazaba con arruinar la fiesta. Sin embargo, tal vez por el mágico sortilegio del canto y de las ansias del pueblo por escucharse en él, hacia el medio día las condiciones climáticas mejoraron y la gente comenzó a marchar hacia esa plaza que guarda la memoria de las luchas populares, que contiene el coraje de las Madres que desafiaron el poder armado de la sangrienta dictadura, que conserva el grito de dignidad de los obreros explotados y las aspiraciones de un pueblo que nunca resignó sus sueños de justicia, de libertad e independencia y que supo jugarse el “cuero” en defensa de sus legítimos derechos.

Miles de personas autoconvocadas, poco a poco fueron dando un marco multitudinario en medio del cual flameó la bandera argentina como única identidad a un encuentro en el que se reivindicó la hermandad con nuestra América Latina y con los pueblos originarios.

El festival comenzó con la proyección de un video en merecido homenaje a la gran poetisa, dramaturga y compositora Maria Elena Walsh fallecida en enero de este año. En seis pantallas gigantes se reproducía el espectáculo que se desarrolló sobre un magnífico escenario que contó con una sorprendente puesta de sonido e iluminación. La diversidad artística tuvo a
Pipo Pescador que con su obra deleitó al público infantil, a la murga Uruguaya Falta y Resto, liderada por Raúl Castro, y que fiel a los orígenes de esa expresión artística, ofreció un repertorio que abarcó la realidad social y política con picaresca ironía y que el público celebró con aplausos.

A su turno, Tonolec, con la cantante y periodista formoseña Charo Bogarín y el músico chaqueño Diego Pérez, ofreció una riquísima fusión de ritmos modernos con los sonidos étnicos.

La programación incluyó a la Orquesta Juan de Dios Filiberto, el Coro Nacional de Jóvenes, el Coro Polifónico de no videntes, Coro Nacional de Niños y la Fanfarria del Alto Perú que interpretó el Himno Nacional Argentino con casi trescientos integrantes sobre el escenario.

Actuaron además, Isabel de Sebastián, Mavi Díaz, Leo García, Fenna Della Maggiora, Los Super Ratones, la Compañía de Danza Contemporánea, Los Pericos y La Mosca.

Víctor Heredia, el emblema

Sobre el cierre, en la Plaza de Mayo, se levantó la voz del “Negro” Víctor Heredia. En el mensaje del gran artista, de admirable honestidad intelectual, estuvo resumido todo. El “Negro” es de esos juglares que necesitan los pueblos para ser traducido en sus aspiraciones, para que en su garganta todas las voces se hagan una sola. Víctor Heredia supo comprender a su pueblo, y con coraje levantó siempre su voz contra todo intento de opresión.
Durante su actuación evocó a Néstor Kirchner, recordó a la universal Mercedes Sosa y rindió homenaje a las Madres de Plaza de Mayo con su clásico “Todavía cantamos”. La multitud, con una gran ovación, volvió a reconocer a un artista que no supo jamás de claudicaciones. Un coro de miles de voces coreó sus canciones como para que no queden dudas de que ellas hayan quedado para siempre en el corazón de los argentinos y para reafirmar el romance inagotable del cantor y la gente.

Soledad, el Himno y el fuego

Pasadas las 22, el descenso de la temperatura no le restó calor a la fiesta. La multitud permaneció en la Plaza esperando a Soledad Pastorutti quien ante el delirio de su público, con zambas y chacareras, le puso fervor al festejo. Durante su actuación, invitó al joven violinista Leandro Lovato y luego le puso freno a su show con una sentida interpretación de la milonga de Orlando Vera Cruz, “Pilchas gauchas”.

Al concluir su presentación, la multitud entonó las estrofas de la canción Patria y desde “el bajo”, los fuegos de artificio se levantaron en la noche de Buenos Aires para cerrar un encuentro que reunió a un público de todas las edades que se fue desconcentrando con las banderas argentinas aún sostenidas en sus manos. Esos colores fueron la imagen de un País que ha vuelto a reconocerse en su cultura y que poco a poco va haciendo de esa Plaza de Mayo, que en el derrotero de la historia supo también de sangre y fuego, el lugar del encuentro fraterno.