Créanles a los Fernández

Por Luis María Serroels (*)

Robert LeRoy Ripley fue un californiano muy destacado como empresario y antropólogo amateur. Creó la sección periodística Aunque usted no lo crea, en donde se mostraban cosas asombrosas que sucedían alrededor del mundo.

Por cuestiones que suelen darse y luego del viaje final del 25 de mayo de 1949, al alma del tal Ripley se le dio por agregar algunas tiras post mortem para incorporarlas como remanentes en la vuelta por el globo terráqueo. Viejo avizor, se sintió tentado por situaciones que no son fáciles de hallar. Por ello se munió de situaciones realmente colosales en tanto tienen el matiz y el asombro propio de la política argentina. Es el que sé yo del ser nacional que se fuga por alguna grieta, palabra tan de moda y difícil de suturar. Y así enfiló hacia el cono sur, el colosal creador.

Debemos advertir que en el antojadizo y fantástico retorno de Ripley (ya reencarnado) vio cómo hizo de las suyas cierto personaje en perjuicio del Código Penal, eximiéndose de ser encarcelado por obra y gracia del llamado “fuero” protector, mecanismo a cuya sombra se acogen los malandras profesionales al calor de una banca. Una visita inesperada y remedando a los viejos locutores de informativos, Ripley solía decir ¡hay más noticias para este boletín!

Tampoco soslayó el periodista yanqui en gira, citar el siniestro plan K consistente en quedarse con el Poder Judicial para anular cualquier intento de juicio de la actual vicepresidenta. Y a partir de ello manosear y atropellar a jueces insobornables a toda prueba. Más indigno aún en la percepción de Ripley es que Cristina Fernández maneje los resortes de los tribunales más convenientes y permeables a sus caprichos (es decir, que más les plazcan y se adecúen a los caminos más directos hacia las sentencias absolutorias). De igual forma se podrían abrir las puertas de las cárceles con sólo dar simples órdenes que involucren a las figuras de la ya famosa lista del no menos famoso Cuaderno de Oscar Centeno.

Hay personajes que por algo se escogen aunque no simpaticen demasiado. Ya sea por ciertos intereses mutuos, la talla de su moral a veces temblante según conveniencia, la voracidad a la hora de equilibrar sus capitales políticos o simplemente por el bajo nivel de simpatía. Pero ello no es óbice para generar jugosos beneficios.  Y todo ello aun cuando no logren higienizar demasiado sus intereses, en tanto los unan las triquiñuelas judiciales, que las hay. La ley por encima de todo debería aplicarse sin retaceos. Aunque suele flaquear cuando la política se rasca el ombligo mirando para el lado más oscuro de ciertas instituciones.

Le sirve y mucho a la tira de Ripley para engrosar su colección, asistir a la ceremonia más deleznable de observar a jueces brillantes y honorables ser sacados a los empujones para evitar un juicio por corrupción y ser reemplazados por quienes se cotizan con la moneda de los que chapalean barro maloliente cada vez que la derraman sobre la Ley Suprema.    

Hablamos de quienes calzan con frente alta la toga como garantía de ecuanimidad, honradez intelectual y limpieza de corazón. El atuendo de quienes claudican ante la ley para servir a la corrupción sistematizada, deshonra a la potestad de la justicia. Una forma de revolcarla en sociedad con malos funcionarios aliados con la desvergüenza.

El personaje que se cansó de vituperar por TV a una primera magistrada y que lentamente fue transformándose en su gran estratega a cambio de garantizarle un manejo propio de un mercader de ideales fracturados, hoy opera a través del Congreso rociando con estiércol el camino sagrado donde surgen y alumbran las leyes de nuestra Nación.

Observar de qué modo la vicepresidenta va urdiendo su estrategia dirigida a manejar a magistrados por donde ella mejor los requiera, para premiarla con cuanta absolución se le requiera, es la peor afrenta a la justicia. Sin vergüenza ni tapujos.

¿Será, como se sospecha, que en el ámbito de la Suprema Corte se halla guardada entre siete llaves la estrategia que hará malograr la maniobra del kirchnerismo? ¿Y además garantizarle a los decentes altos funcionarios judiciales la estabilidad libre de manoseos de magistrados que llegan a su lugar por la rectitud y sus virtudes?     

Hacerse malamente de ciertos Juzgados y compartir una suerte de irrespetuoso arrendamiento con chismosos profesionales, no es lo que ansía la justicia. Menos aún cuando se cotiza el voto en un escaño de cualquier cámara legislativa. Es un insulto reprobable desde cualquier punto que sea. Parece que a la sociedad se les da como seguro que nadie irá preso ostentando una letra K en la solapa, aunque sea culpable.

Reivindicar a los corruptos como los buenos de la película mientras la sociedad toda conoce lo que significa hojear los ya mencionados cuadernos de Oscar Centeno, es un acto de inconmensurable desfachatez.

Los jueces Pablo Bertuzzi, Leopoldo Bruglia y Germán Castelli, son tres blancos perfectos para disparar en busca de desarticular al delito en banda.

La verdadera empresa es borrar a los magistrados que molestan al albertismo  y hacerse los verdaderos propietarios del país. Cristina se adueña virtualmente de la República con órdenes precisas a sus acólitos, reservando a otro Kirchner en el más alto sillón de la Casa Rosada y quedándose con la sucesión en 2027. ¡Bingo y el imperio reina y celebra! Estas son al menos las ilusiones.

Mientras alardea frente a la Cámara Baja y acusa a la oposición de pretender “detener el funcionamiento de la democracia”, Sergio Massa se oculta debajo de la cama ante el peligro de que se vuelvan a difundir frases aterradoras. Por ejemplo, esas  que había asumido de “no votar la reforma judicial, ni avanzar contra la Corte. Aquí tenés mi firma…Yo voy a borrar a los ñoquis de la Cámpora que nos quieren dejar…”.

¿Cuál es la diferencia entre corruptos tras las rejas y los que están libres? Los benditos fueros.

Y como colofón, Alberto Fernández prometió que será “implacable en el combate a la delincuencia”. Esto es tranquilizador y sobre todo que hasta donde las causas judiciales muestran, hay ejemplos de delincuencia a nivel del kirchnerismo gobernante que están guardados y prestos para exhumarlos. Sólo se necesita que el temor no sea del tribunal sino de los corruptos. Como debe ser. Las personas que se saben inocentes no se escabullen de la justicia ni chicanean a los fiscales y magistrados.

En la noche del lunes 7 de setiembre en que la repulsa popular le impidió a Lázaro Báez realojarse en su mansión obligándole a regresar a la cárcel, esa noticia abarcó todos los medios nacionales y extranjeros. Y allí se recordó que Báez, de iniciarse como cadete del Banco Nación hoy es dueño –entre otras adquisiciones- de más de 400 inmuebles muchos de ellos lujosos, estancias, embarcaciones y sin contar una empresa vial a la que se le adjudicaron todas las obras públicas del kirchnerismo con siderales costos e incluso percibiendo todo el monto sin haberla finalizado. ¿Valió la pena acumular tanta riqueza para perderla?

Sabíamos que tendríamos un regalo extra en el juego del Aunque usted no lo Crea. Vino de la mano de los Fernández. El señor Robert LeRoy Ripley cumplió como un caballero.

(*) Especial para ANALISIS

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