Claudio Cañete
Desde hace poco tiempo, camino a Bajada Grande, en la zona del Parque Nuevo, se instaló un criadero y reserva de yacarés, impulsado por la Secretaría de la Producción del gobierno provincial. La acertada medida responde a contrarrestar el peligro de extinción de esta preciada especie que identifica a la Región Litoral. La figura de Francisco Lespiault, un conocido comerciante paranaense y baqueano de río, permite rescatar los tiempos en que los yacarés en las costas del Paraná abundaban sin problemas, a tal punto que su cacería estaba totalmente permitida. Pero era una actividad para pocos.
Abundancia y destreza, entonces, quedaron retratadas en la doble página tamaño sábana que le dedicó en los años 30 el diario La Nación a don Lespiault. El cronista y fotógrafo registró cómo este pescador sabía moverse en las inaccesibles orillas para encontrar verdaderos criaderos naturales de yacarés. “Como en una visión cinematográfica desfilan cazadores y yacarés en las islas y riachos del Paraná”, titula la crónica el matutino de los Mitre. Y comenta al pie de una de las numerosas fotos que publica: “Con todo, no siempre es posible apoderarse de los futuros yacarés. A veces quienes intentan tal cosa suelen encontrarse de pronto frente a una enorme boca que amenazante muestra sin recelos de cuánto es capaz si la dejan arrimarse”.
La imagen es clara: Lespiault, acompañado de un joven ayudante, se planta ante un yacaré de grandes dimensiones que trata de impedir que éste se apropie de los 'pequeños' recién nacidos”. Según los familiares de Lespiault, los recuerdos de aquel abuelo (que se destacó por ser el propietario del único surtidor de combustible en la zona de Puerto Nuevo y Avenida Laurencena, en los años 20 y 30), cuentan que su cacería estaba prácticamente permitida para, de alguna manera, contrarrestar la “epidemia” de esta especie, que hoy paradójicamente está en peligro de extinción. “Una vez alejada la madre, los cazadores sacan del río un puñado de yacarecitos que, recogidos con vida, son llevados por los excursionistas a la ciudad de Paraná. Podrán sobrevivir, lejos de su medio habitual, mediante prolijos cuidados para que puedan utilizarse después como ejemplares de enseñanza y que puedan aumentar las colecciones de los jardines zoológicos que a veces carecen de ejemplares de estos animales tan difundidos, sin embargo, en las islas del Litoral Argentino”, agrega el periodista de La Nación.
La maestría del paranaense, para atraparlos con vida a los más pequeños, y manejar todo tipo de tamaños, es lo que lo había hecho famoso en el lugar. A tal punto de que cuando los reporteros del medio porteño buscaban a alguien para retratar el matiz exótico que aportaban los yacarés, todos lo referenciaron a Lespiault como el indicado para hacer un recorrido, al mejor estilo de un documental. Según las fotos, algunos más grandes y de dientes amenazantes son cazados con armas de fuego para otra finalidad no tan didáctica, y la crónica comenta por su lado, que en tierra firme dentro de la isla, se les preparaban una suerte de tramperas con anzuelos cargados con carnada de sábalo, el pescado predilecto de los yacarés. También eran utilizadas cuerdas para sujetarlos.
Para Lespiault, auténtico habitante de la costa del Paraná, al igual que otros, más allá de su actividad con el surtidor, el río era el que les prodigaba a él y a su familia la subsistencia. Lo vivían con plenitud.
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