“¿Si voy a ser vicegobernadora?¿Por qué vice?”

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El reportaje impertinente: Cristina Cremer de Busti

Claudia Martínez

Mujer de armas tomas, la esposa del gobernador parece dispuesta a postularse como candidata en 2007 para suceder a Jorge Busti si no se sale la modificación de la Constitución Provincial, aunque aclaró: “Lo que quiero es que salga la reforma, que los legisladores sean responsables de interpretar lo que la gente dijo en las urnas”. Sin embargo, Cristina Cremer reconoce que tanto en su casa como en las bambalinas del gobierno es quien le marca los puntos oscuros a su esposo porque “alguien le tiene que decir las cosas y a veces la gente no se anima a hacerle determinadas críticas o a advertirle situaciones”. Retrato y perfil de una mujer que dispuesta a tomar protagonismo.

“¿Podés creer que se me cayeron dos piedras del anillo?”, comenta cayendo la tardecita en su departamento de calle Mitre. Cristina Cremer, la esposa del titular del Ejecutivo provincial, tiene la misma ropa con la que estuvo en un acto a media mañana. Cuando abrió la puerta del departamento eran las 19 en punto, hora convenida para la nota. Los ocasionales visitantes son recibidos en la casa del gobernador por Gina, la perra de los Busti, que vaya saber por qué razón, motivo o circunstancia no ladró en esta oportunidad. “Qué raro…” dice la primera dama mientras pregunta si “café o mate” para acompañar la charla, informal y rematada siempre por una carcajada por respuestas ante preguntas impertinentes. “Eso sí, no me preguntes la edad”, aclara y se ríe. “Es que siempre miento, después no me acuerdo qué edad dije ni cuánto hace que lo dije. Soy coqueta, che”, agrega.

-Hablando de coqueterías, ¿se haría un liffting?
-Si venzo el miedo, me da mucho temor. Yo he tenido muchas cirugías por cuestiones de enfermedad: soy operada de matriz, de vesícula, me tuvieron que hacer una cirugía reparadora porque me había quedado todo horrible por las agresiones de las cirugías. Te estoy hablando de hace 15 años; no te hacían plástica, te cortaban y te achuraban. Tuve tantas operaciones que realmente buscar ahora una cirugía con una anestesia me da un poco de temor solamente por una cuestión de coquetería.

-¿Pero ni un botox? ¿Nada de nada?
-Cosas que no sean tan agresivas las haría porque creo que le hacen bien a una. Como que una se renueva y se siente mejor, te da como más energía. Verme bien, sentirme bien, me da fuerzas para hacer más cosas.

-Pero un secreto también es no decir la edad…
-¡Pero por supuesto! (se ríe). Todo el mundo debe saberla. Le digo a Florencia (mi hija) que no diga su edad, porque si le sacan la cuenta, sacan mi edad…

-¿Cómo le gusta que le digan: Cristina, Cristina Cremer o Cristina Cremer de Busti?
-Mirá, esto es la primera vez que lo digo. Cuando vivía en Córdoba trabajaba en Tribunales, tenia 18 años y dejé el estudio por el trabajo, por mi estabilidad económica. Fue cuando murió mi padre. En mi ciudad natal todos me conocen como Mary Cremer, porque yo soy María Cristina Cremer; mi mamá me dice Mary. Cuando llego acá digo María Cristina, pero como era muy largo me decían Cristina. De ahí paso a ser Cristina Busti… ¡Pierdo mi identidad! (aclara y vuelve a reírse). Ahora ya me gustó. ¿Viste como una persona pierde la identidad de una ciudad a otra? Allá me dicen de una manera y acá de otra. Me gusta Cristina porque ya convivo con eso. Me vine a vivir a Entre Ríos a los 24 años.

-La tonada no se le fue nunca…
-Es la marca del orillo.

-¿Es cierto que más de una vez le dice al gobernador: “Vos mandarás en la provincia, pero acá mando yo?”.
-(Se ríe) Alguien le tiene que decir las cosas. A veces la gente no se anima a hacerle determinadas críticas, a advertirle situaciones o a alarmarle respecto de actitudes. Que preste atención a alguien. Yo tengo la obligación de hacerlo. La relación nuestra es de confianza, de compañerismo, de apoyo. Aunque no le guste, aunque no me dé bolilla, yo se las digo igual.

-La única que lo encara…
-Florencia, nuestra hija, es bastante crítica en la parte que le corresponde. Aunque lo ama y lo idolatra. Pero le dice las cosas.

Una cuestión de pantalones

“Acá mando yo”, dice mientras recibe a una de sus secretarias que llega al departamento del Parque Urquiza con una gran cantidad de expedientes. “Siempre se trae el trabajo a casa”, agrega Florencia, su hija y colaboradora más dilecta, mientras se acerca para escuchar la charla.

-¿Qué pasa cuando no le gusta alguien del gabinete o algún funcionario le cae “gordo”?
-(Se pone seria) Soy política.

-¿Eso qué quiere decir?
-Tiene que ser muy mala persona para que yo no quiera a alguien. Me tienen que gustar o no actitudes de una persona. En general, siempre busco la explicación o qué es lo que no me gusta de alguien.

-¿Pero alguna vez le dijo al gobernador “Fulano me cae mal”?
-No, no, no (asegura).

-Me contaron que nunca se la ve en negocios caros, que le gusta recorrer y buscar precios.
-Me encanta comprar en mi ciudad. Aparte, los artículos electrónicos, por una cuestión de practicidad, los compró acá. Tengo el service del elemento que compro, puedo hacer el reclamo de lo que compro. Me parece que es lo mejor que se puede hacer, es mejor que ir a otro lado. Ahora, por ejemplo, tenemos ganas de ir a COAS (La Feria de las Naciones). Es muy lindo, hay muchas artesanías y tiene un fin que es ayudar. Lo organiza gente paqueta, cosas de todos lados del mundo.

-Le gustan las cosas artesanales…
-Me encantan.

-¿Por eso fue a comprar los regalos de fin de año a las ferias artesanales?
-¡Sí! Estuvimos comprando en el Museo y Mercado Provincial de Artesanías todos los regalos para los chicos del Instituto Provincial de Discapacidad. Compramos un balde pintado que lo uso de hielera en casa y otros regalos para todos los que trabajan con nosotros. Me gustan esas cosas, valoro el trabajo que tienen.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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