Preparar la reconstrucción
Por J.C.E. (*)
No soy ni pretendo ser el único que se lo pregunta. En alguna entrega anterior nos referimos al después de la pandemia bajo el título “Después, qué importa del después”.
Pasan los días, la pandemia se mantiene pero es como que de a poco nos vamos acostumbrando a convivir con el problema.
Dijimos que era una visita desagradable que se había integrado a la familia, y lo peor es que sigue ahí como que aquí no ha pasado nada.
El tema es que habrá un después, que nos encontrará debilitados, aún temerosos, a otros pasando la factura de “vieron que no era para tato”, y los muertos en su silencio perpetuo serán las evidencias más dolorosas del paso del COVID-19 por entre nosotros.
Hacer un castillo de arena requiere de mucho tiempo y paciencia, destruirlo es cuestión de un segundo, tener que rehacerlo presupone una eternidad y pocas ganas. ¿Cuál será la conducta social cuando haya que volver a poner cada cosa en su lugar, pero además pesen las obligaciones cotidianas de una comunidad en movimiento?
Desde lo sanitario, desde lo económico –habrá números que no cerrarán de ninguna manera-, desde lo educativo, desde las relaciones entre las personas, es decir, desde lo estructural.
Muchos están convencidos que nuestra sociedad, inclusive nuestro estilo de vida no serán lo mismo después del coronavirus, y esto no debe sonar extraño después de las experiencias vividas por países por los que han pasado guerras, pestes, hambre y dejaron un saldo de hombres, mujeres y niños flotando a la deriva.
Introspecciones necesarias, cuestionamientos de diverso calibre, desencuentros imprevisibles, digamos, toda una batería de situaciones que podrían darse en nuestra sociedad herida y en observación con pronóstico reservado, serán parte de lo que nos espera en los tiempos de la reconstrucción.
La pregunta es si después de haberle puesto el pecho al COVID-19, tendremos la presencia de ánimo para ponérselo también a los días complejos que se avecinan.
Pero todo esto no pasa de ser una especulación entre tantas que se estarán elaborando en cada esquina, en cada mesa de café, en cada mesa familiar, en cada despacho alfombrado de los que ocupan los que deciden. Navegamos hacia un frente de tormenta y el instrumental anuncia icebergs.
¿Serán Alberto Fernández y su tripulación los pilotos de tormenta que necesitamos para sortear el temporal?
(*) Especial para ANALISIS.