A cuatro días: los Fernández, la argentinidad al palo ¿Acomodamos los melones?

Cristina

Cristina Fernández.

Por Carmen Úbeda

“Nunca creí en eso, ché. Yo no voy a esperar que los melones se acomoden solos… Los voy a ordenar absolutamente antes de que el carro empiece a andar”.

En todos los casos, las mejores fuentes son informantes a los que no los liga ningún vínculo con aquellos que producen dichos o hechos relacionados con el poder. Los adlateres fieles son una pésima fuente, a menos para cuestiones de desconocidas intimidades, pero siempre comunicarán en positivo. Tampoco lo son los que, habiendo pertenecido al grupo en cuestión, fueron rechazados o excluidos. Su resentimiento también empaña los datos que el periodista quiere conseguir.

El personal de servicio, no muy cercano al empleador, que escucha voces al pasar en el trajín de sus actividades es el más seguro. “Ése, ni para servir café. ¿Estás loco?, ni de chofer”. Con la familiaridad de estas palabras, Cristina Fernández descubre su estrategia, aunque los que la escuchan a hurtadillas no siempre sepan a qué o a quiénes se refiere. “Dejámelo a mí, le hago decir que va al Ejecutivo y después me lo traigo de nuevo al Senado (Carlos Caserio) cuando ya tengamos el bloque único con Mayans. Claudia (Ledesma Abdala) me da más seguridad para cubrirme, es sumisa”.

Aunque parezcan maquiavélicos, y sin desmerecer la astucia, los movimientos de Cristina Fernández son sencillos. Necesita asegurar el control, y hasta auto engañarse con el disciplinamiento, esté o no presente. Es indiscutible que la presión judicial la desencaja, pero hay cuestiones mucho más profundas y de otra naturaleza: la salud y los lazos disfuncionales con su hija. Pocos conocen la relación dañada de madre e hija, ésta sí confesada con angustia a su gran amiga de La Plata. Quizás sea insuficiente el chequeo de esta información por su estricto carácter privado y porque la voluntad de CFK  es mantenerla en silencio. Su intención es, como dijo, “Acomodar todos los melones” para luego, ya en ejercicio, tener la libertad de sus frecuentes traslados a la Habana sabiendo (o creyendo) que en quienes delegó sus decisiones no habrá mutación.

Una rara mezcla de astucia e ingenuidad en un animal político como Cristina Fernández teniendo en cuenta el antecedente de Miguel Ángel Pichetto, seguidor incondicional, responsable directo de la conservación de sus fueros, que en un santiamén se cruzó de vereda. Tampoco la conducta del ex presidente de bloque le hace mella al Frente de Todos: la sangre peronista (muy primitiva para muchos) le devuelve el gesto con el tres por uno en la Cámara baja. Así y todo, ella sabe que la obsecuencia es más fuerte que los principios, que José Mayans adeuda una doble lealtad: a ella y a Gildo Insfrán y asegura un bloque único (el Senado controlado: Pino Solanas a la Unesco para ubicar a otro de sus incondicionales, Eduardo Valdés. Es casi de perogrullo decir que Diputado es “pan comido”, su hijo presidente del bloque, por eso Agustín Rossi va a Defensa).

La trama es muy compleja y la ductilidad de esta mujer digna de admiración. Hasta la conformación definitiva del Frente de Todos, además de regalar el primer lugar (más por estrategia que por generosidad), su meta apuntaba a los poderes legislativos: su mano estuvo en todas las provincias y luego en la nación. Es difícil saber si por ambición o circunstancia personal, también avanza fuertemente sobre el Ejecutivo.

 

¿Qué lleva cada uno?

De cualquier manera, el espacio que lidera CFK con su tocayo fue una coalición que, en apariencia, está trascendiendo lo meramente electoral. Todo se discute durante horas y le quitan tiempo al sueño, lo que es fácilmente comprobable en las caras demacradas de sus protagonistas.

Ella es una vicepresidente sui generis, tiene el 80% de los votos del PJ, lo que otorga legitimidad a sus ponencias. Es la moneda cantante y sonante de la “empresa”, el capital, el trabajo, la mano de obra, Alberto Fernández, el arquitecto conocedor como pocos de la “estructura gubernamental” y el penalista académico que tanta falta le hacía. Como constructor, él no olvida que los ocho puntos de diferencia con MM los tributó Sergio Massa, sin él y, aún reuniendo dieciséis partido de mayor o menor envergadura, nunca hubieran llegado. La viuda de Kirchner parece olvidarlo y volviendo a sus excesos provoca algunos roces con el jefe del Frente Renovador. Considerará que está bien pagado con la presidencia de la Cámara baja. ¿La de apellido español y sangre alemana no puede olvidar el 2013?

Quien escribe desconoce las razones del corrimiento de Malena Galmarini de un ministerio al AySA, pero abundan las versiones de que ahí también estuvo la mano de Cristina Fernández. En cuanto a Daniel Arroyo, proveniente del Frente Renovador, pronto tuvo filiación con Alberto Fernández. En el Ejecutivo podría afirmarse que más del 80% de los ministerios es decisión del presidente electo o producto del acuerdo entre ambos. En tanto, parece quedar mucho afuera: la representación del conurbano (quizás delegada exclusivamente a Axel Kicillof) sólo está presente en Gabriel Katopodis, uno de los más cultos, elegantes y menos pesados, la CGT, los movimientos sociales y los otros partidos que integran el Frente de Todos es exigua o nula hasta hoy jueves. El silencio de los no convocados resulta extraño, aunque se sabe que el rumor y el descontento son permanentes en los lugares recoletos. Con seguridad, habrá segundas y terceras líneas para esos grupos: la incógnita está en saber si tendrán su conformidad. Si no es así, constituyen un peligro futuro.

¿Democracia, poliarquía o hegemonía?

 Se da por sentado que el Frente de Todos es una coalición gubernamental, más cerca del concepto de poliarquía que de democracia por la diversidad de los intereses que se entrecruzan. El tono, los métodos, los estilos que hasta ahora se perciben en las transacciones llevan a dudar de que se produzca el fenómeno que le da origen a ese concepto: la intercambiabilidad entre mayorías y minorías.

Si prevalece el presidente Fernández, hay alguna posibilidad, si no el riesgo es la hegemonía. La mujer que recobró el respeto perdido en algunos sectores por la presunta generosidad pasando al segundo plano de la fórmula y eligiendo ella misma a su máximo crítico, definitivamente ha vuelto a ser la misma. “Se pierde el pelo, pero no la maña”. Su diatriba de casi cuatro horas frente al Tribunal Federal respondió a su propia y aguerrida defensa, pero también a una avanzada de la vicepresidenta electa sobre el Poder Judicial.

Es imposible llamar de otra manera que no esté relacionada con la cloaca a la Justicia argentina: son innumerables los casos de desmesuradas irregularidades. Lo cierto es que la acusada, dueña de todo el derecho para argumentar como quisiera en su defensa, debió mantener alguna mínima forma que pueda confirmar su respeto por las instituciones, más allá de los hombres. El 40% que no los votó sostiene numerosos prejuicios respecto del peronismo, pero la sospecha de que a este movimiento nunca le importaron las instituciones, no carece de fundamento.

En cuanto a algunas actitudes, gestos y tonos del presidente electo, si bien es muy conocido su carácter obstinado, parece estar sufriendo una progresiva cristinisación. Más allá de hurgar en cuestiones psicológicas en ambos casos, se trata aquí de advertir el delicado y sensible límite que hay entre personas coléricas y soberbias y gobiernos autoritarios. Las actitudes autoritarias invariablemente llevan a desestimar las instituciones. En el caso argentino, esta pareja presidencial de la que muy bien el ciudadano podría sentirse orgulloso por su capacidad, idoneidad, trayectoria política, trabajo, entrega, bagaje cultural, tan distinto a lo vivido, empañan todas estas innegables virtudes con bravuconadas inútiles que, aunque encierren ideologías conexas, son sólo “pasto para las bestias”.

De palabras como “… ustedes son los que tienen que responder, no yo”, dirigidas a los jueces federales por Cristina Kirchner, o de “… miserable, mentiroso, se van a terminar los operadores judiciales y mediáticos… sabelo, Alconada”, un exabrupto imperdonable de Alberto Fernández a un periodista con mayúscula como Alconada Mon (que, en este caso, se equivocó), se toman los verdaderos operadores mediáticos, judiciales y, según fuentes muy confiables, comprometidos con el espionaje voluntaria o involuntariamente. Nadie niega que Alberto Fernández defienda su honorabilidad de modo apasionado porque también fue irónico Alconada con la pregunta retórica “¿Tráfico de influencia?”.

Ocurre que el  Estado debe ponerse por sobre los conflictos o las ofensas, demostrar magnanimidad y evitar los metamensajes tan vulgares como “… sabelo, Alconada”. Si bien los hechos de corrupción durante los períodos K resultan casi evidentes, los modos y los tiempos procesales han carecido de juridicidad y según el presidente electo, como abogado penalista, “CFK cometió un error ético, pero no es delito”. Ajeno a que esta diferencia pueda ser aceptada, para un elevado porcentaje de la población la falta de ética en el ejercicio del poder sigue siendo intolerable.

¿Habrá chispas?

Aunque parezca reiterada y tantas veces vivida con un posterior “rebote”, la situación de Argentina es alta y peligrosamente delicada. No alcanza con “bomberos” como Duhalde (no obstante, reunión de confesiones reciente con Alberto F.). Los frentes externos son temerarios: FMI, desequilibrios en la balanza comercial, aranceles a las exportaciones de acero por EEUU, suspensión de la importación de carne por parte de Rusia, escasa competitividad, distancias con países aliados, dificultad geopolítica de establecer nuevos acuerdos e innumerables obstáculos más. Será ese el motivo de la ya casi confirmada cartera de economía para Martín Guzmán (discípulo del Nobel norteamericano, Joseph Stiglitz).

Al mismo tiempo, los contextos de la “patria grande” no acercan ningún auspicio benéfico, más bien oscuros augurios. Las derechas sin pausa y sin prisa se han ido derramando en todo el Conosur, aún cuando los pueblos ofrezcan incesante resistencia, y las excepciones son lamentables fundamentalismos que de igual manera hambrean a sus países y arrebatan su dignidad del mismo modo que los regímenes de derecha. Hay un dato más preocupante, recién insinuado en el lenguaje de algunos politólogos: la renovada lucha de clases. Con características actuales, distantes al concepto marxista tradicional, la diferencia de clases se profundiza con clibajes que contienen divergencias más fragmentadas y más peligrosas, casi inabarcables.

A partir de otras voces anónimas e ignotas cercanas a los escasos días que CFK descansa en Calafate, se pudo conocer, más allá de sus conmovedores estados emotivos, manifestaciones que expresan su voluntad de nuevamente “dejar acomodados todos los melones”, “de disciplinar la tropa”, en sus palabras. Otro indicio de la modalidad que tendrá su vicepresidencia, apoyarse en los que cree incondicionalmente fieles para poder asistir a su hija.

Esta situación sumada a las complejísimas mencionadas más arriba, anticipan una muy difícil gobernabilidad. No alcanza con fieles funcionarios, mayoría en el Senado, primera minoría superada en Diputados porque con una oposición del 40% declaradamente antiperonista, conducida por ignorantes irracionales cuya necedad puede ser más dañina que la maldad, con una deuda interna abultada, con “la mecha corta” de los movimientos sociales, con la ansiosa expectativa de sectores medios y de PYMES semiquebradas, con un campo alerta, con una clase trabajadora organizada dura de roer y tantos factores arduos de desanudar, cualquier débil roce entre las propias filas puede convertirse en un chispazo. Lo difícil es calcular cuándo la chispa pasa al incendio.

¿Alcanza con el manual?

Las acciones tácticas son de todas maneras admirables, dignas de sistematizarse en un manual de estrategia política. Prima facie, los tres referentes con mayor poder están dotados de algo más que la astucia, hay inteligencia, calidad política y dominio de los movimientos. Comienzan la gestión con dos poderes completamente conquistados.

Al menos, la maqueta es impecable: Diputados y Senadores a la espera de dar quórum y de aprobar las leyes fundamentales. Hay, sin embargo, un detalle molesto para aquellos que piensan un poco más allá, como Beatriz Sarlo. Es difícil reconocer una intención federalista en el Ejecutivo. Aún cuando el interior esté presente per se en Diputados y más en Senadores, se recurrió a delfines de CFK llegados de las provincias con mayor tradición caudillesca y nepotista. No obstante hasta hoy, se desmereció y se excluyó a Tucumán habiendo sido Juan Manzur uno de los pilares de campaña de Alberto Fernández.

¿Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, San Juan, Mendoza no tienen extraordinarios representantes de sus pueblos e indiscutibles cuadros técnicos políticos para el Ejecutivo?  Si Beatriz Sarlo lo detecta, cuanto más los que conocen la calidad intelectual, académica, política y territorial de las provincias aludidas. Nuevamente, el Puerto es el que ordena. Asimismo, la arquitectura es encomiable: los “lugares” desde los cuales se necesitan acciones de asistencia social están ocupados por cuadros “progresistas”, los que demandan conocimiento y acción diplomática, por experimentados y dialoguistas de tradición ortodoxa en el peronismo, las áreas decisivas de Salud y Educación, por dos expertos en las materias, y aquellos donde hay que vérselas con los poderosos del planeta especialmente de occidente, léase Donald Trump, hasta hoy se buscó una figura que sintetiza argentinidad y contactos claves en la América del Norte.

¿Dos modelos?

“La suerte está echada”, a punto de cruzar el Rubicón con otros vientos. Sin embargo, el ciudadano no debe engañarse con esperar la concreción de un modelo antitético con la práctica del gobierno saliente. No es obcecación, es convicción y observación afirmar que nunca hubo ni habrá en lo inmediato dos modelos, por varias razones. La primera, de una obviedad extrema, radica en que para que haya dos o más modelos deben existir dos o más fuertes sistemas ideológicos, filosóficos, económicos, geopolíticos opuestos.

Taxativamente no es así, a lo sumo existen idearios poco hilados, relatos más o menos articulados, pero siempre livianos, líquidos, parafraseando a Zigmunt Bauman. La segunda es que todo el planeta es capitalista, es el modelo vencedor. Las diferencias sólo constituyen un grupo de síntomas, sensaciones, fenómenos secundarios, continentes y no siempre contenidos, grados, medidas, intensidades. El capitalismo es uno, corrido a la derecha (falsamente neoliberalismo), capitalismo salvaje, en el centro, algo así como la social democracia, y con un grado hacia la izquierda, progresismo.

Pero nunca deja de ser capitalismo como sistema absolutamente condicionado por los pilares de siempre. Es urgente que semióticos y sociólogos se pongan a ordenar el lenguaje. Motivo por el cual no se ha mencionado aquí el peyorativo concepto de populismo que tanto relacionan con izquierdas “jurásicas” o nostálgicas. El problema es que ahí, frente a la arquitectura mencionada, existe otra de débil formulación, pero de fuertes cimientos, con la que  se pueden dar  momentos agonales  prearquitectónicos. Para alcanzar una cierta naturalidad social y política, se necesita interactuar con este segmento y empeñarse por lograr algunas síntesis más o menos perdurables. Dependerá de que las chispas internas no terminen en incendios y de que la conducción del país todo sea ejercida por un estadista de vocación que sobrevuele los conflictos.

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