Paula Osti
La familia de Karina Lorenzini tuvola Imprenta Paraná, ubicada en calle Piris, que hace 15 años cerraba sus puertas dejando una marca en la vida de la artista. “Me crié con el olor a tinta y los talleres gráficos. Ahí aprendí la gráfica desde la propaganda, los afiches, las máquinas antiguas y los linotipistas. También conocí a distintas personas que hacían de su oficio un arte perocuando yo tenía 30 años cerró”, indicó la grabadora.
—¿En qué te influyó la imprenta familiar?
¬—En incorporar la dinámica del taller, porque se establecen relaciones desde otro lugar. En un taller es como si das todas las materias juntas: dibujo, teorías, crítica visual, historia del arte; es una formación integral y personal cuando está bien dado.Se trabaja solo por un lado y en grupo por el otro. Se comparte el día, la mirada del otro, las opiniones.
—¿Por qué te dedicaste al grabado?
—Empecé la facultad y ahora soy profesora en Artes Visuales porque quería hacer mis vitrales. No me gustaba hacer art nouveau, con el colibrí y la flor; mi intención no era repetir sino crear mis propias imágenes. Por eso empecé a estudiar y a aprender dibujo, color y teoría. Tuve mi recorrido en el cual pasé por cerámica también. Cerámica y grabado le dan importancia a la convivencia de taller porque se depende de una prensa o de un horno que no todo el mundo tiene, entonces es casi obligatorio reunirse y esa dinámica siempre me gustó.
(Más información en la edición gráfica número 1039 de ANALISIS del jueves 12 de mayo de 2016)