Escuela Municipal de Circo

Larrisa, un espacio donde el circo se aprende en comunidad

Edición
1167

Por G. G. d. R.

La Escuela Municipal de Circo Larrisa ocupa un lugar singular dentro del entramado cultural de Paraná. No solo por su propuesta pedagógica, sino porque se trata de un espacio público y gratuito donde el arte se aprende en colectivo, desde el juego y el encuentro con otros, y donde la formación no se piensa como un privilegio sino como un derecho.

Con casi veinte años de trayectoria ininterrumpida, la escuela se consolidó como un ámbito de referencia para infancias, adolescencias y personas adultas de distintos barrios de la ciudad. A lo largo de ese recorrido atravesó cambios de gestión y transformaciones culturales, sin dejar de funcionar. Durante el ciclo lectivo 2025 volvió a evidenciar el interés que despierta la propuesta que se desarrolla en el Centro Cultural Gloria Montoya, en el Parque Urquiza. “Tuvimos más de 200 personas inscriptas, pero por los cupos de cada espacio curricular la matrícula efectiva fue de 105 estudiantes al comenzar las clases y alrededor de 80 al finalizar el cursado”, explica la directora de Formación Cultural, Rocío Panozzo en diálogo con ANÁLISIS. El dato no es menor, habla de una demanda sostenida, pero también de una modalidad de trabajo que prioriza el acompañamiento, el cuidado y la calidad del proceso formativo por sobre la masividad.

La Escuela Larrisa recibe estudiantes de edades, trayectorias y realidades muy diversas. “Es una escuela abierta a la comunidad, accesible y totalmente gratuita, que recibe niños, niñas, adolescentes y adultos de diferentes puntos de la ciudad”, señala Panozzo. Esa diversidad no es solo un rasgo descriptivo, sino uno de los pilares de la experiencia. En el cruce de cuerpos, edades y recorridos vitales, el circo se vuelve una práctica compartida, donde nadie aprende en soledad y donde el grupo es parte fundamental del aprendizaje.

El enfoque pedagógico de la escuela se apoya en una lógica claramente colectiva, atenta a los tiempos individuales. “El trabajo es completamente grupal, con un acompañamiento casi personal de cada estudiante, pero siempre desde el respeto por los procesos de aprendizaje”, detalla la directora. Y agrega: “No es una simple transmisión de conocimientos; es un trabajo participativo, donde la escucha y los deseos de las y los estudiantes son fundamentales a la hora de la formación”. Esa concepción atraviesa cada clase y cada disciplina, desde la acrobacia hasta el clown, desde el entrenamiento físico hasta la expresión escénica.

En ese proceso formativo, el juego ocupa un lugar central, especialmente en las infancias. “En las artes escénicas como el circo, el juego es quizás el vehículo más importante para el aprendizaje”, señala Panozzo. A través de lo lúdico se habilita la creatividad, pero también la posibilidad de que cada estudiante pueda reconocerse en lo que hace, identificar qué desea y se aprende a empatizar, a reconocer al otro, a convivir y a construir algo en conjunto”, comenta la docente.

 

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1167, del día 18 de diciembre de 2025)

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