
En un rincón resguardado de la Biblioteca Provincial de Entre Ríos, sobre rieles que se desplazan con precisión casi reverente, descansa el legado de Beatriz Bosch: miles de libros que alguna vez hicieron crujir el suelo de su departamento. Intelectual implacable, historiadora solitaria y pionera en un mundo de hombres, Bosch abrió camino desde la periferia con una voz documentada, valiente y tenaz. Su vida —y su obra— desafían los silencios y reescriben la historia con mirada propia.
Por Ferny Kosiak
En la Biblioteca Provincial de Entre Ríos se encuentra resguardado el fondo Beatriz Bosch. La palabra fondo, en términos de bibliotecología, hace referencia a todos los libros que fueron de una persona y que, en algún momento, fueron donados a alguna institución pública para su preservación y uso. En la biblioteca de nuestra provincia hay fondos de autores y autoras donados en vida o post mortem. Por nombrar algunos: Luis Sadí Grosso, Elio Leyes, Celia Ortiz de Montoya, Juan Carlos Álvarez, Juan L. Ortiz. Sin embargo, el que se destaca es el de Beatriz Bosch. En todas las bibliotecas que he visitado en Entre Ríos no he visto algo igual. Muebles de metal de tres cuerpos, llenos de libros se desplazan sobre rieles para optimizar el espacio del salón donde se apiñan o se despliegan para acceder a los libros de sus estantes. La primera vez que, con la amabilidad gentil de siempreAdriana, bibliotecaria de la institución, me mostró esta maravilla, me salió la pregunta más obvia:
—¿Y cómo guardaba tantos libros en su casa?
—Se le estaba hundiendo el piso del departamento —me chusmea Adriana y este dato hermoso sirve, quizás para darse una idea de la magnitud.
El 11 de diciembre de 2001, Beatriz cumplió 90 años. Ese día, en Buenos Aires, la Academia Nacional de la Historia realizó una sesión pública en homenaje a la profesora Bosch, a sus 70 años de trabajo y a su longevidad. Estuvo presente el gobernador Sergio Montiel y Miguel Ángel de Marco, presidente de la Academia, quien había sido alumno de Beatriz y que, como tal, rescató en su discurso detalles de la vida de la historiadora. De Marco relata las búsquedas de Bosch en las librerías anticuarias de Buenos Aires y cómo Beatriz no era unánimemente aceptada en los cenáculos locales, pues la probidad que le hacía juzgar con severidad a los diletantes y a los perezosos no les resultaba grata. Reconocida y apreciada por su labor en todo el país, era objeto de un sin duda mortificante silencio en la patria chica. Por fin, de unos años a esta parte, la gente de la cultura ha sabido reparar ese injustificado olvido, otorgándole el lugar que merece entre las figuras entrerrianas más notables de sesenta años a esta parte. Quizás sin proponérselo el discurso enfatiza las dificultades de una mujer intelectual. De Marco menciona que cuando Boschhabía sufrido las consecuencias de su oposición al régimen autoritario que regía la Argentina, había sidoalejada de sus cátedras en el Profesorado, y entonces no había vacilado en ganarse la vida vendiendo guantes o escribiendo editoriales en las páginas de El Diario. Cuando en 1955 ganó por concurso la cátedra de Historia Constitucional Argentina en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), tuvo que soportar, una vez más, la conjunción de menguados intereses y la mala voluntad de los que consideraban la historia poco más que como un hobby. Cierta vez, seguramente de su peculio, se vio forzada a publicar un folleto para demostrar, párrafo por párrafo, una serie de plagios perpetrados por un profesor de la facultad.En el recuerdo de De Marco aparecen las dificultades para la investigadora, para la mujer trabajadora de las letras que no se dejaba pisotear por los colegas.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1160, del día 29 de mayo de 2025)