Carlos del Frade
(desde Santa Fe)
La cúpula de la Iglesia argentina comenzó el proceso de canonización de los sacerdotes palotinos asesinados el 4 de julio de 1976, pero en su seno todavía existen obispos y curas de base que fomentan el olvido y reivindican al vicario castrense, Antonio Baseotto, como herramientas de censura contra una profesora de música santafesina que osó poner el tema musical La memoria, de León Gieco, en un acto por el 25 mayo en una localidad cordobesa. El hecho no es menor porque representa un sentimiento que todavía anida en parte del clero argentino que prefiere la mentira, el olvido y la impunidad, antes que la verdad, la memoria y la justicia.
Virginia Cepeda es profesora de música en el Instituto Secundario “José Manuel Estrada”, en Altos de Chipión, una pequeña localidad cordobesa de pocos miles de habitantes.
Nacida en la provincia de Santa Fe y recibida en Rosario, hija de un militante de los años ‘70, Virginia cree en la necesidad de “establecer mesas de tolerancia en cualquier ámbito de la sociedad argentina”.
El pasado 25 de mayo organizó junto a los alumnos, los actos por el día de la libertad. El desarrollo se basaba en la canción La memoria, de León Gieco, que era acompañada “con fotografías ampliadas de los hechos más importantes que nombra” la letra del tema musical. Algunos se molestaron por el acto. Hubo llamados telefónicos y una pronta respuesta de Virginia que escribió una carta a la directora del establecimiento, el 1° de junio de este año.
La profesora hizo un descargo por escrito “para que este asunto no se remita a ser tratado como un chisme del momento” y porque “esta posibilidad de debatir es importantísima” para crecer en el “ejercicio de la democracia”.
La canción utilizada es hoy para la Argentina “un himno; que en los medios de comunicación, en los actos oficiales a nivel provincial y nacional en la conmemoración de cualquiera de los hechos históricos a que hace referencia es cantada, escuchada, representada y resignificada”.
Virginia sostenía en su carta a la directora que “las malas interpretaciones son consecuencia de la falta de información” y que para seguir sintiéndose feliz con los chicos y con su trabajo, necesitaba que el tema fuera hablado de frente. “Puesto que la difamación y el agravio son faltas graves y me considero merecedora de respeto y consideración”, terminaba diciendo el escrito de la profesora oriunda de Eusebia, provincia de Santa Fe.
Nunca hubo lugar para el encuentro, para “la mesa de la tolerancia”, como ella misma dice y cree.
Al contrario, los compañeros de trabajo la empezaron a ubicar “en el lugar del loco, del que dice algo que lo saca de lugar” y los chicos, vaya a saber como consecuencia de qué dichos familiares, cambiaron sus ganas por una marcada indiferencia.
Estos cambios que afectan a la trabajadora de la educación tienen como base la opinión del padre Marcos, titular de la parroquia “San Eduardo Rey”, de la Diócesis de San Francisco, y administrador de la iglesia en Altos de Chipión.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)