Claudio Cañete
Los chicos y las chicas estudian para ser maestros, y en el marco del Taller de Oralidad, Lectura y Escritura que cursan en el primer año de su formación no podían creer lo que tenían en sus manos: “Hace cuatro mil años, ya nuestras manos hacían belleza y buen humor. Aquí van estas piezas sonrientes, a modo de gratitud, gracias mil, por estas palabras que me han enviado ustedes. Y van abrazos de muchos brazos. A las y los compañeros y compañeras del Taller de Oralidad, Lectura y Escritura”. La firma del texto es con la misma letra manuscrita, pequeña y de caligrafía impecable: es la de Eduardo Galeano.
La historia comenzó este año, en días en que se estaba jugando el Mundial de Fútbol en Sudáfrica; el 6 de julio está fechada la carta en que la profesora Rosa Elena Fernández le escribe al célebre escritor uruguayo contándole de este grupo de jóvenes que inauguró la labor del Instituto Superior de Formación Docente Cristo Redentor D-212.
“Le escribo con la finalidad de hacerle llegar las cartas y autobiografías que usted ha provocado en mis alumnos de Taller de Oralidad, Lectura y Escritura, donde como expresa Sikler, hay momentos en los cuales pedagogía y literatura se rozan, se acercan, se miran, se tornan presencia. Descubro interés y emoción en los rostros de los jóvenes y adultos con quienes comparto su palabra junto a la de otros autores”, escribió Fernández, quien además es rectora de dicho instituto y docente de este taller.
A las pocas semanas llegó la contestación. Una carta de Eduardo Galeano con una postal cuyo reverso es el soporte de aquellas líneas citadas al comienzo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)