Por Fabián Magnotta (*)
(Desde Gualeguaychú, especial para ANALISIS)
Aquí y allá.
Aquí la gente.
Allá el dinero.
Aquí los sueños.
Allá la especulación.
Aquí, un abuelo que empuja un cochecito.
Allá, el frío de los números.
Aquí, una sonrisa saluda a una lágrima.
Allá, un frío cementerio productivo.
Al medio el pobre río, o el millonario río. Para ellos, un elemento productivo. Para nosotros, la sangre.
Allá, el gigante quieto, indestructible, ciego.
Aquí, un niño que pelea por nacer.
Allá, los que quieren seguir mandando con sus recetas que no incluyen a la gente, o por lo menos ignoran a la gente de estas tierras.
Aquí, un pueblo de pie, fortalecido diariamente en su propia lucha.
Allá, las maquinarias que quieren sepultar el futuro.
Aquí, una inyección de sol, la gente que busca y encuentra vitaminas escondidas en el ropero del alma.
Allá, el 95 por ciento de la muerte construida.
Aquí, la vida a pleno, todo tan sencillo como cuando la gente camina.
Y Héctor Toto Carrazza que lo explica.
-Lo dijo Gandhi cuando peleaba contra el imperio británico: lo harás con alegría, o no lo harás…
Carrazza es rematador, integrante de la Asamblea Ciudadana Ambiental Gualeguaychú. Y junto a su colega Alberto Fiorenza, organizó hace un par de semanas un remate a beneficio de la causa. Se hizo una campaña en los medios locales, se lograron donaciones y luego se realizó la subasta, a beneficio de la Asamblea.
¿A qué viene eso de la alegría?
Sucede que -sin demasiadas explicaciones psicológicas o sociológicas-, Gualeguaychú mantiene su lucha con alegría y con fe.
No hay razones objetivas cuando la planta se encuentra –según promociona la consultora de marketing y publicidad de la empresa finlandesa Botnia, donde trabajan comunicadores y publicistas argentinos- en un 95 por ciento.
No hay razones cuando el gobierno uruguayo se mantiene intransigente.
No hay razones cuando todo el poder económico y algunos medios argentinos también creen que la solución es un monitoreo compartido para que la pastera de Botnia funcione allí, entre turistas, pescadores, agricultores, apicultores.
No hay razones cuando el adversario de Gualeguaychú encuentra socios hasta en algunos funcionarios nacionales y de provincias como Corrientes o Misiones.
Sin embargo, la gente va y va.
El domingo 29 de abril fue la tercera marcha “grande”. Los organizadores dieron los números de la convocatoria: 130.000 personas. Podrán discutirse los números, de acuerdo a los metros cuadrados. No cambia demasiado si se admite que la Argentina asiste a un movimiento social claro, genuino, legítimo, que ya ha dejado huellas en la historia e inaugura nuevos capítulos en las manuales.
La Proclama o el Manifiesto que se leyó el domingo 29 sobre el puente, deja algunos elementos más que interesantes para el análisis.
No vamos a difundir el texto completo, pero sí algunos párrafos significativos que encierran algunos conceptos que explican la lucha de Gualeguaychú.
El título de la Proclama es “Honrar la vida”. Y allí ya hay toda una definición.
“El mismo clamor que desde el año 2003 se repite, cuando Botnia aún no había colocado su primer ladrillo: no queremos plantas de celulosa en el río Uruguay”. Con su voz clara y entradora, lo leyó Miguel Negro Leme, uno de los hacedores del excelente grupo musical La Sincopada. En esas palabras del mensaje de la Asamblea existe, ciertamente, un reproche a quienes no escucharon el reclamo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
