Jorge Riani
Brillaron en la política o no tanto. Pero estuvieron arriba. Ocuparon lugares en las noticias, fueron candidatos y llegaron a la función pública por la cosecha de votos o por obra y gracia de los acuerdos de dirigentes. Otros tuvieron una notable incidencia social aunque sea generando expectativas políticas. El común denominador de todos ellos es que hoy su nombre repercute sólo en la lista de los grandes caídos de la política provincial. Esta nota ofrece un repaso de los casos particulares y los hechos políticos que favorecieron el ostracismo de una notable cantidad de políticos vernáculos.
La consigna implica establecer claramente parámetros, límites, condiciones para escapar a la arbitrariedad. Hablar de los personajes de la política que desaparecieron de escena de un tiempo a esta parte requiere ese ejercicio. ¿Política partidaria o política en el sentido amplio? ¿Personas que detentaron un cargo electivo o los que estuvieron en cualquier línea de la función pública? ¿De los que ya no se habla son los que se cayeron del escenario político o se puede haber caído aunque sus nombres sigan siendo un legajo y sus bolsillos sigan recibiendo la platita dulce de la función pública?
Pese a que son muchos los interrogantes, esta nota propone recorrer una galería de personas que alguna vez tuvieron un rol preponderante de la historia política reciente -ora por expectativas que crearon, ora por cargos que detentaron- y quedaron relegados de toda agenda partidaria, pero también en la tarea de militar una propuesta, idea o referencia perseguida.
Hay de todo. Algunos fueron poco más que ave de paso, pero en un corto trayecto hicieron ruido (si a eso se le puede llamar política), otros fueron columnas doctrinarias que pudieron haber arriado sus banderas o simplemente haberse alejado de la política por la suma de frustraciones cimentadas en la falta de vocación de toda una sociedad para dar un cambio estructural.
En la Entre Ríos del cortoplacismo y la táctica de la coyuntura, dejar de pertenecer al universo político no debiera ser motivo de escarnio, siempre que no se crea que hacer política es ganar elecciones.
Para delinear algunos criterios resulta adecuado hacer ciertas consideraciones. Primero: el kirchnerismo y su inicialmente declamada transversalidad ha dado argumento para la resurrección de referentes que sólo se hubiesen imaginado (ellos mismos) detrás de un escritorio de la función pública por obra de alguna revolución. Y que sepamos, revolución no hubo.
Sin embargo, ahí están trabajando codo a codo con ex menemistas, saludando todos los días al ingresar a la Casa de Gobierno a referentes edulcorados del Comando Paraná (esa versión vernácula de la Triple A), dándose la mano con los punteros políticos que regalan melodías de Palito Ortega en cada fecha peronista. En fin, lo que se dice con esto es que el kirchnerismo es el argumento ideal para que muchos personajes no hayan caído en el olvido como parecía ser el destino.
Segundo: la proximidad de la Convención Constituyente es también un argumento perfecto que distribuyó los cargos en juego entre quienes estaban decididamente desterrados de la política.
Para ir dando nombre y como ilustración de esto que decimos: Julio Federik, Marciano Martínez y Raúl Barrandeguy son abogados que bien podrían formar parte de los desterrados de la política de no ser por la chance extraordinaria que implica reformar la Constitución. Los dos primeros fueron candidatos a gobernador y el tercero a vicegobernador de fuerzas que desaparecieron como tal (Frente Grande y Movimiento de Integración y Desarrollo); o que se perdieron o que se dejaron seducir por el poder real.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)