Hugo Remedi
Curiosamente, en estas pocas horas del nuevo mandato nacional, la sociedad viene observando con desusado entusiasmo cada una de las medidas que ha tomado hasta el momento el gobierno de Mauricio Macri, que con tan poco se carga peligrosa e inmadura satisfacción. En las antípodas, el oficialismo residual que todavía no acepta las consecuencias de la retirada, ya empezó a mostrar la mueca más feroz de su cara incipientemente opositora. Y tan solo se llevan jugados siete días de gobierno.
Verdaderamente, este ajusticiado país se mueve -y así lo certifica gran parte de su historia- como un reloj de pared, es decir,pendula de un lado a otro en cuestión de segundos.Y así, precisamente hoy y después de una pila de años, estamos transitando un mundo sin los rasgos kirchneristas, con todo lo que ello implica. Sin la sucesión que esperaba, de la mano de la fallida candidatura de Daniel Scioli y empezando a probarse en consecuencia el saco de la oposición -que desconoce en absoluto ya que siempre jugó en el oficialismo-, el kirchnerismo se reinventa tomando la iniciativa pero saliendo con los tapones de punta. Quizás, nostalgioso de aquella verdad a medias que se sostiene temerariamente, en el sentido de que al peronismo se le ha hecho siempre difícil ser una oposición racional.
Lo que ha ofrecido hasta el momento el gobierno nacional de Mauricio Macri son apenas señales que intentan, por lo pronto, mostrar la fortaleza del famoso sustento Cambiemos y en ese sentido viene hace todo lo posible por diferenciarse absolutamente de la ordakirchnerista.
Mientras todo eso sucede en la arena de lo político, los cuenta-números siguen haciendo el ADN a los recursos que dejó la escudería kirchnerista, que por el momento parecen muchosmenos que los que hacía lucir la presidenta en este generoso y sacrificado país que, para su imaginación, lucía absolutamente encantado.
Suena risueño ver,como lamentable contraste, a la flamante gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María “Heidi” Eugenia Vidal en su discurso de asunción, enrostrarle al gobernador saliente Daniel Scioli-presente a cuatro sillas de distancia- que le había dejado una provincia quebrada y sin recursos, obligándolaa acudir a los fondos de su amigo Macri para poder pagar los sueldos y aguinaldos de los empleados estatales bonaerenses. Scioli, como es su sana costumbre ante este tipo de situación, no acusó recibo.
(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)
