A. M.
El Reino del revés es un reino tal como lo cuenta la canción de María Elena Walsh, un lugar donde “nada el pájaro y vuela el pez”, o tal vez donde las personas correctas y trabajadoras sean las obligadas a dar un paso al costado y aquellas que persiguen intereses particulares o bien escuchen al consejero equivocado sigan dominando el timón... Parece difícil, pero sólo deberíamos abrir los ojos un poco más de lo habitualmente para darnos cuenta de que en el fútbol paranaense son muchas más las veces en las cuales se comenten errores, que aquellas donde los aciertos hacen su irrupción.
No hace falta ser erudito para darse cuenta de que el presente que atraviesa el deporte más convocante del mundo es netamente resultadista. Mandan los resultados, es así, parece una crueldad, pero lamentablemente es así, acá, allá o más allá.
Muchas veces se trata de comprender ese razonamiento que ha ido implementando el fútbol mundial -cada vez más mercadotécnico por cierto- y hasta llega a ser más entendible en los certámenes de alta competencia, pero la demencia llegó a tal punto que se discute un técnico hasta en los torneos de amigos. Es casi una paranoia, pero hoy por hoy mandan los resultados.
En Patronato se está viviendo una situación que se ubica en lo expresado anteriormente. La falta de resultados positivos en el Torneo Clausura del Argentino B puso en la cuerda floja al técnico Luis Murúa. A pesar de haber logrado la clasificación a instancias finales con el conjunto paranaense, gran parte de la dirigencia no está conforme con su labor. El chubutense se cansó del manoseo y decidió pegar el portazo, el cual se oirá cuando finalice la incursión del rojinegro en el certamen de ascenso.
Patronato cosechó en los últimos años un sinfín de fracasos futbolísticos y mordió el polvo de la derrota cuando descendió al torneo en el cual milita en la actualidad. Hubo equipos que contaron con presupuestos altísimos y sin embargo se quedaron en el intento de repetir la epopeya de 1978, cuando la institución paranaense logró codearse con los mejores equipos del país.
Que hubo errores, eso nadie puede negarlo, si se empeñó hasta lo que no se tenía para armar súper-equipos que se quedaron en el camino, o se erró en la elección de los conductores. En fin, las razones fueron muchas, pero en todas estuvo relacionada la conducción del club.
Y en estos días reaparecieron otra vez los viejos fantasmas, los dirigentes exitistas que no toleran que en el fútbol se pueda ganar, empatar y también perder. No se bancan que su equipo sufra un bajón futbolístico y comience a transitar por un camino de resultados negativos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)