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Tragedia vial en Concepción del Uruguay con un peatón fallecido y un motociclista herido

Un nuevo siniestro vial confirma la necesidad de redoblar los esfuerzos en materia de educación ciudadana.

Un nuevo siniestro vial confirma la necesidad de redoblar los esfuerzos en materia de educación ciudadana.

Un nuevo siniestro vial volvió a sacudir la tranquilidad de Concepción del Uruguay y a poner sobre la mesa una cuestión que trasciende las estadísticas: la fragilidad de la vida en el espacio público. En la tarde del viernes, a las 19:20, un motociclista de 24 años y un peatón de edad avanzada protagonizaron una colisión en la intersección de Bulevar Irigoyen y Reibel. El saldo fue trágico: el peatón, un jubilado domiciliado en calle Sarmiento, perdió la vida horas más tarde en el Hospital Justo José de Urquiza.

Según el informe policial, la motocicleta —una Motomel S2 de 150 cc— circulaba en sentido Oeste-Este por el bulevar cuando impactó al hombre que cruzaba por la senda peatonal, en dirección Sur-Norte. Ambos fueron asistidos por el servicio de emergencias 107 y trasladados al hospital con lesiones graves. El motociclista sufrió fractura de clavícula izquierda, mientras que el peatón presentaba múltiples fracturas y politraumatismos que, lamentablemente, resultaron fatales. Más tarde se confirmaría su identidad: se trata de Rogelio Miguel Castro, de 74 años de edad.

El episodio motivó la intervención del personal de la Comisaría Primera (por razones de jurisdicción) y de la División Criminalística (por roles técnicos), encargados de realizar las pericias para determinar la mecánica exacta del hecho. Sin embargo, más allá de los informes técnicos, este nuevo caso se inscribe en una realidad que exige una mirada más amplia: la convivencia vial y el respeto mutuo entre quienes comparten las calles.

Cada accidente de tránsito no es solo un número en la estadística: es una historia que se quiebra, una familia que queda vacía, una comunidad que debe preguntarse qué puede hacer mejor. La educación vial, entendida como una práctica ciudadana permanente, no se limita a aprender las señales o las normas, sino a asumir que “el otro también tiene derecho a llegar a destino”. En un cruce de calles, tomarse apenas unos segundos de atención o una reducción de velocidad pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

En ciudades como Concepción del Uruguay, donde la movilidad urbana combina peatones, ciclistas y motociclistas en espacios cada vez más concurridos, la responsabilidad no puede evadirse porque sus consecuencias pueden no tener reparación proporcional. La velocidad, la distracción y el uso del celular -por señalar algunos ejemplos generales- son factores recurrentes en los siniestros y son motivos que luego enlutan a las familias entrerrianas y argentinas. Cada caso, como el ocurrido en Irigoyen y Reibel de Concepción del Uruguay, siempre deja una enseñanza dolorosa que nunca se termina de aprender: la urgencia nunca justifica el descuido.

Las autoridades y expertos en la materia insisten que es necesario percibir a la vía pública no solo como vías de tránsito, sino como escenarios de convivencia. Cada peatón que cruza, cada motociclista que avanza, cada conductor que frena tiene en sus manos —o en su decisión— la posibilidad de cuidar la vida ajena. Y eso, en definitiva, es también una forma de cultura: la cultura del respeto.

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