Por Antonio Tardelli (*)
El gobierno del presidente Alberto Fernández incrementó sensiblemente la desigualdad entre los argentinos.
Tanto es así que en los últimos dieciocho meses los grupos económicos concentrados se vieron beneficiados (en la misma proporción que resultaron desfavorecidos los sectores del trabajo) con una transferencia de ingresos equivalente a 11 puntos porcentuales del Producto Bruto Interno.
Un juego de proporciones convierte el dato en algo aún más impactante: se trata del mismo monto de la deuda que contrajo en su momento el gobierno del presidente Mauricio Macri.
Ahora mismo, tras las derrotas que sufrió en las elecciones primarias y en los comicios generales, el gobierno nacional procura garantizar la gobernabilidad optando por un rumbo conservador.
La caracterización es concluyente. El juicio, lapidario.
Pero semejante diagnóstico no ha sido lanzado desde la vereda de enfrente.
No lo ha hecho el macrismo de Juntos por el Cambio.
Tampoco los libertarios. No la izquierda.
Partió de las filas oficialistas.
La descripción fue trazada por un funcionario del gobierno: se trata de Claudio Lozano, director del Banco de la Nación Argentina.
El dirigente del partido Unidad Popular (UP), integrante del Frente de Todos, lo afirma en un documento titulado “Las causas de la derrota”.
Allí, en su condición de coordinador general del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPPP), Lozano consigna (¿denuncia?) que en los últimos quince meses los trabajadores argentinos transfirieron al capital concentrado más de 11 puntos porcentuales del Producto Bruto Interno (PBI).
Eso es lo mismo que 56 mil millones de dólares.
Desnudando la heterogeneidad del gobierno, o poniendo en evidencia su falta de comunicación interna, el economista despliega una serie de datos que únicamente pueden conducir a una mirada particularmente crítica de la gestión presidencial y del desempeño del ministro de Hacienda, Martín Guzmán.
El punto de vista de Lozano, que procura conservar su identidad progresista, es por lo menos igual de severo que el de los opositores que cuestionan al gobierno desde otras perspectivas.
La actitud del economista Lozano puede ser elogiada por su honestidad intelectual (tritura al gobierno que lo convirtió en funcionario del Poder Ejecutivo) o criticada por su oportunismo (permanece en su cargo pese a una orientación general que sugiere regresiva).
Un dilema similar se plantea al considerar al mismo tiempo la (¿falta de?) conducción política del presidente Fernández: la gestión es tan caótica que un subordinado la describe en tales términos o es tan amplia que admite en su interior semejantes márgenes de desacuerdo.
El funcionario Lozano reconoce que los recientes resultados electorales expresaron claramente “la dilución” de las expectativas que hace dos años había generado el Frente de Todos.
Justifica indirectamente el trasnochado festejo oficialista del domingo 14 pues, según entiende, la coalición kirchnerista pudo mantener “las claves del control institucional de la gobernabilidad” recortando la diferencia en el estratégico distrito bonaerense, lo que le permitió conservar su relativa primacía en la Cámara de Diputados de la Nación y el control del Senado provincial.
Pero, acota Lozano, el gobierno de los Fernández (Alberto, Cristina y ahora otra vez Aníbal) ha optado por “una estrategia defensiva” que procura “consolidar sus vínculos con los sectores dominantes”. La designación de Juan Manzur como jefe de Gabinete, ejemplifica, es prueba concluyente de ello.
Y advierte sin ambages el economista con raíces en la hoy desdibujada Central de los Trabajadores Argentinos (CTA): el Frente de Todos recupera gobernabilidad a costa de incursionar en un rumbo conservador.
Esa orientación, razona, se corresponde con un prisma que sacrifica las raíces históricas del justicialismo: el peronismo gobernante, cree Lozano, “parece haber olvidado la problemática de la distribución del ingreso”.
No se detiene allí: la recuperación de la economía, que de hecho genera tantas expectativas de resurrección política en el kirchnerismo gobernante, se ha registrado –añade– en un contexto de ampliación de la desigualdad. La distancia entre los ricos y los pobres se incrementa.
La política se hace rueda. La historia se vuelve cíclica.
Hace tres décadas, en un contexto diferente, cuando Lozano examinaba la convertibilidad menemista, denunciaba que la expansión que experimentó la economía durante los iniciales años noventa también se había materializado a costa del sufrimiento social y la exclusión.
Lozano describe en este momento un similar fenómeno de rebote.
La diferencia es que hoy, funcionario además de experto, lo observa desde arriba.
(*) Periodista. Especial para ANÁLISIS