
Una de las consecuencias del rechazo masivo a las políticas brutales del Estado de Israel contra el pueblo palestino se manifiesta en el resurgir de prédicas antijudías o judeófobas (mal llamadas “antisemitas”). Entre ellas destaca la reaparición del “Plan Andinia”, una teoría conspirativa inventada por nacionalistas criollos hace más de medio siglo. Su principal difusor fue un furioso antijudío (y antiperonista), al que el propio Perón había echado del país en 1951. Esta es su historia y su grotesco regreso.
Por Américo Schvartzman
La identificación sin matices entre sionismo y judaísmo es la principal responsable del aumento del sentimiento antijudío en este momento del mundo. Como el sionismo logró exitosamente conectar esa ideología con la condición judía, muchas personas (en especial las menos informadas) tienden a rechazar todo lo que asocien con lo “judío”, como si criticar al Estado de Israel fuera lo mismo que cuestionar a toda una identidad que trasciende, con mucho, la nacionalidad israelí o la ideología sionista.
Ignoran así que el sionismo era, hace apenas cien años, una corriente minoritaria, marginal, entre las comunidades judías. Eso cambió con la llegada del nazismo, como lo había predicho Herzl (“las políticas antisemitas serán los principales aliados del sionismo”). Sin Hitler y su “solución final”, quizás todavía estarían los sionistas intentando crear un “Estado judío” ante la indiferencia airada de sus propios paisanos.
Como dice el filósofo australiano de origen judío Peter Singer, no hay duda de que personas antisemitas utilizan los hechos objetivos para atizar el odio contra cualquier judío. Pero a la vez advierte que descalificar como nazi cualquier crítica contra el Estado de Israel es “grotesco”.
Y entre las cosas grotescas que comienzan a aflorar (en las redes sociales, pero también en medios) destaca la reaparición del “Plan Andinia”, vieja teoría conspirativa inventada por nazis criollos hace al menos 65 años. Es considerada la variante argentina de los “Protocolos de los Sabios de Sion”, un folleto inventado por la inteligencia zarista a comienzos del siglo XX, para fomentar a la vez el odio a los judíos y a los opositores al régimen de los Romanoff.
Judeofobia, no antisemitismo
Aclaro que yo prefiero usar “judeofobia” (o “antijudaísmo”) y no “antisemitismo”. No es un capricho mío. En el uso de “antisemitismo” convergen varios errores históricos. El primero es considerar a una lengua como el eje de una etnia o nacionalidad. Además de ser un criterio obsoleto apolillado, es arbitrario: fue definido “desde afuera” por investigadores europeos del siglo XVIII, que metieron en la misma bolsa la expresión “lenguas semitas” a diferentes lenguas afroasiáticas. La traslación de esa categoría lingüística a un criterio étnico o racial es hoy considerada seudociencia. Para que se entienda: es un equivalente antropológico del terraplanismo.
Hay más: Wilhelm Marr, el que usó por primera vez la palabra “antisemita”, 1873, era ¡un antisemita! (introdujo esa palabra para marcar el carácter “racial” de los judíos, lo cual no cambiaba por más que se convirtieran).
Y todavía más: “semita” es una palabra tan vaga que las acepciones del diccionario la define en base a creencias religiosas (la primera es “1. Según la tradición bíblica, descendiente de Sem”) o de una vaguedad tan insólita que puede incluir a cualquiera (“2. Dicho de una persona: Que pertenece a alguno de los pueblos que integran la familia formada por los árabes, los hebreos y otros” (el resaltado es del autor). Y nótese el detalle de que los árabes serían tan semitas como los judíos. Con lo cual toda la prédica (israelí y de sus aliados) contra palestinos y árabes, sería también “antisemitismo”.
En síntesis: que “semita” y “antisemita” es palabrerío con muy escasa rigurosidad. Para agregar más leña a este fueguito. Ahora sí vamos al Plan Andinia.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1161, del día 26 de junio de 2025)