Mauricio Macri, su decisión y las posibles consecuencias en la política argentina

Mauricio Macri.

Mauricio Macri.

Por Joaquín Morales Solá (*)

 

El expresidente Mauricio Macri anunció en sus redes sociales que no será candidato en las elecciones de este año. La decisión la tomó después de una intensa semana de conversaciones con dirigentes de Juntos por el Cambio y luego también de una reflexión personal que viene haciendo desde hace varias semanas.

El renunciamiento de Macri sucede a pesar de haber escuchado numerosos consejos de dirigentes de Juntos por el Cambio, sobre todo de Pro y del peronismo que lidera Miguel Ángel Pichetto, de que debía ser él quien encabezara la fórmula presidencial de la actual coalición opositora. También debió sobreponerse a sus propios deseos de volver a ser presidente para culminar una gestión que en, en su versión 2015/2019, se vio seriamente alterada por la crisis que comenzó en abril de 2018. “Pudo domar su ego, porque nadie puede dudar de que Macri tiene ego”, dijo un dirigente muy cercano a él. El predominio de los egos y los narcicismos en la política es una vieja crítica del expresidente a la dirigencia. “Debía dar un ejemplo y seguramente hará alusión a eso cuando anuncie su renuncia a la candidatura, aunque con el intento explícito de no agredir a nadie”, agregó la fuente.

De hecho, Macri estaba en condiciones de competir en las próximas elecciones. Su imagen positiva aumentó, sobre todo después de la comparación con la actual administración, pero conserva todavía una imagen negativa alta. Dirigentes cambiemitas sostienen que esa imagen negativa es obra de la persistente crítica del kirchnerismo a su persona. “Este oficialismo no puede construir nada, pero todavía puede hacer daño”, explicaron dirigentes macristas. Sea como fuere, Macri hubiera competido entre dirigentes que miden muy poco, sean de la extracción política o ideológica que sean.

En los últimos tiempos, también importantes empresarios nacionales y extranjeros le habían pedido que él jugara para alcanzar la presidencia de nuevo. Hace poco, en una comida en la casa de Madrid de Mario Vargas Llosa, poderosos empresarios españoles (potenciales inversores en la Argentina) le deslizaron que desembarcarían en el país solo si él fuera el próximo presidente. Macri los tranquilizó señalándoles que cualquier mandatario que surgiera de Juntos por el Cambio les garantizaría el respeto a sus inversiones y que el populismo kirchnerista se terminaría definitivamente este año. Uno de los más conocidos empresarios argentinos le dijo la siguiente frase: “Sos el único político argentino que se sube a un avión en Ezeiza y dónde se baja lo conocen desde el presidente, el rey o el primer ministro. ¿Por qué desaprovechar esa experiencia?”. Macri le contestó que “se hace camino al andar. Yo no tenía ese conocimiento internacional en 2015. Hay que tener ganas y políticas adecuadas para seducir a los líderes extranjeros”. Es probable, sin embargo, que ponga a disposición de un eventual gobierno de Juntos por el Cambio esos conocimientos en el exterior.

Uno de los argumentos para sostener su candidatura que más escuchó en los últimos tiempos fue que en 2019, en medio de una crisis económica que había comenzado un año antes, él sacó el 41 por ciento de los votos. “¿Por qué no lo vas a repetir o aumentar ahora?”, le insistían. Sin embargo, su conclusión final consistió en que otros dirigentes deben hacerse cargo de la responsabilidad de gobernar y que ellos también, si quieren y hacen las cosas correctas, pueden alcanzar ese número o superarlo. Macri tiene un insistente discurso contra la política argentina apegada al caudillismo. “No me gusta que un partido, una coalición o un país dependan exclusivamente del liderazgo de una persona. Ese es ya un defecto viejo de la política argentina”, suele repetir. Trascendió que esa será, precisamente, una de las razones en las que fundamentará su decisión de renunciar a la candidatura. Tampoco le gustaban las versiones que lo señalaban esperando la decisión de Cristina Kirchner para después tomar la de él. “Mientras Cristina promueve manifestaciones para ser candidata, Macri tomó solo la decisión de no serlo. Eso es lo que debe hacer un jefe político serio”, subrayaron sus allegados.

Con todo, Macri conserva una influencia importante entre los votantes de Juntos por el Cambio. Ahora les despejará el camino a los precandidatos preexistentes, sobre todo a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta, porque estos son del partido que él fundó: Pro. Pero, ¿se pronunciará a favor de alguno de los dos? Macri había adelantado en tiempos recientes que él se mantendría prescindente si todos los precandidatos de Juntos por el Cambio prometían los cambios estructurales que el país necesita. La frase deja una puerta abierta: podría inclinarse por alguno si los otros son menos decididos a cambiar las cosas o conservan lazos con la vieja Argentina.

Después de su experiencia presidencial, Macri cree que el gradualismo fue un error y que la Argentina necesita modificaciones estructurales rápidas profundas para salir del país corporativo (“la Argentina de las mafias”, la llama), aunque es, al mismo tiempo, un optimista perenne sobre el futuro nacional. También está convencido de que el próximo mandatario de Juntos por el Cambio deberá enfrentar la fuerte reacción de las corporaciones que gobiernan en los hechos el país (sindicatos, algunos sectores empresarios, movimientos sociales y los partidos que resultarán perdidosos), pero que deberá desafiarlos con decisión si aspira a modificar la triste realidad nacional. “Yo estaré para ayudarlo y acompañarlo en esa lucha”, anticipó.

Con todo, no es un secreto para nadie que Macri tiene a Patricia Bullrich en su corazón. Las políticas y la actitud decidida de la precandidata presidencial son uno de los motivos de esa simpatía implícita, nunca hecha pública. El otro motivo es la solidaridad permanente que recibió de Bullrich en los peores momentos de su reciente vida política. Este último hecho contrasta con la actitud de Rodríguez Larreta, que se alejó de él cuando atravesaba la peor parte del desierto político. No obstante, nunca rompió con el jefe del gobierno porteño y todavía espera que modifique algunas políticas que, según él, son complacientes con el statu quo.

Macri le hizo saber sutilmente a Rodríguez Larreta en los últimos tiempos las razones de su simpatía por Bullrich y, en efecto, lo obligó en los hechos, cautamente promovidos, a cambiar su actitud hacia él. Macri dejó hace mucho de ser un empresario novato en política. Tal vez, la primera prueba que dio de que es un político con vocación de poder fue cuando después de las PASO de 2019, en las que perdió de mala manera con el kirchnerismo, se fue al interior del país para hacer más de 30 actos multitudinarios. Un esfuerzo casi inhumano. De esa manera, logró modificar los números en la primera vuelta de octubre de ese año, aunque terminó perdiendo por 8 puntos. En las PASO había perdido por 18 puntos.

Ahora, Macri no desconoce el crecimiento de Javier Milei en las encuestas, pero está seguro de que el próximo gobierno será de Juntos por el Cambio. Sea cual fuere el próximo presidente, y si es de esa coalición, Macri tendrá un papel relevante en la política, aunque se comprometió a dejarlo tranquilo al presidente o presidenta para que haga su gobierno. “Jamás se arrogaría el papel que Cristina tiene en el gobierno de Alberto Fernández”, aclararon a su lado. Una fantasía política está a punto de quedar obsoleta: no habrá este año una elección con Mauricio Macri y Cristina Kirchner disputando la próxima presidencia. Habrá otro escenario electoral y otros protagonistas.

 

(*) Esta columna de Opinión de Joaquín Morales Solá fue publicada originalmente en el diario La Nación.

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