Claudia Martínez
A cara lavada, en el medio de su taller donde cose lentejuelas, pega strass y arma sus corsés, Pablo Millán, actor transformista, habló de todo. De los políticos, de que fue tema de una reunión de gabinete municipal, de las mujeres y de su sexualidad. Dijo que los políticos realizan puestas en escena dignas de un espectáculo de Rotemberg o Sofovich.
Sin maquillaje es otra cosa. Con barba de un día, ni hablar. Y con las plumas colgadas del perchero, menos. “El actor transformista del que habla todo Paraná”, como alguna vez tituló un artículo periodístico, es verborrágico, convincente y no para de hacer chistes mientras ceba mate en un atípico vaso de cerámica pintado.
Santafesino de nacimiento pero paranaense por adopción, cuando sale a la calle deja las pinturas por un gorro con lentes que le tapan la cara. “Es una fobia mía que tengo con esto de ser ‘conocido’. Pero no una fobia mal, porque a pesar de todo lo que vendo, soy bastante vergonzoso. Entonces me da mucha vergüenza cuando me paran y me dicen cosas demasiado lindas, y no se qué decir, que qué contestar. Algo que tendré que hacerlo para ver por qué me pasa esto, hablar con algún psicólogo en algún momento”, cuenta mientras cronista y entrevistado se sientan en un taller en medio de tacos altos, plumas, sombreros y corsés.
-¿Alguna vez hiciste terapia?
-No, nunca. Yo digo que la terapia la hago con mis amigos, que para eso los tengo.
-Pero alguno de tus amigos, algún raye debe tener… Te puede asesorar mal y sonamos…
-Sí, es verdad. De todas maneras no creo que la terapia sea algo de asesorar. Creo que es algo que tiene que ver con orientar. No sé quién tiene el bastón por el mango para decir “éste es el camino que hay que agarrar”. Por ahí un profesional te puede llegar a ordenar, pero no creo mucho en la terapia. Por ahí, los terapeutas son como los curas. Creo en Dios, pero no creo en los curas.
-¿Cómo se te ocurrió desembarcar en una ciudad con tanta religiosa arraigada?
-Vos sabés que no creo que sea tan así. No, porque cuando hago las críticas sociales, lo cual tiene que ver con un personaje, la gente estalla en un aplauso. Me parece que tienen muchas ganas de decirlo. Son más hipócritas y más callados.
-¿Paraná es una ciudad hipócrita o sólo algunos sectores lo son?
-Algunos sectores. Creo que debo haber colaborado en algo para que se hayan sacado un poco la máscara también. Porque son por ahí miedosos, ésa es la palabra. Creo que tienen miedo de desestructurarse y a esto de lo que va a decir la gente. Eso me ha pasado con gente que no ha ido a verme a lugares alternativos porque no va a otro lugar que no sea el teatro, porque al teatro va la gente bien, ¿viste?
-¿Te encontraste alguna vez con esas señoras que hicieron 20 años en un colegio religioso y que en el medio del espectáculo se levantaron ofendidas?
-No que me haya enterado. O te dicen el famoso: “que zafado, ¿no? Pero lindo el espectáculo”. Porque ya está incorporada esa historia de decir eso. Acá la gente te prejuzga. Mucha gente habló de mí y de mi trabajo sin haberme visto.
-¿Por eso dejaste Santa Fe y te quedaste acá?
-Nada con respecto al arte y al laburo se te hace racional. Vos vas donde hay laburo. Yo creo que a vos te pasa lo mismo. Si te contratan de Villa Calamuchita y hay laburo, te vas para allá. Es según como veas la profesión. Si fuera así, ya me habría ido. ¿Qué más me queda por hacer acá? ¿Qué más puedo pedir? Estuve en teatro, llené varias funciones, soy record de convocatoria de gente. Ya me recibió en intendente Julio Solanas, me regaló un mate…
-¿Ah sí? Pero vos tuviste un encontronazo con él…
-En realidad fue con la gente cercana. Yo llegué acá, pedí el teatro y no me lo dieron, y lo dije a la prensa. Y vos sabés el poder que tenés cuando puteás en un medio... Había un recuadro en el diario Uno que decía “Yo no pacto con hipocresías” y que hablaba de esta historia, de lo hipócritas que son.
-Dame nombres, dame nombres…
-Mirá, es muy loco todo esto que me pasó. Una vez estaba tomando mate con Gerardo Dayub y Silvina Fontelles, cuando nadie tenía ningún título, ningún puesto o acomodo. Cargo sería como darle una corona. Alguien debería hacer alguna vez un cásting para esto de entrar en un puesto público y no que entren porque son del mismo partido. O evitar eso de decir “vos sos actor, entonces vení como secretario de Cultura”. Yo nunca lo vi (a Dayub) pero entonces me parece que a un secretario de Cultura no se le puede pasar por algo, que un artista -te guste o no el género que hace- te va a visitar a tu casa -yo fui a visitarlo al Juanele Ortiz-, tenés que recibirlo para decirle al menos “Felicitaciones”. Yo venía de ganar varios premios, de llenar teatros, de invertir mucha plata en un espectáculo…
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)