Luis María Serroels
La referencia (3) del título se explica por las dos notas que le han precedido, dedicadas al drama de las llamadas patologías alimentarias, a cuya gravedad no siempre se le presta debida atención y que a diario nos exhiben ejemplos muy tristes hasta con resultado trágico, como un par de casos ocurridos recientemente.
El nuevo disparador se relaciona con dos muertes que, con escasos días de diferencia, se produjeron en Brasil. Las modelos Ana Carolina Reston Macan (21 años, 1,70 metros de altura y apenas 40 kilogramos de peso) y Carla Sobrado Casalle (21 años, 1,74 metros y 55 kilogramos), fallecidas tras padecer una severa anorexia, reafirman un cuadro cuyas connotaciones deberían alertar y conmover más a la comunidad internacional para una mayor dedicación y compromiso.
Pero debe advertirse -y este mensaje está dirigido especialmente a los padres y a los maestros- que la cuestión vinculada con esas dos intrusas silenciosas que ingresan al seno familiar, la bulimia y la anorexia, no son patrimonio exclusivo de las jóvenes que hacen culto de la belleza en pos de una carrera profesional. Su entrada en la vida de las personas no reconoce ya límites sociales ni generacionales y origina situaciones complejas y angustiantes, demandando enormes esfuerzos para ser superadas.
Ya hemos dicho que estas enfermedades cuentan con generosa ayuda en ciertos mensajes publicitarios, según los cuales el éxito parece estar asegurado si se dispone de un cuerpo lo más delgado posible. Y como soporte imprescindible, la trampa en que se cae cada vez que se intenta adquirir un nuevo jean. Es que la famosa artimaña de las medidas, que altera la numeración para convencer sobre un inexistente aumento en el peso, instala la traumática sensación de estar caminando hacia la obesidad, cuando no es así (un talle 38 que ahora es un 37 renumerado, es natural que apriete y, lejos de conducir a probarse un 39 que en realidad es 38, induce a bajar de peso para seguir usando el talle que se tenía; allí está la trampa).
Es insólito y peligroso que nuestros jóvenes otorguen mayor certeza a las mentirosas metodologías de muchos fabricantes textiles, que además acotan discriminadamente la cantidad de talles lanzados al mercado que a los números presentados por una balanza. Confiando en esa añeja maquinita de registrar el peso, se podrá descubrir que cuando la remera o el jean se muestren incómodos en el probador, a pesar de no haber engordado un solo gramo, es porque el talle ha sido modificado perversamente.
Esto está demostrando que los traumas emergentes, evidenciados especialmente cuando se enfrenta el espejo para ver imágenes que el pobre espejo no transmite, ya dejan de pertenecer exclusivamente a una persona, sino que adquieren una singular importancia dentro del núcleo familiar. Comprensión y contención son dos términos que deben ser incorporados a la tabla de comportamiento imprescindible para que “todos” salgan airosos ante la irrupción de cualquiera de estos males, que requieren tratamientos específicos e intensivos. Si bien para ello están los especialistas, no puede excusarse a la sociedad en su conjunto de la responsabilidad de crear las condiciones para que no se caiga en estas situaciones tan conflictivas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)