Bicentenario: divisiones anti festejos. Banca vacía. La guerra del almanaque

Por Luis María Serroels (para ANALISIS DIGITAL)

También y a su modo han contribuido a estampar este rótulo desdoroso, muchos argentinos que renuncian a su aporte por acción u omisión, que callan cuando hay que gritar y que se borran cuando se debe hacer acto de presencia comprometida ante las injusticias, la corrupción y las banalidades, en una fea actitud claudicante que termina siendo funcional al empeño y esmero que otros ponen para detenernos en el tiempo. Lamentablemente, esos folklóricos contrasentidos domésticos se reactivaron durante los festejos del Bicentenario, opacando el acontecimiento y la profundidad emocional de una agenda destinada a revalorizar la gesta patria, retomar aquel rumbo y ejecutar ese sagrado mandato. Porque mucho más importante que el 25 de mayo de 2010, debe pasar a ser el 26 de mayo de 2010 y los días infinitos subsiguientes, sin pausas ni retrocesos, en la medida que sepamos conservar el testimonio colectivo evidenciado.

En los numerosos actos vividos del 22 al 25, el gran protagonista fue el pueblo argentino plural y generoso, que comprendió y asumió el mensaje. Cualquier intento por colgarse de méritos que no se han tenido y desnaturalizar la convocatoria con la búsqueda de réditos sectoriales, será estéril. Y todo propósito por sacar ventajas políticas, será descalificador.

* Evaluación

Para analizar los tramos de la celebración a la que hemos asistido por privilegio del destino, podríamos arrancar abordando sus aspectos positivos, que los hubo en gran medida. En primer lugar, quedó en claro que cuando queremos, podemos mostrar capacidad de organización, creatividad, imaginación y orden en múltiples aspectos, donde hubo que motivar y movilizar a millones de personas en todos los rincones de la Patria. Pequeños baches no desmerecen en absoluto una tarea que ha sido titánica. Por encima de las actuales dificultades y frustraciones, la gente se mostró festiva y hasta ignoró las inclemencias climáticas.

Dígase con énfasis que la ciudadanía demostró marchar muchas leguas por delante de la dirigencia política, incluido el propio poder gobernante, al reflejar un alto sentido de la convivencia y confraternidad que, si bien no cancela de un día para otro las asignaturas pendientes, al menos abre esperanzas de corregir la bitácora de la historia. Si no nos convencemos de que este espíritu patriótico nos llevará definitivamente a ser una verdadera república, si no hay respeto y tolerancia para la convivencia, el estallido provocado por esta fecha esencial no pasará de ser una anécdota y un alarde de cotillón y ornamentaciones artificiosas. Y es aquí donde empieza a cobrar importancia el sentido de responsabilidad, la institucionalidad, la entrega y el desinterés personal en pos de ideas y objetivos galvanizadores.

Un párrafo especial para el formidable despliegue tecnológico que permitió disfrutar de espectáculos emocionantes que originaron el asombro espontáneo. Todo el mundo observó este aspecto central de las ceremonias, pero asimismo la presencia de las colectividades extranjeras adheridas a nuestra idiosincrasia, la actuación de artistas muy dispuestos y, como si fuera poco, la reapertura de una de las salas más prestigiosas del mundo: nuestro teatro Colón (de esto nos ocuparemos más adelante). La televisión estuvo a la altura de las exigencias teniendo en cuenta que el desafío era muy severo.

No se pueden ocultar –porque sería un error- los aspectos negativos que tiñeron feamente la celebración. La Gala del Colón, que reunió a más de 2.500 invitados especiales, se vio deslucida por el faltazo de la Presidente de la Nación, precisamente cuando de disimular diferencias se trataba. Argumentar sus enojos para con el jefe del Gobierno porteño como razón (discutible por cierto), aplicando una caprichosa y ridícula represalia, fue una mácula innecesariamente echada sobre un acontecimiento destinado a cobijar alegría, fervor y tolerancia. La señora Cristina Fernández de Kirchner –y sus funcionarios y gobernadores subordinados que con disciplina cuasi militar tampoco concurrieron-, olvidó que las situaciones personales nunca podrán, en los grandes fastos, estar por encima de identidades, investiduras y protocolos.

¡Qué oportunidad perdida para dar un buen ejemplo! Quedamos mal parados ante el mundo y de ello se hicieron eco los diarios de diversos países que condensaron su opinión sobre este episodio titulando “una patria contradictoria”, “un clima crispado”, “estado de crispación” o “pugnas empañan festejos”. Pero la más lapidaria observación provino de un medio que señaló sin disimulo que “pese a las declaraciones en favor de la unidad, gobierno y oposición fueron incapaces de dejar de lado sus diferencias”. Es que no se pretendía una carrera contra reloj para recibir al sol del 25 sin grietas, sino cuanto menos de darle una tregua a las discordancias para compartir las ceremonias, que fueron muchas.

La presidente no concurrió tampoco al desfile militar del 22, e inéditamente, se oficiaron dos Tedeum: uno oficial celebrado en Luján y el otro, como es tradicional, en la catedral metropolitana convocado por el cardenal primado. Fue otra forma de reflejar la división existente entre la oposición y el oficialismo, donde no se excluye a la propia Iglesia. Por si fuese poco, hubo una comida a la cual fueron invitados los presidentes extranjeros pero no el vicepresidente argentino Julio Cobos ni los ex presidentes compatriotas. Las fracturas que se mantienen en los círculos más altos del poder, no pudieron sellarse ante semejante acontecimiento. Mientras tanto el pueblo en las calles enviaba claros mensajes para que penetren en la Casa Rosada. Quedó claro que los millones de connacionales que se juntaron en el festejo, lo hicieron convocados por la Primera Junta de Gobierno Patrio, llevados por sus más íntimas convicciones. Y por nadie más.

Finalmente un párrafo para revisar dos hechos. Uno de ellos, el discurso dirigido por Sergio Urribarri durante los actos centrales realizados en Concepción del Uruguay. Dijo entonces el gobernador, refiriéndose al sitio escogido, que “elegimos esta ciudad por el enorme aporte que ha hecho a la historia del país y de gran parte de Latinoamérica…”.

Horas más tarde y en el video proyectado con motivo de inaugurarse la Galería de Patriotas Latinoamericanos, cuyos protagonistas eran presentados con imágenes de sus rostros y breves alusiones a sus luchas, hubo ausencias notorias. Por ejemplo, no figuró Martín Miguel de Güemes y si bien estuvo Juan Manuel de Rosas, no se incluyó a Justo José de Urquiza y a nuestros caudillos federales. Toda una negación del espíritu que acertadamente buscó imprimir a su pieza oratoria el mandatario entrerriano, quedando en claro que desde la cúspide del gobierno nacional se menoscaba el federalismo y se reivindica un centralismo que a esta altura resulta reprobable por anacrónico e injusto. ¿Qué cosas podría reclamarle Sergio Urribarri a quienes elaboraron el video? ¿Qué explicaciones tendrán para dar los tecnócratas e historiadores que diseñaron el trabajo audiovisual? Haber organizado el país no sin luchas desgarradoras y abierto cauce a la sanción de nuestra Carta Magna, ¿no es un merecimiento válido que amerite ser considerado patriota latinoamericano?.

Un duro mensaje anti federalista que confirma la política unitaria vigente. Cuando se festeje el Tricentenario serán muy escasos los sobrevivientes que han disfrutado de este cumpleaños número doscientos, pero no deja de tentarnos imaginar qué dirá de nosotros en ese 3010, el juicio inapelable de la historia. Que esa evaluación sea positiva, dependerá de lo que comencemos a hacer ya. Se puede sentir propietario de una buena organización, pero no del poder de convocatoria. Tanto el gobierno como la oposición, que no supieron guardar en un arcón por unos días sus diferencias y enconos, aún no consiguen decodificar el mensaje de la ciudadanía en pos de la reconciliación.

No ha de ser el éxito de esta celebración lo que nos garantizará el futuro deseado, sino el cambio de mentalidad que produzca la dirigencia y la sociedad toda. En suma, la lectura que sepamos hacer de la actitud asumida por los argentinos por estos días gloriosos de mayo.

* Banca vacía

La ocupación de una banca para el caso de renuncia o fallecimiento de un legislador, está prevista en leyes y reglamentos. El alejamiento voluntario de José Cáceres para desempeñar el cargo de ministro, demandó la tarea de determinar quién lo reemplazaría. Y allí comenzaron los problemas, porque mientras Cristina Salas reclama para sí el escaño vacante por cuestiones de cupo por género, el gremialista Aníbal Brugna hace lo propio, amparándose en un derecho adquirido hace tres años.

Tanto titubeo y especulaciones llevarían a suponer la inexistencia de normas que contemplen tal circunstancia, pero no es así. Lo lógico sería aplicar los reglamentos vigentes en 2007 cuando se oficializaron las listas y que preveían la posibilidad de impugnaciones y cuestionamientos en tiempo y forma. Candidatos titulares y suplentes aceptaron y convalidaron las reglas de juego y dentro de ellas, los mecanismos de subrogancia.

Lo que resulta inapropiado es buscar imponer criterios o razones mediante acciones de movilización gremial para lograr lo que las leyes ya han previsto y cuya aplicación es resorte exclusivo del Tribunal Electoral, único organismo habilitado para dirimir estas cuestiones. Las leyes son como son y quienes las deben interpretar y aplicar son los funcionarios facultados para ello. Todo método o herramienta tendiente a presionar en pos de alguna decisión determinada, significa desapego por las normas y un propósito de imponer por la fuerza criterios personales. Así no funcionan los sistemas y si hoy existen reformas, no pueden tener efecto retroactivo porque lo impide una clara cláusula constitucional.

* Guerra del almanaque

La virulencia que va cobrando la cuestión del cronograma con vistas a los comicios de 2011, realmente es inadmisible. Se anuncian reuniones del gobierno con el conjunto de partidos políticos mientras algunos demandan encuentros privados, donde se puedan discutir las fechas. Lo curioso de todo esto es que tal situación deja de lado que la potestad para establecer este ordenamiento es de la Legislatura, según lo determina el artículo 87 de la Constitución entrerriana. Todo cuanto se haga al margen de las cámaras sería nulo porque supondría una usurpación de facultades y por ende chocaría contra la división de poderes consagrada en el art. 1º de la carta magna provincial.

Más allá de que la discusión emerge del traslado a las bancas de la interna oficialista y de que ciertos dirigentes no disimulan su tendencia a imponer criterios propios, la tarea de debatir y resolver este asunto sigue siendo de los 28 diputados y 17 senadores. Esto no es optativo, sino una clara imposición legal.

Un dirigente llegó a decir que mientras no se reglamente la Constitución, la fecha electoral es una facultad del gobernador que puede escoger la que le plazca. Más allá de que Sergio Urribarri nunca asumiría una actitud tan autoritaria, es saludable recordar que los preceptos que enmarcan este tema tienen carácter operativo y no requieren reglamentación. Dejar esto de lado implicaría abrir las puertas a que una simple instrucción dada desde el Poder Ejecutivo a sus adeptos en las bancas con mayoría suficiente, rechacen sin más trámite y desactiven un proyecto destinado a cumplir con el artículo 87, plasmando un virtual boicot institucional que clausura cualquier salida. La ley 2.988 tiene 76 años de vigencia y mal puede anteponerse a una norma constitucional sin riesgo de desobediencia.

Aún no se ha expedido la justicia (se ignoran las causas) sobre el planteo formulado respecto de la denominada ley Castrillón, por los radicales Luis Brasesco, Juan Arralde y Fabián Rogel, pero además, los esfuerzos y preocupaciones del poder político deberían centrarse en modificar aspectos sustanciales de las contiendas electorales. Por ejemplo, ir buscando la implementación de la boleta única, terminar con la boleta sábana y separar las nóminas de candidatos según sea la jurisdicción (nacional, provincial y municipal).

Sería muy feo que algunos estén especulando con las variables en las encuestas pos Bicentenario, porque no faltan quienes se sienten responsables del éxito resonante que tuvieron los festejos. Cualquier reposicionamiento que exhiban las mediciones, dará forma a nuevas perspectivas y alimentará alguna que otra ilusión. Pero las caras felices de los argentinos en la magna celebración, lo fueron por eso y únicamente por eso.

Todos saben que el fervor no alcanza para superar las graves urgencias cotidianas y que el alarde técnico y artístico de los actos no le cambiará la vida a nadie. Las vicisitudes y contratiempos seguirán rodeando a grandes capas sociales, los problemas del día a día continuarán en la agenda de preocupaciones y, parafraseando a los locutores cuando cierran una trasmisión por cadena nacional, los dirigentes de oficialismo y oposición continuarán con sus respectivos programas (de rencillas y crispaciones). Hasta la semana que viene.

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