Luis María Serroels
Hace unos años y en ocasión de recordarse un aniversario más de su muerte, remitimos una carta a José Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano en la cual le expresamos toda nuestra admiración y gratitud. Ello conllevaba insoslayables alusiones a sus virtudes, exhibidas en innumerables gestos propios no sólo de su gran estatura intelectual sino también de su entrega y valor demostrados en el terreno militar, al que debió volcarse sin pensarlo para cuidar la retaguardia de los montoneros de Güemes, o viajar hasta el Paraguay o el Perú en recordadas campañas. En eso andaba cuando hizo apeadero en Paraná, llevándose de aquí ayuda material pero esencialmente apoyo moral y espiritual que él supo destacar públicamente en sus memorias.
Ni hablar de sus lúcidos aportes a la educación superior y su acto de desprendimiento cuando rechazó un premio de 40.000 pesos que le otorgó la Asamblea de 1813, decidiendo que ese monto fuera destinado a la creación de cuatro escuelas primarias.
Nuestra carta tuvo la pronta respuesta del prócer en la que quedó sellada una amistad muy particular: él, guiándonos desde la cúspide en que lo posó la historia, y nosotros procurando ser fieles intérpretes.
El lunes 20 se cumplirán 185 años de su muerte y respondiendo a un "pacto secreto de actualización" que celebramos con Belgrano, un mensaje recibido desde el sitio donde se encuentra nos trae un puñado de reflexiones sabias y punzantes, frente a la realidad que hoy nos rodea.
Hemos extraído las preocupaciones del creador de nuestra Bandera Nacional, por todo cuanto tienen de valiosas para toda la sociedad (y aquél que le quepa el sayo, que se lo calce).
Préstese atención a los interrogantes que nos plantea Manuel, a partir de sus fuentes informativas que, como nos dijera en su anterior carta, lo mantienen permanentemente actualizado.
Hace ya tres años nos preguntaba sobre el porqué de persistentes sinsabores, odios, rencores, angustias, tragedias y traiciones en un país que tiene todo para ser verdaderamente grande.
"Quisimos un país libre y no lo es; quisimos una patria soberana y no lo es; supimos honrar los símbolos patrios y hoy ello casi no se advierte; nos guió la austeridad y hoy sigue reinando el nepotismo, la ostentación y el despilfarro; pretendimos la unión fraternal de todos los compatriotas y hoy existen fracturas y divisiones donde imperan la desconfianza recíproca y el odio fratricida; sostuvimos como base la vigencia de las leyes y como premisas el respeto, el sentido común, la entrega, la solidaridad, la abnegación, el patriotismo, la ética...".
Y demostrando su alto grado de conocimientos, Belgrano nos hace saber su sorpresa y desazón porque advierte -según su misiva escrita de puño y letra- que hoy subsisten prácticas inaceptables para un sistema democrático y para un Estado de Derecho.
Nos habla del "engaño sistemático al pueblo prometiendo cosas que luego no se cumplen y en todo caso encuentran una hábil retórica con propósitos exculpadores, maquillando la ineficiencia propia con cosmética barata marca ‘Fueron los anteriores’ y hallando siempre atenuantes para salvar la desatención de la educación, la salud, la justicia y la seguridad".
Y lo que más parece entristecerlo es que de todo aquello que nos decía hace tres años, nada ha cambiado: "Los maestros -nos recuerda- todavía reciben sueldos muy bajos, la salud no parece ser prioritaria, la justicia continúa desvirtuada por la inseguridad jurídica, el Estado no termina de pagar el error de haber rifado el patrimonio de todos y a nuestros viejos se los sigue condenando a vivir en el olvido y la marginalidad...".
Por supuesto que no pasa por alto la mención a la vigencia de la usura y el cohecho, que han ocupado un lugar de honor en el mausoleo de la impunidad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)