Muchos puntos resultaron confusos en los primeros minutos de la investigación. En un principio, una palabra que ubicaba a un “rosarino” en el escenario del crimen, llevó a las pocas horas a la detención de un sujeto con el cual se creyó tener al autor del crimen identificado. Se trataba de Mauro Rojas, quien había sido demorado el sábado anterior por un delito menor y luego liberado. En un clima de ansias y reclamos de justicia, el juez Jorge Barbagelatta Xavier continuó trabajando junto a sus colaboradores, ya que no los convencía aquella detención.
Los elementos hallados en el bolso que abandonó el asesino y otros detalles no coincidían para nada con aquella primera sospecha y la pesquisa finalmente recayó sobre otro rosarino, Rubén Ricardo Ferreyra, a quien hasta su propia madre lo señaló al momento de encausar la investigación en su contra. Finalmente fue capturado en la zona de islas.
El querellante, Marcos Rodríguez Allende, en diálogo con El Diario, indicó: “Entre las cosas que se pudieron probar sabemos que el acusado extrajo de entre sus ropas una pistola que le había sido robada a un integrante de Prefectura en Rosario. Hizo cuatro disparos: dos a Muñoz y dos a Zarate, provocándoles la muerte, para luego darse a la fuga y ser detenido en una isla cercana a Diamante, a donde había sido cruzado por un pescador”, recordó.
Sintetizando, detalló que “Podemos decir que a un año y un par de meses hemos avanzado en la causa judicial y solamente nos resta transitar por esta etapa final, que es la de juicio oral”.
Hubo una ampliación en el Código Penal en donde se agrava la figura de un homicidio cuando la victima pertenezca a una fuerza de seguridad y, como tercer agravante, esta probado que Ferreyra buscó la muerte de Muñoz y de Zarate para evitar ser detenido y ocultar otro delito, que es el del transporte de estupefacientes para introducir esta droga –que fue hallada en el bolso secuestrado– en la ciudad de Diamante”, precisó Rodríguez Allende sobre el proceso acusatorio.