Desde 1995, la Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos de Entre Ríos viene bregando por mantener vivos tres pilares de la lucha de los organismos de derechos humanos: memoria, verdad y justicia por los crímenes cometidos durante la última dictadura militar en la Argentina. ANALISIS reunió a Carmen y Guillermo Germano, María Luz Piérola, Alejandro Medrano y Alicia Dasso para reconstruir una historia que comenzó a gestarse a partir de la realización del Monumento a la Memoria, de Amanda Mayor, ubicado en la Plaza Sáenz Peña, y que este viernes cumplirá diez años. La declaración de nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final, la creación del Registro Único de la Verdad, el surgimiento de HIJOS y la lucha de los ‘70 contra un sistema que logró implantar un modelo que enfrenta a opresores y oprimidos, en un debate con aquellos que fueron protagonistas y víctimas de la página más negra de la historia argentina.
Juan Cruz Varela
A esta altura, ya los hijos están llegando -y en algunos casos hasta han pasado- la edad que tenían sus padres cuando fueron secuestrados. En la provincia, su formación es muy reciente y apenas llevan un pequeño sendero recorrido, pero ya asoman como continuadores de una lucha que iniciaron sus abuelas y continuó la generación intermedia, esa que fue diezmada y masacrada por la dictadura militar. Pero la lucha de la Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos de Entre Ríos (AFADER) parece haberse revitalizado en este último tiempo, justo cuando se apresta a cumplir 10 años de existencia.
“AFADER nace como una asociación civil sin fines de lucro y se conforma públicamente cuando se hace la inauguración del monumento de la memoria, realizado por Amanda Mayor y que se encuentra en la Plaza Sáenz Peña”, explica María Luz Piérola, una de las primeras integrantes de la organización. “En realidad, la idea de la gestación de AFADER surgió en la casa de Clarita (Fink)”, la misma humilde vivienda de calle Jujuy de la que fuera secuestrado Claudio un 12 de agosto de 1976, donde su madre todavía vive, aunque ahora sola. Referente de la lucha de los primeros tiempos, Clara Fink, junto con Amanda Mayor, tuvieron sus primeros encuentros en la Iglesia del Carmen, adonde el padre Julio Metz les permitía reunirse para juntar los elementos y pruebas que pudieran conseguir y compartir. Así fue como se conocieron e iniciar su militancia juntas en eso que tiene que ver con el dolor de madres por haberles sido arrancados sus hijos.
En un primer momento, AFADER estaba integrada por Carmen Germano; Clara Fink; Pepita Goyeneche, su marido Dionisio e hijos; Amanda Mayor; Gustavo, María Luz y Cristela Piérola, que aún hoy continúan; también estaban Carmen y Juan José Acosta y Delia Costa, junto con su padre y su tío de Delia. Luego se sumaron Guillermo Germano, Alicia Dasso de Bachetti, Jano; y luego llegó la tercera generación, de la mano de Julián Froidevaux, Matías Germano y Emiliano Piérola, entre otros.
Pero obviamente que AFADER no surge de la nada, sino que los familiares vieron como una necesidad el hecho de buscar “nuestra independencia como organización” para continuar con su lucha en reclamo de memoria, verdad y justicia, tres pilares en el reclamo que vienen planteando desde la vuelta de la democracia, según explica María Luz. Hasta ese momento, la militancia se había dado a través de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH), hasta su disolución; y luego en la Coordinadora por los Derechos Humanos y en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, pero siempre resaltando su condición de familiares de detenidos-desaparecidos.
Como un parto con complicaciones, el nacimiento de la asociación fue complejo. “La figura de AFADER se conforma con la puesta en marcha del monumento en la Plaza de Mayo. Ese día se colocó la placa, vinieron las Madres de Plaza de Mayo de Buenos Aires y dimos la vuelta a la plaza, esa fue la primera marcha que hicimos”, cuenta Guillermo Germano, y sin interrumpir su relato agrega, mirando a María Luz: “Me acuerdo que íbamos caminando juntos y que tuvimos que hacer todo rápido porque no estaba autorizada, (el entonces intendente, Mario) Moine no quería saber nada. Igualmente, colocamos la primera placa, que después la sacaron; fue un acto relámpago y al otro día fue arrancada y partida. Costó mucho esfuerzo de militancia”. Corría entonces el año 1991.
Luego de las elecciones, en las que se consagra a Julio Solanas como intendente de Paraná, la historia comenzó a cambiar, sobre todo a partir del impulso de un proyecto de ordenanza que incluía restablecer la placa y construir un monumento a la memoria. La placa fue colocada en la Plaza Alvear, sobre calle Laprida, y en ella se consignaron los nombres de los desaparecidos entrerrianos. “Pero a partir de ahí se dio otra pelea porque no autorizaron la ejecución del monumento, hasta que finalmente se nos permitió su construcción y ubicación en la Plaza Sáenz Peña. En ese momento nos constituimos formalmente como AFADER”, aclara María Luz, y acota: “Jano (Alejandro Medrano) colaboraba con Amanda, mientras que Carmen y Juan José Acosta, que son arquitectos, realizaban el diseño del contexto que rodea al monumento”.
