Hasta el final

Hernán Rausch (*)

La necesidad de llegar a culminar un camino de lucha te mantiene en vela, te contiene y fortalece, sobre todo cuando se sabe que hay conformidad y acompañamiento de muchos, la amplia mayoría, por no decir toda la sociedad, para volver a confiar en la justicia, por una justicia de ojos abiertos, que tenga la capacidad de mirar la realidad y el sufrimiento del pueblo, de celeridad a los tratamientos en curso, para que, con sus veredictos, la comunidad vuelva a fiarse de algunos de sus integrantes, últimamente distendidos.

Es tiempo de rever, afianzar y renovar una justicia, en parte, manchada por la corrupción, desdibujada por algunos incomprensibles fallos, que llevan a la desconfianza, incredulidad e indignan al común de la gente, generando desazón y desconcierto.

Es de imperiosa necesidad que algunos procesos lleguen al culmen, para así dar germen, resurgimiento y continuidad a tantas vidas truncadas por perversos seres, aquellos que, por malos desempeños en sus funciones, corrompieron, lastimaron y dinamitaron el existir de tantas personas.

Transcurriendo varios meses desde el momento que se dieron lugar a distintos planteos presentados en La Corte Suprema de Justicia de la Nación, mediante el recurso de apelación, se debe pensar en la necesidad de articular, dar prioridad sobre estas importantes causas, emblemáticas, obtener definiciones. Esos distintos fallos hacen al crecimiento y maduración, no solo a nivel particular de las causas, los procesos, sino que, mediante esas resoluciones, brindan esperanza y abren caminos en distintos puntos del país, en una sociedad sumamente golpeada, con un marco social sediento de justicia, con hartazgo por los atropellos y arrebatos, sumadas las demoras de estas decisiones, hacen más pesada e interminables la carga impuesta.

Estos veredictos pueden sentar precedentes, de hecho existe, pueden animar, restablecer relaciones y colaborar en el enriquecimiento democrático, ampliar leyes para progresar, llevar a cabo distintas investigaciones y culminar las distintas exposiciones en los poderes judiciales, sin trabas, sin violencia, con pasos firmes, con contundencia en verdad, moralidad y ética.

Sabemos que estamos llegando al final de un año atípico, pandémico, con innumerables comunicados, anuncios, con aciertos y errores, modificaciones y renuncias. Esto no debe permitir debilitar ni interferir, menos trabar el desarrollo laboral y profesional de los prestigiosos Tribunales, advocados a la revisión y dictamen de los expedientes.

Cabe aclarar también que cuando la justicia está haciendo camino, pero a la vez siendo atacada por cumplir su deber, cuando sus gestores están cuestionados por llevar adelante con valentía pesadas denuncias, se debe dejar bien en claro esos altercados, aclarar y acompañar, para evitar así ensuciar y dejar inconclusos asuntos planteados.

Existen causas con trascendencia, incluso mundial, por ejemplo, la que hace alusión a los abusos perpetuados en el Seminario, dejando un número alarmante de víctimas, que gracias a la denuncia de algunas de ellas se abrió debate, juicio, e incluso se presentó proyecto de ley y se obtuvo una nueva, hoy ya en vigencia, la ley 27.206, “de respeto al tiempo de las víctimas de delitos contra la integridad sexual”, sancionada en noviembre de 2015.

Una ley valiosa e indispensable, que da luz y esperanza a un sinfín de víctimas, que, por el paso del tiempo, se encontraban inmersas en desasosiego, con temor a denunciar y que hoy cuentan con ese recurso, ese respaldo.

Haciendo referencia a los tiempos de justicia, no puedo dejar de mencionar y referirme al lento, ineficaz, improductivo y lamentable actuar, hasta el momento, de la Iglesia, si a materia de investigación y sentencia me refiero, sobre los casos de abusos de público conocimiento.

Esa falta de comunicación, el descortés compromiso de transparentar los procesos, sus avances, llegar al fondo y reprobar, sancionar, cualesquiera que sean los implicados, curas, obispos o cardenales, desaniman y defraudan la confianza del creyente y al no creyente también.

Logran con el silencio y demoras, sospechas de complicidad, encubrimiento, debilitando las expectativas y empañando la reputación frágil que aun titila en las comunidades sobre el catolicismo.

Es lamentable cuando el tiempo apremia, y no se aprovechan esas enormes posibilidades de enmendar, aunque sea un poco, el daño ocasionado, que en muchas ocasiones atacan y responsabilizan a aquellos que han tomado el coraje de hablar, manifestarse, hacer ruido a favor de esa religión, creencia, para lograr quebrar, desarticular y desterrar el flagelo de los abusos, y demás malos desempeños.

Se aproxima un año difícil, inquietante, pero con grandes desafíos, con metas aún pendientes, metas necesarias, que seguramente reactivarán a esta sociedad aplastada, y que en parte movilizarán y se pondrán en marcha para llegar hasta el final. Sera justicia.

(*) Sobreviviente de Abuso Sexual en la Infancia. Querellante en la causa Ilarraz. 

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