Hugo Remedi

“Montiel no se parece a los Kirchner porque aunque le faltó diálogo, se manejó dentro del marco de la ley, y lejos estuvo de usar patotas parapoliciales y dinero para comprar conciencias”, dijo en una entrevista con ANALISIS, el diputado provincial José María Miser (UCR-Paraná Campaña). Sostuvo que el radicalismo entrerriano sigue siendo importante pero admitió que ha perdido el rol opositor y aseguró que Elisa Carrió no es alternativa para el radicalismo. Se mostró contrario al retorno del servicio militar obligatorio, a la legalización del consumo de drogas y del aborto. Aseguró que Julio Cobos y Julio Rodríguez Signes no son radicales y reconoció que le sorprendió ver a Aldo Bachetti sumándose al gobierno provincial. Advirtió que el INDEC es un organismo necesario y que la estafa la generan los gobernantes que lo manipulan. Dijo no creer en la independencia de la justicia entrerriana y se mostró sumamente cauto al referirse al senador departamental Santiago Gaitán (PJ). Además, señaló que “lo peor de Urribarri es haber transformado al gobierno en una agencia de Buenos Aires, haberse rendido al poder central”.

–¿El radicalismo entrerriano sigue pagando por el gobierno de Sergio Montiel?
–El ultimo gobierno radical, sin dudas, quedó en la memoria de la gente, aunque, en el fondo, la realidad era distinta porque en ese momento lo que ocurrió fue la gran explosión de los años de gobierno del menemismo. ¿O podemos creer que nadie iba a pagar los platos rotos al agotarse las joyas de la abuela? Le tocó a la Alianza que, a su vez, no encontró salida a la crisis y el poder internacional que nos cortó el crédito público. En Entre Ríos se recurrió a los bonos, al igual que en muchas provincias argentinas, incluso pertenecientes al PJ. La diferencia fue que al medio de pago provincial, Domingo Cavallo y su gente no lo aceptaron como cancelatorio de obligaciones nacionales, como por ejemplo a los Lecop y que a Entre Ríos la gestión del gobierno de Jorge Busti que lo precedió dejó obligaciones de pago a vencer en los tres primeros años de Montiel por cifras cercanas al 75 por ciento de la deuda provincial con garantía de coparticipación. Es decir que ante la crisis la gente no podía pagar los impuestos, el uno a uno menemista quebraba toda posibilidad exportadora y la poca coparticipación que debía venir a la provincia quedaba, en su mayoría, en manos de los bancos acreedores. Consecuencia: el gobierno debía pagar sueldos y solo contaba con un 20 o 25 por ciento de dinero para hacerlo. No obstante, creo que faltó un diálogo más abierto con la sociedad, una mejor comunicación.

–A propósito, qué Montiel anuncie que está de vuelta, ¿significa que el radicalismo se quedó en la adolescencia?
–No, para nada. Montiel es un hombre de partido, no conozco ningún hombre de partido que se retire de la política. De un modo u otro siempre está. Eduardo Duhalde anunció su alejamiento y sin embargo ahí está.

–¿El radicalismo se volvió un partido chico?
–En Entre Ríos el radicalismo es un partido importante, siempre lo fue; creo tiene una base social de sustentación importante, hay muchos radicales. El problema está dado por la crisis dirigencial que atravesamos. Hemos perdido el rol opositor que es el rol que la sociedad nos dio, algunos han privilegiado cuestiones secundarias por sobre los intereses fundamentales del partido y de esa dirigencia la sociedad ha tomado distancia. Yo creo que en la medida en que demos respuestas adecuadas hay un gran pueblo radical.

–¿Por qué la sociedad no los perdona electoralmente?
–La Sociedad nunca nos perdonó nada a los radicales, y convengamos que la bomba del menemismo explotó en nuestras manos. Pero si en lugar de asumir posiciones claras damos mensajes equivocados siendo oposición, menos nos van a perdonar. En las últimas elecciones dejamos que Julio Solanas usurpara el rol opositor del radicalismo, para después constituir una mayoría excepcional en las cámaras con los dos tercios, eso significa casi la suma del poder público. Es decir que la ausencia de la oposición todos la pagamos muy caro. Creo la sociedad argentina se está dando cuenta en estas horas de la importancia y del rol de la oposición para controlar al gobierno.

–¿El radicalismo tiene futuro?
–Por supuesto, creo que tiene futuro en la medida en que los dirigentes nos pongamos a la altura de las exigencias y de las circunstancias. La historia argentina marca ciclos. Nadie pensaba, hace un tiempo, que el gobierno nacional podía, en seis meses, autodestruir su caudal electoral del modo en que lo hizo. Eso implica el crecimiento natural de la oposición. La magnitud de ese crecimiento estará dada por la capacidad de la dirigencia política.

–¿Por qué existen los radicales K?
–No comparto para nada las actitudes de este tipo de dirigencia; para mí, sólo existen los radicales a secas. No hay otra clase de radicales. Quienes utilizan seudónimos para identificarse, seguramente no poseen una identidad política ni personal firme, ni principios que los avalen.

–Se vienen elecciones internas: ¿con Fabián Rogel, Gustavo Cusinato o con Montiel?
–Yo no sintetizaría la respuesta en tres nombres. Hay que conversar mucho, creo en un radicalismo de pie, en la calle; en un radicalismo abierto al diálogo con la sociedad y claramente opositor a un gobierno nacional autoritario y a su delegación provincial.

–¿Quién puede encabezar la recuperación del radicalismo provincial?
–No creo que haya una persona en particular que pueda hacerlo, sino que debe ser un proyecto de conjunto, con un claro compromiso de la dirigencia de acompañar fuertemente. Si el partido no se planta y dice “aquí estamos”, con diálogo, ideas y, sobre todo, junto a la gente, no hay destino.

–¿Ahora es más popular ponerse del lado del campo?
–Yo estuve en el túnel y recorrí la provincia visitando a la gente de campo. No creo que se trate de una cuestión de más o menos popularidad, creo es algo que la realidad política indica porque resulta evidente el abuso que está cometiendo el gobierno contra ese sector productivo y que, en definitiva, terminó trasladándose a toda la sociedad. Hoy la crisis es muy profunda y, con independencia del problema del campo, es indicadora de la necesidad de un gran cambio estructural en el país, está indicando la lucha por el país federal.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)