Tarifas recíprocas: el impacto de la estrategia de Trump y la postura de Milei

Algunos países aumentarían sus alícuotas, pero en el caso argentino el arancel medio debería reducirse a 2,5%. La alternativa sería afrontar un aumento del 148% del impuesto promedio que aplica EEUU a los productos argentinos.

“Quiero también aprovechar para anunciar que Argentina quiere ser el primer país del mundo en sumarse a este acuerdo de reciprocidad que pide la administración Trump en materia comercial. De hecho, si no estuviéramos restringidos por el Mercosur, la Argentina ya estaría trabajando en un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos”, dijo el presidente, Javier Milei, en su discurso del pasado 22 de febrero en un evento del Comité de Acción Política Conservadora (CPAC, por su sigla en inglés), en la misma jornada en que se entrevistó con el presidente de EEUU, Donald Trump.

Milei repitió ante el Congreso argentino su deseo de negociar un Acuerdo de Libre Comercio (ALC) con Washington, y Trump replicó con cálidos elogios, calificándolo de “gran líder”. Trump no tiene por ahora autoridad del Congreso de EEUU para negociar ALCs y la Argentina está constreñida porque integra el Mercosur, una Unión Aduanera (arancel externo común de los países del bloque) de la que Milei dijo estar dispuesto a salir. Aún superadas estas cuestiones, restaría que los poderes legislativos de ambos países aprueben lo negociado.

Aunque la aplicación de “tarifas recíprocas” también estaría limitada por la pertenencia argentina al Mercosur, Maximiliano Gutiérrez, investigador del Ieral de la Fundación Mediterránea, precisó el costo que tendría para la Argentina en términos de reducción de aranceles: un 60% en promedio sobre las importaciones desde EEUU.

Esa reducción surge de la diferencia que tendría pasar del 6,2% de arancel promedio que la Argentina aplica a las compras a EEUU y el 2,5% que el país del norte impone a las compras a la Argentina. Gutiérrez recurrió al World Integration Trade Solution (WITS), una base de datos del Banco Mundial sobre comercio y tarifas, y elaboró un gráfico que delinea qué países, si Trump aplica su idea, podrían aumentar el arancel promedio sobre sus compras a EEUU, y cuáles deberían reducirlo.

Entre los primeros se encuentran Reino Unido, Países Bajos, Bélgica, Suiza y Francia, España e Italia entre los europeos; Perú y Uruguay entre los latinoamericanos, y Vietnam e Indonesia entre los asiáticos, pues aplican a las compras a EEUU aranceles promedio más bajos que los que sus bienes afrontan en el mercado de EEUU. Del otro lado, quedan la Argentina, Nigeria, India, China, Tailandia y, entre los latinoamericanos, Brasil, México y Chile, que deberían reducir sus aranceles para seguir comerciando con EEUU.

El autor recuerda que en febrero Trump hizo varias declaraciones, algunas “aparentemente contradictorias”, lo que echa dudas sobre si de verdad profundizará su ofensiva comercial, pero se atiene como “escenario base” a que el jefe de la Casa Blanca aplicará algún tipo de arancel general, por producto o por país, para aumentar los ingresos fiscales y estimular la producción local.

Allí se encuadran los aranceles del 25% que EEUU impuso a la importación de acero y de aluminio, sin exención, alcanzando a la Argentina, séptimo mayor exportador de aluminio a EEUU en 2024, aunque muy lejos de los principales, como Canadá, Emiratos Árabes y Corea del Sur. El mes pasado, por caso, Argentina colocó allí 9.441 toneladas, contra más de 230.331 que colocó Canadá. Y esta vez, a diferencia de lo ocurrido en 2018 cuando Washington impuso aranceles similares, pero otorgó excepciones a la Argentina, Brasil, México, Corea y Canadá, no habrá tratamiento especial ni siquiera para Milei.

 

¿El IVA como arancel?

Hay, de todos modos, incertidumbre. “No solo considerarían aranceles, sino también barreras comerciales no arancelarias, subsidios gubernamentales, regulaciones e incluso (Trump) mencionó que incluirían a aquellos países que utilizan el IVA, impuesto que Washington interpreta como barrera comercial, pero sin fundamento, pues se paga por igual sin importar si se trata de un producto de fabricación dentro del propio país o si proviene de un tercer país”, dice un pasaje del informe de Gutiérrez.

Trump mencionó también los saldos bilaterales como criterio de evaluación. Según el estudio del Ieral, la Argentina merece consideración especial, porque si bien en 2024 tuvo un superávit comercial de USD 230 millones con EEUU, “fue el primero en casi 20 años, de manera que por la vertiente de los saldos nuestro país pareciera estar fuera del radar, o al menos, enfrentar un bajo riesgo de ser afectado por los aranceles estadounidenses”.

En cambio, prosigue, “por el lado de los impuestos a las importaciones, estamos entre los países más en riesgo ante la posible implementación de aranceles recíprocos, dado que actualmente Argentina aplica un arancel promedio ponderado del 6,2% a los bienes provenientes de EEUU, contra el 2,5% promedio que EEUU aplica a los bienes importados desde Argentina”.

Esto significa que si la Argentina acepta la reciprocidad, debería reducir un 60% el arancel promedio que aplica a los importaciones provenientes de EEUU o, de lo contrario, afrontar un aumento del 148% en el arancel que pagan los productos argentinos para entrar al mercado norteamericano.

Gutiérrez sugiere “seguir con atención cómo evoluciona este tema, donde la relación Milei-Trump puede jugar un papel clave”.

 

Mercantilismo extremo

Según el informe, las ideas trumpistas son de un “mercantilismo extremo, no sostenible”, pero podrían ser un punto de partida para negociar, aunque el abuso de la herramienta podría perjudicar la posición de EEUU en tanto deje de causar el efecto deseado e incluso terminen por generar una alianza entre terceras partes”.

Esa posibilidad depende del toma y daca político y comercial. Trump dejó dejó trascender que impondría aranceles del 25% a compras procedentes de la Unión Europea, a lo que Úrsula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, respondió diciendo que la UE tomaría medidas “firmes y proporcionales”.

Con China, en cambio, ya se está librando la primera batalla: EEUU impuso un arancel adicional del 10% a productos chinos de los que se estima que en 2024 importó por un valor de USD 435 mil millones, casi duplicando la tasa real efectiva previa, ya agravada por cargas que Trump impuso en 2018 y mantuvo la gestión de Joseph Biden.

En respuesta, Beijing anunció aranceles adicionales de entre 10% y 15% a 80 productos energéticos y manufacturas de EEUU (valorados en USD 14 mil millones), controles de exportación a algunos metales, incluido el tungsteno, críticos para electrónica, equipo militar y paneles solares, y la inclusión de corporaciones estadounidenses como PVH o Illumina (de biotecnología) en el listado de empresas “no fiables”, lo que habilita la aplicación de sanciones.

Según Gutiérrez, la acotada respuesta del gobierno chino delata el intento de entablar conversaciones y evitar una escalada. Beijing, explica, tendría ahora menos margen de maniobra para librar una guerra comercial, pues enfrenta una economía más precaria, con presiones deflacionarias y en la que las exportaciones han sido y siguen siendo clave para impulsar la industria y compensar la crisis del sector inmobiliario.

Confrontar simultáneamente y por el mismo tema con la Unión Europea y China podría tener el paradójico efecto de alinear al menos temporalmente a un aliado histórico de EEUU con la superpotencia cuyas pretensiones hegemónicas Trump quiere cortar de cuajo.

 

Fuente: Infobae, Sergio Serrichio.

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