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Alarmas: ¿el celular como centro de control? el avance del automonitoreo y sus limitaciones

Por Diego Madeo (*) 

 

La tecnología nos acostumbró a tener el control de casi todo en la palma de la mano. Desde pedir comida hasta encender luces, el celular se convirtió en el panel de mando de la vida cotidiana. Y, como era de esperarse, también se convirtió en una herramienta clave para la seguridad del hogar. Hoy, miles de argentinos controlan su sistema de alarmas desde una app. Activan o desactivan el sistema de alarma, ven las cámaras en tiempo real, reciben notificaciones y hasta alertas técnicas. ¿Pero alcanza con eso?

El llamado automonitoreo —sistemas que no dependen de una central receptora, sino que notifican directamente al usuario— creció exponencialmente en los últimos años. Su bajo costo, la facilidad de instalación y el control total desde el celular lo convirtieron en una solución popular, sobre todo en viviendas familiares o departamentos. Sin embargo, la seguridad no siempre es tan sencilla como deslizar una pantalla.

 

Ventajas evidentes, pero no absolutas

El automonitoreo ofrece autonomía. El usuario elige cuándo activar o desactivar la alarma, qué zonas cubrir, cómo recibir los avisos y qué hacer en caso de evento. Es ideal para quienes buscan una solución flexible, sin abonos mensuales y con la posibilidad de gestionar todo sin intermediarios.

Pero ahí también aparecen sus primeras limitaciones. Porque recibir una notificación de “sensor activado” en el celular no equivale a tener una respuesta inmediata. ¿Qué pasa si el teléfono está en silencio? ¿O si el usuario está dormido, manejando o en una reunión? ¿Y si la conexión a internet falla? ¿Quién actúa si nadie está disponible?

En esos casos, el automonitoreo puede dejar al usuario en soledad frente a una amenaza real.

 

La diferencia que hace el monitoreo profesional

A diferencia del modelo autogestionado, los sistemas con monitoreo profesional cuentan con una central de operaciones activa las 24 horas, los 365 días del año. Cuando una alarma se dispara, hay un equipo entrenado que evalúa la situación, verifica el evento (incluso con cámaras), contacta al usuario y, si es necesario, da aviso a las fuerzas de seguridad o a una red de respuesta inmediata.

Este modelo, si bien requiere una cuota mensual, ofrece mayores garantías ante emergencias reales, especialmente cuando el tiempo de reacción es clave. También aporta seguimiento técnico, mantenimiento programado y atención al cliente ante cualquier falla del sistema.

En contextos críticos —como intentos de robo, emergencias médicas o situaciones de riesgo para adultos mayores o niños—, la diferencia entre recibir una notificación y contar con una respuesta profesional puede ser decisiva. La respuesta depende del tipo de propiedad, del estilo de vida del usuario y del riesgo percibido. El automonitoreo puede ser una solución eficaz para un monoambiente donde el usuario siempre está conectado. Pero para una casa de fin de semana, un comercio que queda cerrado por la noche o una familia que viaja seguido, delegar la seguridad en una empresa monitora puede ser más inteligente y seguro.

De hecho, muchos sistemas permiten hoy combinar ambas modalidades: el usuario controla y ve todo desde su celular, pero ante un evento crítico, la central monitora actúa por él. Es la evolución del concepto de protección: tecnología accesible, pero con respaldo profesional.

 

El celular como aliado, no como única respuesta

El celular es, sin dudas, una herramienta poderosa. Pero cuando hablamos de seguridad, confiar únicamente en un dispositivo que puede quedarse sin batería, perder señal o simplemente no ser atendido a tiempo, es asumir un riesgo innecesario.

La tecnología avanza, sí. Pero la seguridad sigue siendo una cuestión de estrategia, planificación y respaldo. Y en esa ecuación, el monitoreo profesional sigue teniendo un rol que el celular, por sí solo, no puede reemplazar.

 

(*): director ejecutivo de Garnet Technology. 

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