Silvio Méndez
No es usual que un joven escritor publique sus trabajos, y menos aún que a los 27 años ya sea el cuarto libro en su haber. Con perseverancia, trabajo y, sobre todo, mucha pasión y entusiasmo por lo que hace, Martín Carlomagno presentará su última criatura, Lo que no fue es Resplandor. Será el viernes 27 de mayo, a las 20, en 3 Cuartos Resto-Bar, en Córdoba 524 de la ciudad de Paraná. El poemario será comentado por la escritora Verónica Streiger y se podrá escuchar música especialmente compuesta por Paola Núñez. La obra editada por la productora Tráfico de Arte reúne 20 poemas en una sobria e impecable publicación, que suma un eslabón más en un esfuerzo colectivo independiente local por crear un amplio espacio de expresión con materiales culturales diversos.
A pocos días de que sus escritos salieran de la imprenta, ANALISIS charló con Carlomagno sobre su íntima relación con la composición poética.
-¿Cómo ingresa la poesía en tu vida?
-La poesía entra desde chico. Me acuerdo que tenía tres o cuatro años y, para dormirnos, mamá nos leía. Entre las cosas, nos leía las Odas elementales de (Pablo) Neruda. Creo que fue el primer impacto. El primer poema que recuerdo es Oda a la manzana. En cuanto a cómo sigue, siempre me llamó mucho la atención la literatura, pero sobre todo la poesía; porque me parece que tiene un impacto diferente a otros textos. Permite remontarte a otra cosa, te da eso de los sentidos que por ahí en una novela no aparece. La poesía es todo sentido. Hasta en los textos reflexivos poéticos, donde los sentidos son los que más se cuidan, aparece. Tienen esto de magia. Después, horas de intentar escribir un poema sin que salga nada. Hasta que un día que me senté y escribí un mal libro.
-¿A qué edad?
-Cuando lo publico tenía 18, 19 años. Fue una mala experiencia, un libro totalmente olvidable. Yo lo rememoro como “poemas olvidables”, porque lo reconozco como propio, porque creo que es todo un proceso. Creo que lo malo te lleva a lo bueno en todos los aspectos.
-¿Siempre con la poesía?
-Intenté el cuento, intenté la novela; fallida. La novela es algo muy complicado. (Alfredo) Veiravé decía algo muy interesante, que si se comparaba la poesía y la novela con un collar, decía que lo importante en la novela es el hilo del collar; en la poesía, lo importante, son las perlas del collar. Creo que ésa es la definición más acertada para distinguir un género del otro. Requiere otro tipo de trabajo, no digo que es menor, sino que son cosas diferentes.
-¿Por dónde empezaste cuando pudiste elegir qué leer?
-Yo empecé por lo más simple. Es extraño porque cuando se comienza, es por lo más simple. Hay autores que se cargan de metáforas, para decir sostienen una especie de escenario, y a lo largo de su carrera se vuelven más esenciales y utilizan más la sintaxis. Lo que busca uno cuando es joven, lo termina siendo cuando es viejo; escribe más simple. Bueno, me marcó mucho Miguel Hernández, por La Nana de las cebollas y por su historia. Un pastor de ovejas que empieza a escribir esos versos magníficos. No sin formación; Miguel Hernández no es una autodidacta, estudió y reúne todo esto. Cuando cae preso de Franco, en la cárcel compone La Nana..., que es lo más grande y lo más simple que se puede escribir. Creo que a la poesía le falta un poco esto. Mucha gente dice que la poesía está alejada, pertenece a un circuito determinado. La poesía no pertenece a ningún circuito. La poesía es poesía en esencia.
-¿Qué lugar aspirarías a que tenga tu poesía?
-Creo que todo lugar que todo poeta añora o busca es ser leído por el común de la gente. El poema es bueno cuando transmite lo que querés decir y no lo podés decir. Cuando un Fulano se pelea con la novia y quiere decir determinadas cosas, por más que se pueda decir que es demasiado romántica. Lo interesante se plantea ahí. Que vos puedas transferir una vivencia que el otro la toma como quiere.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
