Antonio Tardelli
Se abre a interpretaciones diversas la novedosa apelación a la concordia que viene incluida en el discurso político de esta etapa.
Si la moderación que en ese sentido se observa entre la mayoría de los precandidatos presidenciales es efectivamente representativa del conjunto, se asiste a un cambio de clima que amenaza con ser simultáneo a la renovación institucional del año que viene.
La profundidad del cambio –un asunto, pese a lo que podría pensarse, significativo en sí mismo– es una incógnita. Fundamentalmente porque está en duda el nivel de convencimiento que expresan los llamados a priorizar el todo por sobre las partes.
Pero aún cuando se dude de la convicción, aún cuando no sea seguro que las palabras se dirijan a los hechos, se trata de un elemento relevante.
Es un dato a tener en cuenta. Aisladamente nada dice del bien ni del mal. No garantiza progreso y ni siquiera una deseable evolución de la cultura política.
Pero en el reino de las encuestas, en la política acotada al seguimiento de los humores populares, la novedad expresa algo.
Ese algo puede ser cansancio, fastidio o madurez.
O nada de eso.
Pero, como sea, ese algo está ahí.
Y obliga a los dirigentes a hacer algo con ese algo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 15 de mayo de 2014)