(De ANÁLISIS)
El robo de cables de alumbrado público en Paraná, Concordia y otras ciudades de la provincia se sigue profundizando, con un gran perjuicio a vecinos y a las arcas municipales, así como un riesgo para la vida de quienes roban y de quienes pueden tocar una columna electrificada. Personas, en su gran mayoría con adicciones, arrancan en segundos y los venden en chatarrerías. El material pasa luego de pequeños a grandes acopiadores y termina en Rosario y Buenos Aires, y finalmente terminará en el contrabando. Los ganadores de un negocio que afecta a todos quedan impunes.
Si bien es una problemática que lleva algunos años, este 2024 se profundizó. Se trata de un delito relativamente fácil, sin víctimas individuales directas, lo cual da tiempo a huir y reducir el material robado, así como es redituable prácticamente en el acto. El año pasado, cuando explotó el robo de medidores de agua, la Policía informaba que había cuatro o cinco personas que eran siempre las mismas reincidentes, que eran detenidas y recuperaban la libertad en seguida: jóvenes en situación de calle y profundamente afectados por la adicción al consumo de drogas.
Hoy, con el robo de cables y en medio de un mayor crecimiento de las necesidades, se ha multiplicado la mano de obra para quienes hacen negocio con el cobre, aunque el móvil del dinero fácil para la compra de drogas sigue siendo mayoritariamente el mismo. Los robos que se producen a metros de cámaras de seguridad, sin ningún tipo de cobertura, evidencian que nada importa más que obtener algunos metros de cables.
Y no hay zona que se salve: en las últimas semanas, diferentes sectores dentro de los bulevares de Paraná han sido vandalizados, y mientras aflojaron los robos de cables en San Agustín, creció en áreas más alejadas.
En lo que respecta al robo de cables de las columnas de la red de alumbrado público, en Paraná llevan contabilizadas unas 850 este año. En promedio, cada una tiene unos 12 metros de cables y la Dirección de Alumbrado Público de la Municipalidad debió reponer unos 7.500 metros de cable, es decir, tres bobinas enteras que había para obras de nuevos tendidos eléctricos en zonas donde aún no hay luminaria. Se calcula un costo, a valores actuales, de 10 millones de pesos.
Millones perdidos, obras atrasadas y vidas en peligro
El director general de Alumbrado Público de la Municipalidad de Paraná, Jorge Villarroel, dialogó con Cuestión de Fondo acerca de esta problemática y describió: “Seguimos sufriendo muchos robos. Pasamos a las 850 columnas, estamos en un promedio de 7.500, 8.000 metros de cable en lo que va del año. Tenemos un costo hoy si tendríamos que comprar ese cable de unos 10 millones de pesos. Y todos los días estamos entre 10 y 15 columnas vandalizadas, que llaman los usuarios o por ahí nosotros mismos que andamos la calle vemos que están con la tapa tirada en el piso, los cables afuera. La mayoría están con tensión, ese el gran problema que tenemos, hasta ahora gracias a Dios no pasó nada, porque el día que pase la culpa va a ser del Municipio, cuando alguien vaya sin querer para meter el cable, le dé corriente o quede pegado. Alguien que quiera hacer el bien de decir ‘lo guardo por si pasa una criatura’ sin saber que está con corriente. Porque los dejan así nomás, los dejan pelados con uno o dos centímetros para afuera, y nosotros no tenemos la forma de identificarlo enseguida si no fuera por el usuario que llama. Pero entre que llama el usuario y nosotros llegamos al lugar, puede pasar cualquier cosa”.
En este sentido, ejemplificó: “Hoy (por el martes) en calle La Rioja y Nogoyá estuvo casi una hora esperando la guardia que estaba en otro sector de la de la ciudad. Se quedaron en realidad hasta que llegó la guardia para poder aislar los cables y guardarlos, porque por ahí pasaban muchos gurises porque hay escuelas, está el parque Berduc cerca. Pero ya es algo que se nos escapa de las manos la cantidad de robos que tenemos a diario”.
—¿Cuáles son las principales zonas afectadas o a todas por igual de la ciudad dejó?
—Aflojó un poco ahora lo que es San Agustín, que sufrimos mucho el robo de plaquetas, donde va el balastro para llevárselo y sacarle el cobre. Pero la zona céntrica es lo principal donde están atacando. Y en varias oportunidades hemos ido dos y hasta tres veces al mismo lugar. A pesar de que andamos con la cuadrilla reponiendo la alimentación y con una con un herrero con grupo electrógeno soldando las tapas, las vandalizan igual, con alguna barreta, algún destornillador, le encontraron la vuelta para abrir un poco la tapa y volver a robar el cable.
—¿Qué resultados tuvieron los procedimientos en chatarrerías de Paraná?
—En las chatarrerías no se encontró mucho a la vista, algunas bolsas con cobre, pero están desenvainadas, ya el cobre pelado, nosotros no podemos comprobar si es nuestro o no. Lo ideal sería patrullar un poco más y ver los que andan con mochila, palitos, los carritos que son los que están sacando los cables como se han visto en varios videos. Por ahí les echan la culpa a los trapitos, pero tuvimos varios videos de usuarios que han subido, los han presentado distintas comisarías, gracias a eso han agarrado a algunos de los que han cometido el delito, pero yo creo que es más prevención lo que estamos necesitando que otra cosa.
—¿Y qué dicen los dueños de las chatarrerías?
—Dicen que no saben, no tienen un registro. Control Urbano les pidió que hicieran un registro de quiénes son los que le van a vender para tener un control, pero ello no lo hacen, no les conviene porque están en negro. La prevención es lo que daría más resultado, ya sea para el robo y para evitar que quede alguien electrocutado.
—¿Qué perjuicio material y económico está teniendo la Municipalidad?
—Tenemos el gasto de material que son siete mil y pico de metros que no estaban para ser usados en lugares que estaba todo funcionando, eso era para seguir avanzando con distintas obras. La pérdida de tiempo, porque tenemos proyectado cambiar 5.000 artefactos LED en esta primera etapa, lo que queda del año, y si seguimos perdiendo el tiempo reponiendo alimentación en lugares que estaba todo funcionando no podemos hacer el otro trabajo.
Tal como lo contó Villarroel, además del cableado interno de la columna, ahora buscan los 250 o 300 gramos de cobre que tiene el balastro ubicado en la parte superior de la columna, en la plaqueta que está antes del foco. Y hay quienes demostraron destreza y audacia suficiente para trepar y sacarlo.
Desde la Policía se informó que han detenido a varias personas, ya sea al momento de los robos o poco después, y en este sentido destacan la importancia del llamado de vecinos cuando de repente una calle queda a oscuras. Este domingo, por ejemplo, detuvieron en calles España y Sarmiento de Paraná a un muchacho que llevaba cuatro placas de bronce del cementerio y alrededor de 10 metros de cables de alumbrado público. Luego, en calles Villaguay y Belgrano arrestaron a un santafesino que estaba por arrancar los cables de un poste de luz.
Pero no solo la vía pública queda en las sombras de la noche por estos robos. Los clubes vienen siendo un blanco continuo en los últimos tiempos. Por citar solo algunos ejemplos, la el Club Talleres de Paraná, en la sede Toribio Ortíz, en menos de un año les robaron cinco veces de cables, además de producir daños materiales; el Club Belgrano cuenta seis robos de cableado subterráneo principal, de palcos y baños, el de la iluminación de la cancha auxiliar, en la sala de tableros todos los cables, la térmica y los disyuntores, así como otros elementos valiosos como sanitarios, instalación de gas completa, aire acondicionados y roturas varias; desde el Club San Benito informaron que en un predio sufrieron cinco robos en lo que va de este año, los últimos dos con 10 días de diferencia. Pero ninguno alcanza al Club Softbol Play de Paraná: llevan 65 robos, y en el último caso se llevaron 400 metros de cable aéreo ubicado a 17 metros de altura. Es decir, ya hay logística e infraestructura para cometer este tipo de hechos.
Detrás de los ladrones, los millonarios intocables
En las redes sociales abundan los videos de cámaras de seguridad de personas robando cables, lo cual evidentemente provoca la furia de muchos. Pero se trata de la mano de obra de un negocio que mueve millones por día en todo el país.
El precio que hoy se está pagando en las chatarrerías de Paraná y Concordia por un kilo de cobre es de 6.500 pesos. Según la zona o la cantidad de oferta y demanda, puede andar en 6.000 o 7.000 pesos. Los grandes acopiadores no son muchos, pero la particularidad de este momento es que se han multiplicado los intermediarios, o reducidores o pequeñas chatarrerías barriales: en los barrios San Martín y Antártida de Paraná (la zona del Volcadero) hay cuatro o cinco, además de la histórica del “Ruso”, un hombre que mete miedo en la zona; Barranquitas, Humito, Cáritas, Bajada Grande, 4 de Junio, son otros de los numerosos puntos de la ciudad donde personas encontraron la subsistencia en este rubro, en un contexto donde miles de familias sobreviven de la recolección de todo tipo de materiales que luego venden en estos lugares. El del cobre es solo uno más de los productos que se comercializan.
Esta realidad en Concordia, según se informó a ANÁLISIS, provoca a veces un aumento del precio que se paga a quien lleva el cobre desde la calle. La empresa Telecom, que tiempo atrás fue la más afectada por el robo del cableado que tiene un peso por metro mayor al de la electricidad, decían a las autoridades policiales que esta ciudad era donde más robos sufrían en todo el país.
Antes, quienes robaban cables se tomaban el tiempo de pelarlos y llevar el cobre limpio. Hoy en día todos los ponen al fuego para retirar de esa manera el plástico y llevan el cobre literalmente caliente a las chatarrerías. Estas, a su vez, las trasladan principalmente a la chatarrería mayor, de Todoni.
Ha llamado la atención en la Policía y en la Municipalidad que, en los allanamientos e inspecciones realizados en estos lugares, tanto los que están habilitados como los que se encuentran flojos de papeles, no se encuentran la mayoría de los elementos que están buscando, ni siquiera aquellos que fueron sustraídos un día antes y saben que terminaron en una determinada chatarrería. Esto evidencia que cada vez más rápidamente los acopiadores los venden a los mayoristas y los sacan de la ciudad hacia Rosario y Buenos Aires, donde los compran al por mayor.
Y en este punto de la cadena de comercialización del cobre es donde se observa el volumen del negocio: en los lugares de Rosario donde llegan los camiones con el material, pagan entre 22.000 y 24.000 pesos el kilo; y si el cobre se encuentra limpio, es decir sin haber sido sometido al fuego para retirarle el plástico, el precio es de 26.000 pesos. Es decir, una tonelada de cobre puede alcanzar los 26 millones de pesos. Y es una suma prácticamente limpia, porque quienes “facturan” estas sumas no tienen gastos de aportes patronales ni de logística, por ejemplo.
Desde esta zona se trasladan los cargamentos hacia San Martín y La Matanza, provincia de Buenos Aires, donde hay bandas que funden el material en hornos especiales. Finalmente, el cobre vuelve a pasar por Entre Ríos, con destino a Brasil y Paraguay, principalmente. En abril de este año, por ejemplo, Gendarmería descubrió un camión con 24 toneladas de este metal en un camión, en la ruta 14 en Paso de los Libres (Corrientes) con destino a Brasil. Cabe remarcar que su exportación, al igual que el bronce, está prohibida en Argentina.
Mientras tanto, en Paraná se continúa corriendo atrás de la urgencia: no solo tratando de detener a quienes roban, sino en la prevención de lo que podría ser una tragedia: tanto la Dirección de Alumbrado Público como la Policía, cada vez que alertan por cables pelados que salen hacia afuera de una columna, se monta un operativo para que nadie toque accidentalmente la toque porque, como ha ocurrido en otros lugares del país, las consecuencias serían fatales.