-El equilibrista. El elegido no se pone nervioso. Más, desde que se sabe candidato, no ha trocado su porte característico, ese que combina el trato cariñoso con la dureza tajante cuando de alinear tropa se trata. Se siente seguro, cree que pisa suelo firme, y más que esa arritmia que ataca a los candidatos en etapa de asomar la cabeza, muestra un manejo pausado, habla sin gritos, casi con modales suaves. Sin embargo, por fuera de las puertas llaveadas y las portentosas oficinas del Ministerio de Gobierno muchos sostienen que el traje en que está metido le resulta incómodo. Que metido a timonel ha caído en la cuenta de que el barco del justicialismo siempre navega en aguas revueltas. Lo cierto es que Sergio Daniel Urribarri es más que el riñón de Busti, es un retoño crecido a su sombra. Es un tramo de ese ajustado cinturón que rodea la cintura del actual gobernador desde hace largos años. Urribarri, Orlando Engelmann, Raúl Taleb, José Allende, José Laporte; alguna vez también Oscar Mori, Raúl Rico, Domingo Rossi, algún empresario, comunicador, obispo o juez. Entre todos ellos han atado y desatado desde allá lejos, acuerdos con fruición. Los años de gobierno y de poder los han llevado con frecuencia a confundir solidaridades con necesidades públicas y negocios privados. En esa carrera, sólo las corresponsabilidades y muñecas entrenadas para la política de palacio impidieron que más de uno, enredado en dificultosos procesos judiciales, no terminara con el traje a rayas puesto. Gran parte de la capacidad neuronal de Jorge Busti ha estado al servicio de encontrar siempre el centro de gravedad que le permita hacer equilibrio entre esas relaciones privadas y la sociedad. Ese núcleo duro es una parte de sí mismo, pero la sociedad pone los votos. Su reconocida capacidad de equilibrista radica en gran medida en su capacidad para ubicar las expectativas de la sociedad y darle algún tipo de respuesta, por lo general la más fácil que tenga a mano, sin que esas aperturas comprometan o incomoden a sus amigos. El problema ahora es que el dueño de esa probada capacidad perceptiva se llama Jorge Busti y no Sergio Urribarri. Aquél es quien atesora el secreto sobre es el momento preciso para hacer el cambio de ritmo. Los hace siempre que sus muchachos no tienen capacidad de respuesta. Claro, también sabe hacerlos con los códigos tranquilizadores de que todo va a seguir igual. Que cambia para que nada cambie.
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-Adelante, radicales. Con audacia y algo de materia gris Sergio Varisco pudo haber explorado en la provincia el mismo camino de los gobernadores radicales: Zamora en Santiago del Estero, Cobos en Mendoza o Colombi en Corrientes. Si así lo hubiera hecho, seguramente hoy estaría paladeando un protagonismo diferente. Pero no fue ése el camino elegido y hoy su figura se pierde en el mismo gris plomo de estos días de otoño. Este desdibujamiento del ex intendente de Paraná es gravitante pues, gustara o no, su figura surgía como aglutinante luego de la noche montielista. Aunque parezca irreal, en las elecciones generales de 2003, con Montiel en la mochila, Busti y Kirchner enfrente logró un resultado para muchos envidiable. Luego vino la onda verborrágica de crítica izquierdista frente al gobierno nacional y quedó pegado a una rosca por debajo de la mesa con el oficialismo que incluía la reelección de Busti. El resultado fue fatal. Frustrado su liderazgo, el radicalismo es un barco a la deriva. El espacio que dibujan el ex senador Juan Ghiano y el diputado Eduardo Solari tiene fronteras difusas, no se sabe a ciencia cierta hasta dónde llegan, ni qué figuras abarcan fuera de ellos mismos. Este vacío de liderazgo activó el entusiasmo montielista al punto de animarse a hacer reuniones más o menos públicas. Allí el viejo caudillo puso de manifiesto su disposición para disputar la conducción del partido. “¡Si los muchachos me lo piden!”, dicen que dice, mientras recupera el ánimo de pelea que siempre lo caracterizó. Este temperamento del ex gobernador levanta la autoestima a un puñado de nostálgicos que pueden, incluso, concretar el objetivo de quedarse con el sello partidario si entre los grupos que se sienten encuadrados con ese liderazgo no llegan a algún punto de consenso alternativo. Sin embargo, a nadie se le puede escapar que un proceso que instale en la cúspide del radicalismo a Sergio Montiel es un salto al abismo con un resultado fácil de imaginar.
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-La otra oposición. Por otro lado, la Concertación Entrerriana también camina con sus propios ruidos. Se puede decir que en la disputa electoral de 2007 con la Presidencia de la República en juego, este sector encontrará un obstáculo difícil de resolver. Nadie imagina que pueda tener continuidad una construcción provincial pluralista con intereses tan polarizados en lo nacional. Es ese punto (aunque no el único) el que pone en rojo todas las tendencias que fue garabateando en su corto tiempo de existencia la Concertación Nuevo Espacio. Hasta ahora su integridad ha pasado por eludir una definición sobre los alineamientos nacionales. El problema de definir un alineamiento nacional tensiona la vida interna en al menos dos sentidos. Por un lado aparece el sector peronista agrupado en el Partido Nuevo Espacio, que presiona por una definición de apoyo y algo más al Presidente Kirchner. Es desde hace tiempo Daniel Irigoyen, intendente de Gualeguaychú, la referencia que con mayor decisión impulsa esta postura. Y así como Irigoyen hizo uso de la palabra en un acto en el Luna Park que congregaba a un sector de la militancia kirchnerista, Lidia Nogueira, intendenta de La Paz -encuadrada también en el Nuevo Espacio-, hizo lo mismo días antes en una reunión nacional que dinamiza el agrupamiento Barrios de Pie y su referencia política, Patria Libre. Estas dos referencias fuertes tienen un radio de influencia ponderable dentro de la militancia general del Nuevo Espacio y apuntalan con convicción la política presidencial, más allá incluso de una opción táctica como lo es un evento electoral. Pero además, en estos círculos obra el convencimiento de que la ausencia de un claro pronunciamiento en adhesión a la propuesta nacional acható las expectativas sociales sobre la propuesta electoral de la Concertación en las elecciones de octubre pasado, que los llevó incluso a perder Gualeguaychú a instancias del PJ. Sergio Del Canto, secretario de Gobierno de Gualeguaychú, fue muy explícito en el balance que en su momento hizo del resultado electoral: “No supimos transmitir a la gente que nosotros también somos una expresión de apoyo a Kirchner”, dijo.
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-Expectantes. El recorrido de los principales perfiles y tendencias de cara al 2007 no se completa sin la única figura fuerte que dentro del PJ amenaza el liderazgo hegemónico de Jorge Busti. Como supo sentenciar John William Cook: “El peronismo es el hecho maldito del país burgués”. Esta afirmación, que buena parte de la intelectualidad argentina aún no entiende, puede explicar también su permanente reinvención. La historia dice que el peronismo salda sus deudas con más peronismo. Podrá ser este mejor, peor, progresista o retardatario, ortodoxo o heterodoxo, pero al fin de cuentas es peronismo de la única manera que se lo puede tomar, sin beneficio de inventario. Fue la renovación peronista la que terminó con Herminio Iglesias, es Duhalde apoyando a Kirchner quien termina con Menem, y es Kirchner derrotando a Duhalde quien abre nuevas esperanzas de recuperar lo que alguna vez fuimos. La política es una ciencia social y como tal no es pasible de aplicársele la propiedad transitiva. De todas maneras, el ensayo y la pregunta son inevitables: ¿Tendrá el propio peronismo una salida superadora al actual achatamiento? ¿Será el peronista Julio Solanas quien termine con los 20 años de fuerte liderazgo peronista de Jorge Busti en la provincia de Entre Ríos? El hombre tiene aires de tiempista y en rueda de íntimos reconoce que está midiendo el ambiente, aunque rápidamente admite estar jugado y decidido a disputarle al bustismo la Gobernación. Mientras desglosa las acciones municipales con las que aparece muy a gusto dice que podrá transitar con libertad la provincia porque las cuentas fiscales de su gestión cierran bien. Durante esa explicación barrunta algunos asuntos pendientes de lo que considera trapisondas del equipo económico de la provincia. Si bien se niega a criticar la gestión de Jorge Busti, no esconde el malestar que le provocan las operaciones periodísticas que lo atacan. Sostiene que todos los males que algunos concentran solamente en el municipio de Paraná, son rémoras de años de gestión estatal sin rumbo y que aquejan a todas las comunas por igual. Y ejemplifica diciendo que no sólo el “Volcadero” de esta ciudad es un drama, afirma que el tratamiento de los residuos es un cáncer en todas las ciudades de la provincia. Con casi dos gestiones al frente del municipio capitalino y una de diputado nacional, Julio Solanas no es un desconocido en el universo peronista. Tildado de místico y jactancioso por algunos, también cosecha simpatías y amistades sembradas a lo largo de muchos años de militancia política y social. Esa gimnasia le permite una acumulación incipiente de adhesiones genuinas que para empezar serían la envidia de cualquier otro candidato. “Julio se podría vender como dulce”, sostienen viejos navegantes de los mares de la interna.
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