Memoria Frágil y el femicidio de Dalma Otero

Dalma Otero

Dalma Otero fue asesinada por orden de su marido, Miguel Capobianco.

De ANÁLISIS

Dalma Otero era secretaria del Juzgado Laboral N°4 de Paraná. Estaba casada con el dirigente de Patronato, Miguel Ángel Capobianco y tenían dos hijos. No eran pocos los que sabían la situación de violencia que vivía la joven abogada de 38 años, puertas adentro de su casa. Del calvario que padecía cada día de su vida en pareja. Recién se convenció de la necesidad de divorciarse de su marido, cuando entendió el consejo que le daba el experimentado letrado, Marciano Martínez, a quien conocía de tribunales, era lo más acertado para salir de esa situación. Habían sido 17 años de matrimonio, y demasiada angustia.

“Mi hermana, una buena hermana, amiga, excelente persona, buena madre, hija, muy unida a mamá, vivía para su trabajo y sus hijos, era muy responsable en su trabajo, muy comprometida. La recuerdo abocada a la crianza de sus hijos. La recuerdo los fines de semana en casa, en familia, compartiendo un asado. Pero sola, sola con sus hijos”, recordó Graciela Otero. “Ese es mi recuerdo, haber compartido poco la pareja. Igual ella era muy reservada para su relación, entonces el último tiempo antes de separarse, nos contó muchas cosas que yo desconocía. Malos momentos, todos sus años de sufrimiento y le pregunté por qué aguantó, qué era lo que la sostenía en esa relación. Ella me dijo que tenía la autoestima muy baja, que tenía hijos muy chiquitos, que Capobianco le prometía que iba a cambiar y esas promesas nunca se cumplían. Entonces ella tomó la decisión de separarse después de terapias.  Sé que mamá acudió varias veces a pedido de ella, a su casa, en ciertas situaciones que ella no las podía resolver, o llamaba a mamá y sé que ella iba a ayudarla de alguna manera”.

Capobianco era colaborador de Patronato. Estaba con los jugadores de fútbol, la ropa y otros detalles. Así lo describe Osvaldo Tarzia, dirigente del rojinegro que conoció a la familia que conformaban Dalma y Capobianco. “En ese lapso del 95 o 96 ya con Capobianco no había mucha relación por la familia. Un hijo de Capobianco iba al La Salle con mi hijo y de ahí teníamos relación con Dalma Otero hasta que realmente sucedió lo que sucedió. De ella tengo muy buen recuerdo, una mujer muy dócil, muy compañera principalmente de los compañeros de Capobianco. Fue un dolor muy grande lo que ha sucedido”.

Dalma Otero fue en el ‘96 al estudio de Marciano Martínez. “Me dio un trabajo muy importante. Hacer el divorcio. Me contó que el marido era golpeador. Que durante 17 años fue golpeada. Ese fue el motivo principal que la injurió permanentemente. Ella me dijo que no había testigos de eso. Ahora hay una conciencia distinta pero antes eran hechos que se guardaban en la intimidad. Mucha gente sabía que Dalma Otero era víctima de las golpizas. Algunos sabían que los golpes venían desde el noviazgo. Yo escribí el juicio. Ella me aprobó la demanda. Pero quería de común acuerdo. Lo mandé de mañana con la secretaria y de tarde la mataron. Fue una muerte anunciada porque ella me dijo que su marido la podía matar”, contó.

Ese miércoles 26 de marzo de 1997, después del mediodía, la gente empezó a organizarse para recibir la Semana Santa. Dalma Otero llegó a su departamento del 6to piso del edificio ubicado en calle Santa Fe 588 y se comunicó de inmediato con su esposo, porque tenía varias llamadas perdidas. Miguel Capobianco le anunció que en las primeras horas de la tarde iría a buscar unas prendas, fotografías y muebles menores que quedaban en la casa, con algunos colaboradores. Fue cerca de las 14.30 en que Dalma Otero interrumpió una comunicación abruptamente con una amiga, para abrirle a los supuestos enviados por su esposo. Esa persona, antes que se corte la charla, alcanzó a oír la chicharra del timbre a través del teléfono. La abogada abrió con total confianza la puerta de su departamento y las dos personas que ya estaban en el palier, ingresaron después de saludar.

Dalma Otero fue sorprendida por la espalda y uno de los agresores le colocó un grueso cordón en el cuello, le tapó la boca con violencia y comenzó a asfixiarla. Prácticamente le hundió los labios, dejando notables marcas en su rostro. Una vez en el living, cerraron la puerta y con la mujer inmovilizada se dirigieron hacia la pieza de servicios sin dejar de ejercer presión sobre el cuello. La doctora Otero recibió una feroz golpiza, le volaron varios dientes y literalmente la azotaron contra la pared, provocándole un notable hematoma en la frente. Con la mujer totalmente indefensa, el asesino le aplicó trece puntazos y finalizó su tarea con un corte en el cuello que le seccionó la carótida. Las pericias determinaron que Dalma agonizó durante unos minutos hasta que falleció. Y sus asesinos se fueron con la misma tranquilidad con la que habían llegado en horas de la siesta.


Dalma Otero.

El día cambió para buena parte de los paranaenses, cuando se enteraron por los medios, en las primeras horas de la tarde de ese miércoles, que una funcionaria judicial había sido asesinada brutalmente a no más de 200 metros de la Casa de Gobierno. Dalma Otero fue encontrada por sus hijos, en medio de un baño de sangre en su departamento. Los chicos llegaban de la escuela y cuando abrieron la puerta se encontraron con la macabra escena.

“En ese momento no se hablaba en términos de femicidio y no había perspectiva de género. Pero creo que fue un hecho que tuvo mucha trascendencia porque el sistema de investigación y enjuiciamiento penal estaba muy cuestionado. A principios de la década del 90 habían ocurrido en Paraná una serie de casos muy macabros y bastante trascendentes por los personajes que habían quedado impunes o resueltos a media. Como el caso calero, el segundo juicio por el caso Calero creo que fue un año antes del crimen de Dalma Otero. El homicidio o la muerte del presidente del Colegio de Abogados, Lucio Dato, había ocurrido un año antes o año y pico antes de la muerte de Dalma Otero.  Entonces era como otro sacudón. La muerte de Dalma Otero era otro sacudón para la sociedad de Paraná y la justicia penal. Me acuerdo también que fue un caso en donde se vio, con mayor nitidez, las falencias del viejo sistema de enjuiciamiento penal con juez de instrucción que era un funcionario encargado de investigar, reunir la prueba para esclarecer el hecho y llevar a juico y lograr una sanción para los autores y al mismo tiempo era encargado de velar por las garantías de esas personas. En este caso se vio claramente por los grandes cuestionamientos que tuvo la investigación, en la persona del juez (Raúl) Herzovich, a lo que apuntaba la defensa era que estaba encaprichado con una línea de investigación y no exploraba otras. Eso ponía en evidencia que el funcionario tenía que investigar, defender su investigación y cuestionarla, velando por los derechos y garantías de los imputados”, dijo el periodista Darío Cagliero.

Mauricio Anttematen, periodista, recordó que no fue un crimen común. “No se hablaba de femicidios ni violencia de género. Pero cuando se dijo que habían asesinado a una mujer con un cargo alto en la Justicia, se tejieron conjeturas y cosas que quedaron inconclusas para la investigación y lo que esperaba la sociedad de la misma Justicia a la que pertenecía Dalma Ligia Otero”, marcó. “Sólo condenaron a Miguel Capobianco como autor ideológico, sin que se pudiera conocer hasta hoy, más de 20 años después, quién le puso un lazo en el cuello, quién la torturó, quién después de esa tortura, la degolló de una manera tan cruel y artera”.

La mamá de Dalma encabezó el pedido de Justicia. Su amigo, Marciano Martínez, pidió ser testigo y no el abogado querellante en el juicio. “Ella quería justicia, sobre todo para los chicos”, contó Graciela.

La línea que no se investigó

El proceso judicial fue largo y sólo probó que Capobianco contactó a terceros para que ejecuten a Dalma. Anttematen aún rememora cómo quedó una huella, una marca de zapatilla en el piso. “Dejó huellas que hubieran permitido investigar más profundamente. Eso se quiso adjudicar a los imputados. Pero no cabía en la mente de nadie zapatillas de un número mucho más grande que el talle de los imputados. Un médico se tomó el trabajo de ir a zapaterías y rastrear la huella. Supo que era una marca importada de zapatillas, que no había muchos ejemplares en Paraná. Y que podría saberse dónde se vendió ese calzado. Pero el juez no tuvo mucho interés en investigar eso. Se siguió una línea de la santa palabra. Se siguió la santa palabra de Ángela González que apareció por obra y arte de un investigador que la acercó como testigo”.

En un primer momento, Herzovich ordenó la detención de Miguel Capobianco. Pero un día después fue liberado por falta de mérito. No obstante, lo volvió a detener poco después, en el marco de diez allanamientos en distintos lugares de la ciudad, a partir de los dichos de una supuesta testigo arrepentida, Ángela González. Se trata de una mujer ligada al negocio de la prostitución de Paraná, acercada por personal de Investigaciones de la Policía. Por sus dichos terminaron presos Hebe López Osuna, Florencia Uranga y Griselda Vinzón, concubina de Eduardo Spill (también mencionado por González en sus declaraciones, un presidiario que cumplía condena en la UP1 pero que gozaba de salidas sociolaborales). A su vez, quedó prófugo Carlos Enrique, oriundo de la provincia de Santa Fe, que había cumplido condenas por varios robos.


Miguel Capobianco.

Había estudios muy grandes en la querella y la defensa. La defensa cuestionaba que la investigación exploraba una sola línea cuando había otra que vinculaba el homicidio a una persona que después fue condenada por narcotráfico. “Esa línea que la defensa pedía que se profundice, fue dejada de lado. Se trabajó sólo esta línea que tenía personas imputadas del ambiente de la noche, consumo de sustancias y demás. Y en el juicio no había pruebas para llegar a una certeza de condena. Más que la mención de una testigo, una persona muy vulnerable. Era un testimonio muy endeble hasta para sostener el procesamiento. Pero ese procesamiento mantuvo muchos meses a varias personas en la cárcel”, plasmó Cagliero.

“Uno se preguntaba si no había algún manejo o mano negra, o connotación hasta política llegué a pensar. Tuve dos entrevistas con Ángela González. Me sentía importante porque ella estaba recluida en una casa pagada por el Estado, para que estuviera escondida. De repente conseguimos la posibilidad de ingresar a entrevistarla. La entrevista nos hacía partícipes de un libreto. En un momento nos preguntamos ¿cómo llegamos a tener esa entrevista? si estaba oculta por orden del juez de Instrucción. Ella se transformaba en una artista cada vez que iba a hablar, se victimizaba. Me di cuenta que nos estaban utilizando para sustentar mediáticamente esta historia que finalmente se cayó”, reflexionó, a la distancia, Anttematen.

Condena

En noviembre de 1998, la Sala I de la Cámara del Crimen de Paraná, integrada por Felipe Celli, Juan Sobrero y Juan Ascúa, condenó a Capobianco a la pena de prisión perpetua. Mientras que Claudia Vinzón, Hebe López Osuna, Eduardo Spill y Carlos Salustiano Enrique fueron absueltos por la Justicia. La testigo trucha, Ángela González, fue condenada por falso testimonio poco después. Capobianco terminó condenado como autor intelectual del crimen de su esposa.

“Hebe salió en libertad después de un año y ocho meses en la cárcel. Ya había quedado como culpable, es muy grave el daño que produce en un imputado el proceso. Hoy es imposible una prisión preventiva así. La ví con lágrimas en los ojos un día antes del jucio. Nosotros le llevamos un perfume francés a la prisión para que se pusiera linda. Ella percibió que estaba ahí el puente para salir de la situación y se puso llorar. La vi agobiada por el dolor. Después me daba a mí lecciones de humanidad y firmeza. Probablemente eso, la llevó al salir a seguir peleando. Porque ella querelló a los policías”, apuntó el abogado Raúl Barrandeguy.

Después del juicio, en la casa de Graciela Otero tiraron una bomba. Quemaron el auto que estaba en el garaje. “Fue muy difícil de llevar. Pero seguimos adelante. Mi marido siempre aceptó a los chicos, mi otra hermana y mi cuñado también”, dijo.

Los policías Luis Luján Yudgar y José Crescencio Zapata fueron condenados por falso testimonio junto a Ángela González. Pero los autores materiales del horrendo crimen nunca fueron juzgados. Alguna vez, el imputado Enrique reveló por dichos del propio Capobianco en la cárcel, que los autores del crimen de Dalma Otero había sido el ex jefe narco Julio Godoy y Gabriel Massat, condena en diversos hechos delictivos y algunos crímenes por encargo. En la lista de ejecutados por Massat aparecían los nombres del ex futbolista Víctor “Paloma” Quinteros y Pedro Demartín en 2007.

Más de 20 años después, la hija de Julio Godoy, de alguna manera confirmó lo denunciado por Enrique. “Capobianco iba  a la casa de mi papá. Mi papá un día, en broma, nos dijo que iba a cobrar mucha plata por matar a una mujer. El día que sucedió eso no me olvido más. Estaba en una clase de Ciencias Económicas y salí disparando. Tenía la llave de la casa donde vivía mi madre pero era de mi padre. Fue un 26 de marzo, lo recuerdo patente. Llegué y él no estaba, era raro que no esté a la hora de comer. Tiré un colchón en el comedor y prendí la tele y me acosté a esperarlo. Temía que le pase algo, pensando en la droga. Cuando lo escuché llegar, venía con este chico que estuvo implicado. Estoy segura que él la asesinó. Escuché la voz de él y cerré los ojos. Me hice la dormida. Abrió la puerta mi papá y dijo ‘Uy, está la Laura. Andá y lávate las manos y después andá al fondo y quemá el maletín’”, declaró en una entrevista que dio en 2019.


Julio Godoy.

Godoy terminó su condena  en Buenos Aires por narcotráfico y el año pasado regresó a Paraná. Massat fue asesinado en abril de 2016, una noche de principios de ese mes que estaba prófugo. Había ido al barrio Consejo a cometer otro crimen, pero los vecinos lo vieron y advirtieron a la Policía. El hecho terminó en una persecución. Le dieron un balazo cuando intentó resistir, pistola en mano, cara a cara con dos policías. Cayó de un techo y murió antes de que llegara la ambulancia.


Gabriel Massat.

Capobianco cumplió buena parte de su condena y hoy goza de libertad sociolaboral. Antes de la cuarentena por el Coronavirus, estaba autorizado a salir a diario de la Unidad Penal, de 6 a 20. Ahora, mientras dure el aislamiento obligatorio y preventivo, permanece en la cárcel. Los investigadores del crimen nunca investigaron a los autores materiales. Y eso que Dalma Otero era una funcionaria judicial.   

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