Una misma plaza y dos realidades distintas

Luis María Serroels
Especial para ANALISIS DIGITAL

Cambió el gobierno y el estado de ánimo. Fue una auténtica fiesta, en especial, porque incluso no pudieron sustraerse a ella los que no se identifican con quienes acaban de asumir el poder político en la Argentina. Es que cada ceremonia donde se plasma la alternancia de los gobernantes, siempre debe ser motivo de satisfacción.

Desde el jueves 10 de diciembre, el despacho principal de la Casa Rosada tendrá un nuevo habitante. El país tiene un nuevo clima. La ciudadanía tiene nuevos motivos para confiar. Pero todo esto, que comenzó el domingo 25 de octubre, tuvo que sacarse de encima una cadena de embates repudiables y vallas molestas, urdidas por quienes no se terminaban de resignar a la derrota electoral.

Cómo no entender estas estocadas desesperadas y hasta ridículas, si la propia presidente en retirada, que no alcanzaba a metabolizar sus desencantos y frustraciones, bosquejó un plan para embarrar la cancha y, en definitiva, buscar argumentos para no ser ella quien le entregue al líder de Cambiemos sus atributos del mando.

Genio y figura, Cristina Fernández no podía terminar su ciclo sin desahogarse. Mandó organizar un acto para despedirse de sus militantes, lo cual no tiene nada de criticable. Pero lo objetable fue que aprovechó el último de sus exasperantes y empalagosos discursos por cadena nacional, para victimizarse, encender la llave del ventilador desparramando ataques enfermizos hacia todos (y todas), enrostrar a Dios y medio mundo su fracaso en el cuarto oscuro eludiendo ser propietaria de la caída, acusar de todos los males apocalípticos a los medios hegemónicos, seguir mintiendo con los números que deja para acogotar a su sucesor y encima hacer gala de un humorismo de baja estofa.

“No pensé que iba a ver un presidente cautelar” (dijo ocurrente), olvidando que ella fue gobernadora por un día en una transición en Santa Cruz y que, con escasa vocación democrática, llegó a pedir públicamente la renuncia de Fernando de la Rúa. ¡Qué ironía del destino! Ella que tanto jugó con el tema de la huída en helicóptero desde la Casa Rosada, terminó huyendo en avión a su provincia para no transferir el mando.

Aquí cabe una reflexión: habiendo una línea de bandera tan elogiada por CFK, recién utilizó sus vuelos cuando regresó a su provincia en la tarde del jueves. Fue una pasajera más de clase turista después de haber hecho uso y abuso de la flota presidencial y hasta utilizar la Fuerza Aérea para hacerse llevar los diarios porteños del día a su residencia santacruceña.

Esta semana -transcurrida en medio de un petardeo inconducente y un bengalismo cruzado absurdo a la hora de organizar la transición- la exitosa abogada apeló a un inexistente artículo constitucional para que se fije hora y lugar del traspaso. Muy pronto se le vio la pata a la sota: ella quería que todo se efectúe en el Congreso, donde los jóvenes idealistas del gobierno en las sombras coparían los mejores sitios del recinto para hostigar a discreción a las nuevas autoridades.

Cuando descubrió que todas sus maniobras resultaban estériles, optó por el faltazo, huyendo de una foto que la trastornaría para siempre. Mandó sus adláteres de mayor confianza y probada pirotecnia verbal, a denunciar un golpe de Estado. Un despropósito que causó revuelo en todo el mundo. Novedosa alternativa aquella en la que preparan un golpe los que acceden el poder y no los que deben abandonarlo. De todo se regresa menos de la estupidez.

Estuvieron todos los ex presidentes argentinos (excepto Carlos Menem por causas no reveladas), también presidentes de países hermanos y dignatarios del resto del mundo, pero no estuvo -porque no quiso- la presidente que debía inexcusablemente transferirle el mando a su sucesor. Y encima ordenó a sus obsecuentes seguidores que no concurran. ¿En cuántos países del planeta ocurren estos dislates?

Cristina ya prepara su regreso para 2019, pero olvida dos cosas: no sabe si desde el peronismo histórico y rígido le van a otorgar crédito después de tantos berrinches y derrotas por soberbia serial; y tampoco puede garantizar que para esa época esté en libertad. El haberle dicho a los que llevaron a Macri a la presidencia que aguarden el momento en que éste los va a traicionar, es una manifestación de desquicio emocional mixturado con rencor y envidia.

Pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos fueron tres ideas fuerza claramente enunciadas por Macri. Fue enfático al anunciar que su gobierno va a combatir la corrupción. Su remate hizo que se entienda sin dificultades hacia quiénes se dirigía. “Los bienes públicos pertenecen al conjunto de los ciudadanos y es inaceptable que un funcionario se apropie de ellos en beneficio propio (…) no habrá tolerancia con esa práctica abusiva”, sentenció. Se supone que no habrá borrón y cuenta nueva para quienes durante los últimos 12 años le robaron al Estado, que es robarle al pueblo. Y en esto tendrán un rol fundamental los jueces, que deberán desentumecer graves causas.

Un resumen de los tramos principales de la exposición resulta imprescindible, donde prometió “siempre decirles la verdad” y convocó a todos diciendo que “si nos animamos a unirnos seremos imparables”.

Al decir que el gobierno “no es el escenario para engañar a la gente con datos falsos”, dejo sentado que el Indec retomará su cometido fundacional, con apego a la información fidedigna. Propuso un país “unido en la diversidad” e instó a la unidad nacional para que el país avance.

El flamante mandatario fue enfático al anunciar que su gobierno va a combatir la corrupción y que no habrá tolerancia con esta “práctica abusiva”. Su remate hizo que se entienda sin dificultades hacia quiénes se dirigía: “Los bienes públicos pertenecen al conjunto de los ciudadanos y es inaceptable que un funcionario se apropie de ellos en beneficio propio (…) no habrá tolerancia con esa práctica abusiva”. Se supone que no habrá borrón y cuenta nueva para quienes durante los últimos 12 años le robaron al Estado, que es robarle al pueblo.

Uno de los párrafos más aplaudido fue cuando aseguró que “no habrá jueces militantes ni macristas”, brindando su “total apoyo a la justicia independiente”. Y amplió afirmando que “no puede haber jueces militantes de ningún partido”.

La mano tendida de Macri a sus adversarios a los que invitó a su despacho para formar una mesa de diálogo permanente, fue un flechazo en los planes futuros de una Cristina alejada del peronismo histórico al que el FPV llegó a usurpar y terminó llevándolo a una derrota. No es lo mismo convocar desde el llano que desde la cima del poder. “Pensar diferente pero trabajar juntos” sonó a música celestial. Retornar a los encuentros con el periodismo sin restricciones será refrescante.

El nuevo gobierno parece haber arrancado en quinta velocidad, porque el tiempo será oro en la búsqueda de soluciones rápidas dado el cuadro que encontrará. Algunos dicen que faltaron anuncios concretos y ello es lógico en tanto se carece de datos ciertos en esta verdadera Caja de Pandora que se le entrega.

Es que era tan fuerte la convicción cristinista de que el país tendría un kichnerismo eterno, que no se vaciló en imponer criterios caprichosos, burlar impedimentos legales y abusar del poder concibiéndolo como propiedad particular. Continuidad sería sinónimo de impunidad.

La tarea futura será restablecer el andamiaje jurídico y reparar el daño ocasionado a las instituciones, como un imperativo inexcusable para la salud moral de la república. Fue una misma plaza y dos mensajes contrapuestos. Del cansancio moral a la esperanza renovada, pasos gigantes dejan huellas también gigantes.

Mientras tanto, quien anunció socarronamente que se convertiría en calabaza a las 24 del miércoles 9, siguió teniendo figura humana, tanto como para poder observar lo que ocurriría el jueves 10 en la Casa Rosada y en la histórica plaza, con miles de banderas argentinas. El escritor francés Chales Perrault, ya había imaginado en 1697 no negarle semejante experiencia a quien se terminó yendo del poder de un modo tan afrentoso.

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