Jorge Riani
Paraná no ha visto un desfile de presidentes o al menos de representantes diplomáticos desde aquellos tiempos en que en esta porción geográfica se asentaba la cara burocrática y política de la Confederación Argentina. Aquello ocurrió en un lapso que se extendió desde el calendario de 1854 hasta el de 1861. Por entonces era habitual ver a franceses, ingleses, paraguayos, orientales, brasileños, españoles en las arenosas callecitas de la ciudad que iba formando su fisonomía definitiva.
Ahora volverán las delegaciones de otras repúblicas, pero esta vez por espacio de un par de días. Así y todo, se tratará de un evento de la política regional latinoamericana que requiere un despliegue mayúsculo para garantizar la seguridad de los protagonistas.
Eso determina que habrá espacios de exclusión para los propios paranaenses que no acrediten domicilio en el lugar afectado. Serán –hay que decirlo no para dramatizar, ni exagerar, sino para describir– como extranjeros en su propio suelo. Eso, que no implica juicio de valor y se limita a una simple descripción, es habitual en las ciudades donde el poder cocina sus cosas.
En las ciudades de asentamientos parlamentarios, en las capitales donde se radican los gobiernos, en las urbes donde se realizan foros de presidentes, como el caso que nos toca, ocurre eso de por-aquí-no-pasar y de cerrado-el-paso.
La experiencia no será muy diferente a las ya vividas por otras provincias, como San Juan, donde se realizó el 2 y 3 de agosto de 2010 una edición de la misma cumbre. O en Mendoza, donde también hubo otra cumbre del bloque realizada entre el 25 y 29 de junio de 2012.
(más información en la edición gráfica número 1012 de la revista ANALISIS del jueves 30 de octubre de 2014)