Sandra Miguez
Hablar de mala praxis médica suele molestar profundamente tanto en los ámbitos públicos como privados. Hace pocos días una movilización de empleados nucleados en ATE y los familiares de dos pacientes fallecidos se concentraron frente al Hospital Delicia Concepción Masvernat, de Concordia, para reclamar por el esclarecimiento de los casos de negligencia médica que terminaron con la vida de estas personas. Además de exigir la renuncia del por entonces director del nosocomio, Bernardo Henquin, continúan pidiendo a la Justicia que investigue las irregularidades que se observan en las historias clínicas y en los procedimientos médicos. En el caso de Beltramini, un joven de 35 años que falleció luego de varios días de internación, los familiares denuncian la omisión en las primeras horas de prácticas médicas que llegaron a destiempo, con el agravante de que quienes observaron de cerca la evolución del caso no dudan en afirmar que “ese paciente debió haber ingresado directamente en Terapia Intensiva”.
Quienes se especializan en Bioética y Derecho suelen explicar que para que se constituya una mala praxis médica deben coexistir tres elementos. Por un lado, que exista evidencia de una falta médica, que exista evidencia de daño en el paciente y que exista evidencia de nexo causal entre la falta y el daño.
La falta médica o incumplimiento de los deberes médicos se refiere a la impericia, imprudencia, negligencia, inobservancia de los deberes y reglamentos a su cargo. Pero esta falta debe sucederse junto a una obligación preexistente, a un daño ocasionado, determinismo causal entre el acto médico y el daño ocasionado, e inclusive debe señalarse al médico como imputabilidad del daño causado, para que quede configurada la responsabilidad.
Más allá de las cuestiones legales, de los términos y de la jurisprudencia asentada, en el Hospital Delicia Concepción Masvernat el dolor que hoy soportan los familiares de dos personas fallecidas apunta directamente sobre ciertos médicos que tomaron intervención en cada caso.
accidente y decisiones demoradas
Gustavo Beltramini, de 35 años, era casado, tenía 3 hijos y trabajaba en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. De allí volvía de trabajar junto a su compañero de tareas Ramón Córdoba cuando su vehículo Suzuki Baleno chocó contra un Peugeot, ocupado por gente oriunda de Chajarí que regresaba de una reunión evangelista.
El accidente fue muy grave para los ocupantes de los dos vehículos: las víctimas fueron Cristina Brunini Vallejos, de 35 años; Darío Vallejos, de 36; Celia Antúnez, de 65; Nora Barrios, que sufrió la amputación de una pierna; Gabriel Almada, de dos años, y Agustina Almada de cinco, que era quien revestía mayor gravedad, así como Beltramini y su acompañante.
El hecho se produjo alrededor de las 11 de la noche del viernes 17 de marzo. Tras un intenso trabajo de los bomberos para sacar a Beltramini de entre los hierros retorcidos de su vehículo, el conductor del Suzuki fue trasladado al Hospital Delicia Masvernat, de Concordia, donde ingresó a la guardia con un severo traumatismo de pelvis. Por ello, su internación se produjo en el área de Traumatología, donde se lo mantuvo en observación luego de realizarle una ecografía. En ese estado de situación estuvo todo el fin de semana, hasta el día martes, cuando el cuadro comenzó a agravarse y los familiares comenzaron a requerir una mayor intervención por parte de los profesionales médicos.
El jefe de Cirugía, Alberto Rotman, no estaba en la ciudad ese fin de semana, algo que se postergó inclusive hasta el día lunes posterior al accidente. Pero fue ese mismo martes cuando al tomar el servicio a su cargo y mientras estaba haciendo lo que se denomina el pase de sala -un informe detallado del estado de cada uno de los pacientes en el área correspondiente- fue llamado por el jefe de la Unidad de Terapia Intensiva (UTI), Carlos Pedrozza, para que observara a Beltramini, que había sido trasladado a esa unidad.
“Era un paciente obeso, que se encontraba distendido y totalmente lúcido”, comentó el Rotman al ser consultado por ANALISIS, para agregar que su impresión fue inmediatamente la de sugerir una cirugía. “Indiqué que debía ir a cirugía, pero por ser un paciente que había ingresado por la guardia, tenía que realizar dicha intervención el cirujano de guardia, que era Jorge Bravard, que también entendió que el paciente debía ser operado”, explicó Rotman de acuerdo a un proceder rutinario.
Para quienes observaron durante el fin de semana la evolución de Beltramini, el paciente debió haber sido ingresado directamente a Terapia Intensiva, cuando en realidad fue derivado a esta sección de cuidados especiales recién el mismo martes, fecha en que fue operado. Sin embargo, el tiempo corrió y lamentablemente cuando se dispuso la cirugía ya era demasiado tarde.
Se sabe, además, que no se le practicó uno de los métodos de diagnóstico más precisos, como es la tomografía computada ya que, según se argumentó, el paciente era obeso y la capacidad técnica del tomógrafo no daba para realizar dicha práctica.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
