El entrenador Leonardo Astrada renunció a la dirección técnica de River Plate luego de que su equipo fuera goleado por Banfield en un encuentro correspondiente a la cuarta fecha del Torneo Apertura e AFA. La decisión fue confirmada a la prensa por José María Aguilar, presidente Millonario. En su corta trayectoria como DT del club de Nuñez, el Jefe obtuvo un campeonato local.
Doloroso, esperado, inevitable: Leonardo Astrada renunció tras la goleada ante Banfield, en un vestuario que recibió la noticia en silencio y sin fuerzas para intentar que revisara su decisión.
Algo intuían esas muecas de impotencia. Algo olfateaban esas miradas, por ese sexto sentido que se adquiere con varios años en el club: Gallardo, Zapata, Costanzo, Lux y la Gata Fernández, al llegar al vestuario con la goleada sobre el lomo, percibieron ese escalofrío en la piel. La sensación de que no era otra derrota: era "la" derrota.
En silencio, se buscaron con la vista, sentados en bancos de madera, pero ninguno alzó la voz, apenas murmullos. El resto, sobre todo los nuevos, se mantenía ajeno al clima que se respiraba, sin percatarse de la dimensión. De a grupitos, los futbolistas fueron metiéndose en las duchas. ¿Y Leonardo Astrada? En un cuarto contiguo, harto ya de estar harto, encerrado con José María Aguilar. Renunciando.
Doloroso. Esperado. Inevitable. Así fue el final del Jefe como técnico. Así fue el punto y aparte de la otra historia que eligió transitar el futbolista más ganador de la historia de River. El presidente, también abrumado por la situación, casi que quedó desarmado ante el monólogo de Astrada. Hubo mínima resistencia, ya no había vuelta atrás, por más intento que se esbozara.
Nadie veía otra salida. La puerta se abrió. Astrada, en ese momento ya ex técnico de River, ingresó al ambiente principal del vestuario visitante, el silencio extremo se le clavó en el alma, sabía que ellos sabían, ojeó la escena, vio que faltaba parte del cuerpo técnico (el doctor Seveso, el kinesiólogo Bombicino, el masajista Sapienza y los PF Macaya y Pérez) e hizo que Miguel Arévalo, encargado de la seguridad del plantel, fuera a buscarlos al ómnibus, ya estacionado sobre la calle Arenales.
Entonces, les habló a todos, sin vueltas, directo. Domingo Díaz, Jorge Carullo, Carlos Mosquera y Norberto Alvarez, algunos de los dirigentes que estaban en el recinto, escuchaban al hombre con las espaldas pegadas contra una pared. Los históricos confirmaban su intuición. Los nuevos recién se desayunaban.
Habían pasado 58 minutos reza la crónica de Olé desde el último pitazo de Pezzotta cuando se abrió la puerta del vestuario y Germán Lux asomó su cabeza. Fila india. Mirada perdida. La boca sellada. Astrada, entremezclado entre los futbolistas, hizo su último gesto público: apretó las muelas, frunció los labios y respondió con un seco movimiento de cabeza, apenas oscilante, casi sin fuerza, ante los periodistas.
No quería decir nada. No podía. Un minuto y medio después, Aguilar enfrentó a los medios. "Astrada le ha comunicado al plantel su decisión de dar un paso al costado".
Desde aquella tarde frente a Huracán de Tres Arroyos, triunfo que metió a River por la claraboya en el repechaje para jugar la próxima Libertadores, estaba instalada una sensación fortísima: Astrada no resistiría otra crisis. Entonces lo había frenado Gallardo. Ahora, nadie. Era cosa juzgada.
"No hay mal que por bien no venga", destiló veneno un directivo. Ante este desenlace, algunos dirigentes comentaron en voz baja que la situación se había tornado "insostenible" e incluso advirtieron que el técnico estaba "encaprichado con Costanzo" y varios futbolistas más, lista cuyos integrantes variaban según el grado de calentura.
Por otro lado, las personas más cercanas a Astrada buscaban dejar en claro, también amparados en el "pero yo no te lo dije", que la mecha se terminó de consumir con esta goleada porque el técnico ya no encontraba la vuelta para ensamblar "a un plantel de varios jugadores que no pidió: Loeschbor, Alvarez, Oberman... Sí a Galván, Santana y San Martín. Después quería a Fuentes, Castromán y Arzuaga, pero viste cómo es esto...". Versiones aquí y allá, que cambian de color según la ocasión.
Se va Astrada. También, la mayoría de su cuerpo técnico. Se va con un título en un año y ocho meses. Se va insultado por plateístas. Se va el Jefe. Como nunca imaginó. Lo sostenía su rica historia como jugador. Hasta que la cabeza dijo basta.