Hugo Remedi

La política entrerriana quedó manca: le sobra oficialismo y no tiene oposición. Busti barrió con todo y dejó a Urribarri el camino expedito para gobernar a discreción. Enfrente, a la vista del oficialismo no hay referentes institucionales ni liderazgos individuales preparados ni dispuestos a cumplir el rol opositor. El radicalismo tiene el pecho congelado y todavía está preguntando cuándo son las elecciones. La Concertación muerta en vida intenta resucitar y en eso se le va el esfuerzo, y la Coalición Cívica - Socialismo aún no se sabe si llegó para quedarse o es un espejismo como tantos otros en la política entrerriana. Dentro de lo gremial, UPCN es parte del negocio, el nuevo ATE recién sale de pretemporada y como propósito de resistencia, por ahora sólo quedan los docentes nucleados fundamentalmente en AGMER. Está claro que lo que no se sabe hoy ante un peronismo absolutamente fortalecido es qué le toca a la oposición en el reparto. Tal vez, para entender en algo el escenario político entrerriano actual, a la oposición no habría que buscarla donde debiera estar, sino acaso en las propias entrañas del poder o del partido en el poder.

Evidentemente, tanto las victorias como las derrotas electorales necesitan de una correcta e inmediata administración. El peronismo, a la vista está, hizo la lectura precisa y rápidamente la utilizó para consolidar su poder, y en ese marco disciplinó a los antiguos solanistas que hoy se sumaron a las fuerzas propias de modo tal que la Legislatura se convirtió de una panorámica casi absolutamente sembrada de peronistas.

El radicalismo sigue con la boca abierta... La Concertación en descomposición está preocupada en otras cosas más básicas por el momento y el socialismo todavía intenta adaptarse a los nuevos trazos de la historia cuyo protagonismo suponían para tiempos no tan inmediatos.

Tan sorpresiva como ingrata fue para el oficialismo la aparición en el escenario electoral de Viva Entre Ríos. El gobierno de Sergio Urribarri, evidentemente, no le puede errar... tiene los votos, el apoyo de la opinión pública por lo pronto, continuidad de gestión sin connotaciones traumáticas, el respaldo del gobierno nacional y la posibilidad de tener las leyes que quiera, en síntesis: el poder absoluto.

La oposición no existe. Como consecuencia, la ecuación absolutamente taxativa de hoy es: el que gana gobierna y el que pierde ayuda o al ostracismo. Por eso no parece claro ver qué le toca a la oposición en el reparto.

Evidentemente, el leitmotiv de la oposición está centrado de cara al futuro en su potencial y, de hecho, en la posibilidad de la alternancia. Su tarea queda entonces delimitada entre la cooperación y el conflicto sin tocar los extremos de la obsecuencia ni del obstruccionismo.

Cuando se habla del tan mentado transversalismo, no se hace otra cosa que referenciar el epitafio de los partidos políticos y como consecuencia la aparición de liderazgos personales que en nuestra sociedad por ahora no construyen propuestas amplias y generosas, sino que se rodean de círculos íntimos de modo tal que el contacto con la realidad imperante termina siendo absolutamente relativo.

Muchos saben que liderar la oposición con fuerte presencia no es un buen puente para luego acceder al poder. Nadie come vidrios en política, por más convicciones que pregonen a los cuatro vientos, y ello obedece el buen uso del manual de sobrevivencia política.

La democracia sólida necesita de un oficialismo fuerte y de una oposición también fuerte. Evidentemente, una pata está dinamitada y los candidatos conocidos para cumplir con un verdadero rol opositor están en decadencia política algunos y desactivados por ahora otros.

Si el gobierno tomó nota sabrá que los frentes de tormenta no vendrán precisamente de los partidos políticos, ni de sus referentes, quizás sí de algún sector gremial, de lo que pudiese generar una deficiente gestión de gobierno, o de los desalentados peronistas desocupados.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)