Carlos Mastronardi
La alta mujer dolorosa
venía del sur y estaba muerta.
El cansancio era dueño de su voz
cuando presenciaba la esperanza
creciendo hacia las tardes
en cuya luz indescifrable
el solitario anhelo perduraba
como un reino sin púrpura ni cetro.
Alguien la empobrecía desde lejos,
ignorando las llaves
que franquean las ricas esperas
y los mecidos cielos,
tal vez era la sombra de una antigua delicia.
Las manos, las manos olvidadas,
las unidas y suaves perdiciones
y los queridos ojos sin codicia,
que ganaban y perdían el mundo,
serenos, y sabiendo.
Recuerdo aquella voz apenada y amiga,
y la ciudad, de pronto, incierta y decaída
bajo un cielo gastado y entre adioses.
Entonces parecía que cesaba una música.
La alta mujer, la rosa desganada,
tal vez aquella tarde
miraba desde un tiempo recóndito y futuro,
y un lúcido silencio se volvía,
un desierto esplendor, un descuidado mundo.
Para que la tristeza tuviera un hombre
yo me ofrecí a esa luz cordial, a esa callada.
Carlos Mastronardi nació en 1901 en Gualeguay y falleció en 1978 en Buenos Aires. Inició estudios de Derecho, pero los abandonó para trabajar como periodista. Mientras su padre ejercía como cónsul de Italia en Entre Ríos, el escritor se dedicaba a recorrer su provincia y a tomar contacto con los más diversos estilos de vida, tanto urbana como rural. Son motivos frecuentes en Mastronardi el ejercicio poético de la memoria; la idealización del pasado provinciano, sobre todo rural; la meditación sobre el sentido de la realidad y el paso del tiempo.