De ANÁLISIS DIGITAL,
desde Gualeguaychú

La comparsa O Bahía tuvo un arranque accidentado anoche, al salir al Corsódromo como primera protagonista de la tercera noche. Sucede que apenas pasando el sector oficial de la Casa Rosada, el joven Cristian Gómez, que estaba en lo más alto de la primera carroza, cayó sorpresivamente -desde una distancia de entre 6 y 7 metros- y ello provocó la obvia preocupación. Rápidamente hubo un importante despliegue policial y de bomberos, acompañados por el servicio de emergencia, quienes derivaron en camilla al joven hasta el Hospital Centenario y se recuperaba favorablemente esta madrugada. Lo loable del episodio fue con la profesionalidad que resolvieron los demás integrantes de la comparsa, quienes no se detuvieron en ningún momento y hasta buscaron que los dos primeros jurados no se dieran cuenta de lo que había ocurrido, porque ya estaban a no más de 20 metros del palco de tales invitados. Obviamente, dejaron en manos de los componentes del sistema de seguridad que resolvieran la situación.

Lo que sucedió fue una muestra de la seriedad con que tomó esta edición el Club de Pescadores, ajustando cada detalle noche a noche. Está claro que en las tres veladas carnavaleras, O Bahía fue la comparsa más pareja y la que mayor crecimiento tuvo, desde lo artístico, pero también lo coreográfico y puesta en escena. La prolijidad y obsesión de su director, Rodolfo Rodríguez, está dando resultados, en este trabajo por la defensa de la naturaleza, con el pegadizo “qué bicho te picó”. O Bahía no tiene figuras rutilantes individuales -salvo la conducción de la batucada, a manos del intendente de la ciudad, Martín Piaggio-, pero cuenta con un envidiable trabajo en equipo que va ganando la pulseada noche a noche y en especial es destacable la labor de las primeras escuadras, en cuestiones coreográficas.

Marí Marí salió en segundo lugar y tuvo el fervor popular de siempre. Es sin dudas, la comparsa más conocida fuera de los límites de la ciudad y cuenta además con una fuerte hinchada propia de Gualeguaychú. Pero hasta ahora, los dirigidos por Adrián Butteri -con carrozas y trajes envidiables y costosos, que hacen esta Bazofia, como tema central, contra el consumismo y la contaminación- no demostraron la pasión de otros años. Quizás lo logren en sábados siguientes, pero hasta ahora no pudieron consolidar ese aspecto. Los rojinegros siguen manteniendo una brillante comisión de frente -que fue una característica de los últimos años y sobre lo que ha insistido mucho su coreógrafa y pasista, Emilce Parga-, pero están desprolijos en otras escuadras y los baches se siguen produciendo. Anoche, entre la Casa Rosada y el primer jurado, llegaron a existir unos 40 metros de distancia entre una escuadra y la carroza, hubo cierto descontrol en tal sentido y sorprendió a propios y extraños. Además, este sábado no estuvieron algunas de sus individualidades más salientes, como Catalina Lagomarsino (segunda velada consecutiva ausente), Estefanía Rivas -sin dudas, una de las mejores bailarinas del carnaval, en los últimos años- o la última reina del carnaval, Ayliñ Marín, que va en una de las carrozas. Nuevamente, Agustina Nozzi -es, sin dudas, una de las revelaciones de esta edición- y Emilce Parga, volvieron a sobresalir, al igual que la banda musical de Martín Irigoyen, junto a la batucada de Mauro Andrada.

El cierre estuvo a cargo de Papelitos, la comparsa de Juventud Unida, con su llamado a dejarse envolver de alegría y contagiar. El trabajo de los dirigidos por Mario Martínez fue sin dudas el más parejo y organizado en la puesta en escena, en esta presentación del tema “Allegra”, buscando la mágica fórmula de la felicidad. Nunca es fácil salir detrás de la presentación de Marí Marí -en especial por la adhesión que logra en el público-, pero a la gente del Juve le importó poco y nada. Salieron, como el sábado pasado, a comerse crudo el Corsódromo y de alguna manera lo lograron, porque transmitieron todo el tiempo esa pasión carnavalera que los caracterizsa. La gente aplaudió y vitoreó el paso de la comparsa. O sea, como debe ser cada noche, en premio al esfuerzo y la calidad del espectáculo.

La concurrencia turística mermó en Gualeguaychú, respecto del año pasado y el turista porteño, que es el que desembarca por lo general, en el mes de enero, no está dispuesto a hacer un gasto en el Carnaval del país, que puede afectar su presupuesto. Los precios son moderados (el mismo costo que una entrada general a una cancha de fútbol, en un torneo de Nacional B) y el espectáculo, de casi cinco horas, es de alta jerarquía. A veces, los turistas están acostumbrados a pagar 500 pesos una entrada para una obra de teatro revisteril de una hora, pero consideran que no corresponde hacer un gasto menor para ver el carnaval de Gualeguaychú, donde hay inversiones millonarias de parte de cada comparsa (entre 3 y 10 millones, aproximadamente) y se pone en escena a casi 1000 personas, con trajes de alto valor económico y carrozas de excepción. Hasta el vecino de la ciudad deja de ir a su propio carnaval, pese a que tienen una excepción en la entrada, ya que se la venden con un 50 por ciento de descuento, pero es una vieja distancia entre el ciudadano y los clubes, donde seguramente van los integrantes de su familia, tanto a la institución, como a las escuelas que tienen o son participantes de las comparsas de una u otra manera. Pero es una pelea de años, algunas veces con razones y otras sin sentido.

Ahora habrá que ir en la búsqueda de la última noche de enero. El año pasado hubo 16 mil personas. No será fácil superar tal cifra, pero tampoco imposible.