El párroco de la Capilla San Martín de Porres, Germán Brusa, contó lo ocurrido en barrio Anacleto Medina durante el desalojo de un salón del Arzobispado que estaba usurpado y describió la realidad de la zona y el trabajo a pulmón que se realiza por las familias vulnerables.

En declaraciones realizadas al programa A Quien Corresponda (Radio De la Plaza), el sacerdote contó que “en Anacleto Medina en 1994 la Municipalidad donó al Arzobispado para hacer un Salón de Usos Múltiples para actividades religiosas y sociales, ya que allí funcionaba un merendero, talleres de tejido, costura y demás, y en una coyuntura de cambio de párroco en 2008 una persona se intrusa en el lugar, una mujer con gurises. Hubo unas tratativas para sacarla pero no prosperó, ella se quedó viviendo allí y hasta construyó locales comerciales que puso en alquiler y terminó alquilando todo”.

“En 2018 o 2019 se fue a vivir a otro lado, se lo alquiló a la familia Siboldi, y no solo eso sino que puso en venta el lugar con inquilinos adentro y todo. Ante esto, el Arzobispado intervino más decididamente e inicia un juicio de desalojo a quienes estaban viviendo en el lugar. Eso prosperó y salió la sentencia de la Justicia en la cual hubo un acuerdo. La fecha límite era mañana pero esta familia hizo la mudanza antes”, relató.

Ante esto, “el jueves me avisaron que al otro día podíamos ir porque ya habían sacado todas las cosas y por eso fui, acompañado con gente de la comunidad. Ese convenio de desalojo indicaba como cláusula que no podían irse y dejar la casa vacía y que debían entregarme la llave”, agregó Brusa.

Narró además que “esa parte estuvo todo bien, los muchachos Siboldi entregaron la llave y ahí decidimos celebrar la misa, momento en el cual irrumpe esta señora, Gisela Gómez quien usurpó primero y alquilaba a la otra familia, con insultos y agresiones verbales importantes. Ante eso intervino la policía de comisaría novena, el jefe constató que la vivienda era del Arzobispado porque le muestro el título y la escritura y a partir de eso se produjo nuevamente el desalojo de esta señora del lugar”.

“Ahí es donde se produjo la situación más tensa donde esta mujer reacciona de forma inaudita porque sacó una botella de nafta, se roció ella y a un oficial; uno de los hijos menor de edad se me abalanzó, me pegó dos trompadas y con constantes amenazas de que me iban a matar, que me iban a hacer la visa imposible. Allí se la llevan detenida a la mujer y nos quedamos con miedo porque era una patota importante que quedó merodeando el lugar. Después apareció una persona que entiendo que está vinculada a la Municipalidad, Leandro Castrogiovanni, increpando desde afuera y con tono amenazante diciéndonos de todo”, relató.

Como resumen, dijo que “fue una situación triste, dura, porque había mucha gente mayor que había ido a tratar de recuperar el lugar, porque la gente lo sintió mucho cuando lo usurparon”.   

Consultado por la continuidad del problema, el párroco consideró que “ahora seguirá el cauce legal porque se hizo la denuncia, y también el abogado del Arzobispado hizo otra denuncia más, y por lo pronto con la comunidad estamos tratando darle vida al lugar, el domingo celebramos la misa ahí y estamos atentos, nos cuidamos entre nosotros”.

El trabajo en el barrio: narcotráfico, desigualdades y ausencia del Estado

Al momento de analizar la situación de violencia que se vive en el barrio, Brusa explicó: “Más que una lucha contra el narcotráfico lo mío es darles un sentido y un proyecto de vida. El problema de los pibes acá no es el consumo de drogas, el problema es que no hay oportunidades, no hay proyectos de vida. Y la idea es brindarle justamente eso, en esa línea va mi trabajo. No estoy en el combate del narcotráfico porque no me corresponde y no estoy en condiciones de enfrentar al narcotráfico. Sí me interesa que los pibes sigan estudiando, que tengan un proyecto”.

En ese sentido, planteó que “este espacio que se recuperó, es muy importante en ese sentido porque permite desarrollar actividades para los jóvenes porque acá no hay clubes más que el Ciclón del Sur, que apenas tiene una canchita de fútbol y no hay muchas más propuestas para los gurises además de la escuela. Por eso recuperar el espacio es fundamental”.

En relación con las leyes relacionadas al narcotráfico, como la ley de narcomenudeo, el sacerdote analizó: “No sé si tiene que ver con las leyes sino más bien con la política. La cuestión del narcotráfico sería fácil de solucionar si se controlaran más las cuentas bancarias y los accesos limítrofes en las fronteras, y el Estado tiene las herramientas para eso. Son decisiones políticas, no es un problema de leyes. Si hay voluntad política, están las herramientas. Pasa por ahí el problema”.

En ese sentido, admitió la ausencia del Estado municipal o provincial: “En la zona faltan instituciones, como clubes que a los chicos les permitan crecer en un deporte, compartir, competir, porque si no sucede que hay muchos programas de desarrollo social que muchas veces son talleres de murga, de rap, de juegos y deportes, pero son cosas puntuales para entretenerlos”.

“El trabajo acá es a pulmón, destaco el trabajo de Ciclón del Sur que como todas las instituciones que trabajan en estos lugares lo hacen todo con esfuerzo, pero no hay una política pública clara –o al menos no la veo- para fomentar el deporte con muchas cosas, no solo con fútbol. Ahora nosotros estamos largando una propuesta para hacer arquería mediante un convenio entre el club Ciclón del Sur y la Fundación “Presencia Presente” de la escuela “Pablo De Tarso”, donde hay gente que viene con sus equipos para fomentar ese deporte, pero la idea es crecer y que a los chicos que quieras desarrollarse en el deporte puedan hacerlo”, mencionó.

En relación con los pedidos del Papa Francisco para resolver las desigualdades económicas de los pueblos, el sacerdote consideró que en la clase política argentina “no hay una intencionalidad de resolverlo, y en todo caso lo que se hace es como barrer la basura abajo de la alfombra, se trata de que no se vea”. “Incluso con cuestiones que rayan lo demagógico, como la responsabilidad empresarial donde hay algunos planes que hacen viviendas de emergencia hechas con pallets para gente que va a vivir toda la vida en ese lugar. Son intervenciones que no son de fondo”, lamentó.

Como ejemplo, mencionó que “el Volcadero tiene en el barrio por lo menos 50 años y la gente vive siempre igual. Son lugares donde continuamente se está interviniendo, con una sobre intervención del Estado, de las ONG´s, de la Iglesia, sin ir a las cuestiones de fondo y la gente sigue siempre igual o peor; son generaciones y generaciones que están dependiendo de que alguien les traiga un bolsón de comida y demás”. “Claramente, en una visión general no hay una intencionalidad de salir de esto. Cuando el Papa Francisco instituyó la jornada mundial de los pobres, propone hacerse amigo de un pobre, que lo invitemos a comer, que lo visitemos, que seamos amigos”, comentó.  

De todos modos, Brusa admitió que “hay de todo y también desde la Municipalidad se han hecho trabajos importantes y desde la Fundación de la escuela se hizo convenio con la Municipalidad para el salón de usos múltiples que está en la Costanera donde guardamos unas piraguas que usa la escuela para trabajar en la laguna. Eso ha sido un trabajo conjunto, por eso hay algunos funcionarios con los cuales se puede trabajar bien, este es un escenario complejo porque hay una ausencia del Estado pero también es cierto que hay algunas personas dentro del Estado que tienen sensibilidad y un acercamiento”.

“Además el viernes tuvimos la presencia de un oficial de policía de la novena que nos acompañó a la noche, porque decidimos quedarnos en el lugar ya que no había aberturas. Por ahí tenemos gestos puntuales que nos ayudan a seguir, las cuestiones globales son más complejas”, concluyó.