
En Concordia termina este sábado la primera Feria Provincial del Libro. Lo que parecía apenas una apuesta tímida terminó siendo un acontecimiento cultural, que marcó un punto de partida. Durante tres días, más de sesenta expositores de distintos lugares del país están ocupando los pasillos del Centro de Convenciones. Hay libros, claro, pero también hay conversaciones, feriantes que confían en que se trata de sembrar una semilla, docentes que llevaron a sus alumnos como quien abre una puerta nueva, y lectores que buscan nuevos títulos o apenas un gesto de compañía en un stand.
El río Uruguay, que pasa muy cerca, parecía un telón de fondo inevitable para una feria que quiere ser provincial, pero sobre todo quiere ser visible. Lo dijo Hernán Rebeque, de Fantasía Libros (Rosario), cuando ANÁLISIS le consultó qué le parecía estar en Concordia: "Me parece una apuesta muy interesante a realizarse en la costa del Río Uruguay, en Entre Ríos. Sobre esta costa, más lo que imagino Concordia o más para el norte inclusive, está bueno que se desarrollen estas apuestas porque después de todo es una apuesta cultural que realiza la provincia y que por lo visto tiene compañía no solamente de diferentes colegas de la provincia, sino también de provincias vecinas como Santa Fe, Buenos Aires, gente de Córdoba. Eso le aporta mucha bibliodiversidad y es un buen comienzo para ir construyendo a largo plazo".
La palabra bibliodiversidad circula como una consigna entre los stands. Lo que en Buenos Aires suele ser mercado, en Concordia aparece todavía como una construcción lenta. Rebeque lo explicó: "No es una feria afianzada, sino el puntapié para lo que puede llegar a venir luego, como sucede en la Feria del Libro de Paraná, que ya está consolidada. En ese sentido ubicar la Feria Provincial en la costa del Uruguay me parece un gran acierto".
Lo que se vio en la sala fue más charla que compra. El corresponsal de Fantasía Libros lo notó enseguida: "Es medio difícil en estos momentos que únicamente con la búsqueda de un título particular se realice la venta de un libro o la adquisición del lector. Siempre está buscando la recomendación, la apreciación del librero, del editor, de la persona que está del otro lado. Y en ese ir y venir de intereses aparece el libro que lo va a hacer feliz, o el viaje que desea realizar. La gente busca mucho más la interacción que el libro sin preguntar nada". Y ahí apareció el dato que todos repetían en voz baja: las ventas fueron escasas. La explicación, otra vez, fue económica. "La industria editorial tuvo un pequeño verano que fue la Feria del Libro de Buenos Aires. Desde entonces todas las editoriales, todas las librerías y todos hemos experimentado una paulatina baja en las ventas. Lo que antes, el año pasado, era un mes arriba y otro abajo, ahora es todo para abajo. Nos pasa a todos. Y en este contexto lo importante es qué hacemos con eso que sucede".
Gustavo Martínez, de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, tiene una visión distinta, como todos cuando las apuestas apuntan a ser plurales. Él se concentró en el público escolar: "Nosotros notamos que los primeros dos días hubo mucha participación de escuelas. Fue un lindo faro, un lugar donde las escuelas tuvieron una actividad para conocer. Siempre me parece interesante cuando se apunta al público que está catalogado como que no lee, que pueda tener acceso al libro, charlar un rato con nosotros, tener alguna propuesta en los stands. Los primeros días fueron muy ocupados por eso. Después, en cuanto al público general, creo que se empezó a mover más el viernes a la tarde y hoy empieza uno a ver más movimiento".
La apuesta universitaria se mide en conversaciones. "Este año vinimos con un catálogo más nutrido de la librería universitaria argentina, entonces hay mucha diversidad: libros infantiles, libros técnicos. Notamos más consultas que en ediciones anteriores en Concordia, mucha gente preguntando quiénes éramos, qué estábamos haciendo", agrega Martínez, como quien apunta que la feria, más que un negocio inmediato, está siendo una gran vidriera.
Gonzalo Baz, editor uruguayo al frente de Pez en el Hielo, dijo que la feria es todavía un territorio por construir. "Estamos contentos con la feria, con la organización. Hoy es un día que parece que va a venir bastante gente", señaló mientras acomodaba los ejemplares en su mesa. Y enseguida marcó la dificultad de este debut: "No es tan fácil vender, pero sí, algunos libros se vendieron. Al ser la primera también hace que no haya tanta cultura de feria, que supongo se irá ganando con el paso de las ediciones, cosa que creo que definitivamente lo va a ser".
En relación con los visitantes, en esa conversación que se arma cuando alguien se acerca al stand sin saber muy bien qué buscar, comenta que "por lo general es gente muy interesada y, al ser mi catálogo de autores que no son conocidos, se da mucho ese espacio de charla. Vienen más que nada para conversar y que vos, como vendedor, les ofrezcas algo".
El santiagueño Andrés Torres Acuña, de Funda Editorial, llegó sin demasiadas ilusiones. "Vine con pocas expectativas porque sabía que era la primera feria provincial, en una ciudad del interior de Entre Ríos. Tengo experiencia en otras ferias y sé que muchas veces las primeras no tienen el impacto de las grandes. Pero dentro de todo, aunque las ventas fueron difíciles, siento que es una gran oportunidad para empezar a crear dentro de la comunidad de Concordia una comunidad lectora, una comunidad que espera y que se prepara para esta feria. Así que espero que se vuelva a organizar más adelante", contó.
En su stand lo que llama la atención eran los libros artesanales. "Lo primero que ve la gente son las tapas. Nuestra editorial tiene producción artesanal y también industrial. En la artesanal usamos tapas de papel kraft, con ilustraciones hechas a mano alzada. Esa estética un poco rústica es lo que engancha de entrada", explica Torres Acuña, mientras algunas personas se acercan s mirar cada obra.
Por lo bajo se repite la misma pregunta: ¿cómo medir el éxito de una feria que recién empieza? Para algunos es la cantidad de chicos que se llevan un primer libro. Para otros, la posibilidad de poner en el mapa cultural a Concordia. Lo cierto y lo lindo es que la Feria Provincial del Libro es, más que un mercado, una escena de conversaciones, de intercambio. Entre escritores, editores, docentes y lectores se arma una trama que no vale la pena medir en ventas. Un comienzo, un puntapié, como dijo uno de los feriantes.